Irene López
Durante 47 años dedicada a la promoción, enseñanza, investigación y proyección artística de la danza nicaragüense, he venido criticando las deformaciones, la falta de identidad y respeto a nuestras tradiciones.
A pesar de todo, con tristeza seguimos observando cómo el plagio, la imitación y la caricatura han venido ganando espacios en nuestras interpretaciones danzarias.
Con el pretexto de enriquecerlas, estilizarlas y hacerlas más artísticas, se copian otros lenguajes y se desecha el nuestro con su riqueza y sus formas de expresión.
Hay que conocer que nuestras danzas constituyen un importante patrimonio cultural a disposición de quien se interese por cuidarlo y cultivarlo.
Nos sorprende ver cómo las creaciones de los grupos de gran trayectoria son copiadas descaradamente poniendo en escena imitaciones burdas. El lenguaje corporal de los hombres se ha vuelto tieso como robots, dan la apariencia de estar practicando artes marciales.
Los movimientos del cuerpo de las mujeres son tan exagerados, que parece que se van a desnucar, los vestidos amejicanados, recargados de adornos y colores, faldeos circulares y agitados, en fin un montón de cosas más que podría llenar muchas páginas, y que ya he señalado anteriormente en diversos escritos y en mi libro, Indias, Inditas, Negras y Gitanas los bailes de marimba en el Pacífico nicaragüense.
Las últimas puestas en escena de El Viejo y La Vieja que he visto me han dejado estupefacta, anonadada, atónita y sobre todo desconsolada.
No solamente han deformado la danza en su conjunto, sino que la han rebajado a una categoría de “espectáculo de cabaret”, o a lo que he llamado a un “porno folclor”.
En esta versión, la actitud y presencia de las viejas es vulgar, degenerada y de prostitutas. El viejo representa a un anciano: cornudo, vulgar y chivo. Los movimientos corporales son obscenos, los pasos de ambos son de otras danzas, por ejemplo: Danza árabe, Can can, Palo de mayo, Ballet y Michael Jackson. Las medias rayadas son de payasos de circo mediocre…
Asimismo es intolerable la manoseadera al público que paga por ver y disfrutar de un espectáculo de calidad, viéndose obligado a aceptar algunas veces por vergüenza, otras por desconocimiento, conductas absurdas de los “artistas”.
Estoy totalmente de acuerdo con que la creatividad no se debe prohibir (en este caso, no la hay) algo se debe hacer, porque cuando queramos regresar a nuestras raíces estarán irremediablemente perdidas.
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