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Joaquín Absalón pastora

Las camisas en el tiempo

Unas trescientas mil camisas monótonas andaban de vagabundas en la visión fascista de la época, en la creencia de ser ellas representativas de la salvación de Italia. Eran solo el eco cacofónico del fanatismo. Llevarlas puestas justificaba los atropellos cometidos contra la legitimidad: la unificación del totalitarismo a través del símbolo. Un obispo alemán acaba de decir que lucían esta frase: “Dios con nosotros”. Como si Dios estuviese con el crimen.

Cualquiera que vea a las masas uniformadas supone que el vestuario saturado de letras incondicionales proclama sincero amor al líder a quien se le asigna predestinación mimosa en la forma de un quebradizo corazón cuando es en el aterrizaje de la razón el administrador encargado de velar por la nación.

Cuando se usan vertientes alusivas como esas, incrustadas en la aparente sencillez de una camisa, se pueden presumir “con conocimiento de causa” antecedente, los rasgos del fascismo que venían incubándose a partir del siglo diecinueve, pretexto de centurias en el cual “la hiperestesia jurídica, el fervor por la ley” de Ortega y Gasset, cedió el paso a la violencia por mitos que fueron tomando cuerpo en el tránsito a una política iracunda e irracional.

Cuando veo a las y los empleados públicos haciendo una declaración de amor con su camiseta, pienso que desfiguran su posición ortodoxa: dejan de convertirse en servidores de todos.

Las veces que han ocurrido actos de subestimación a la paz proclamada en esos medios ambulantes se ha visto que en la hora de actuar, la postura del pacifista se transforma en un ejecutor de la agresión valiéndose de la impunidad o yendo más allá, jactándose de pertenecer “al poder popular”. Son los fueros que lo separan del ciudadano común para quien es indiferente vestirse con ese ropaje.

Otro rasgo lo manifiesta la actitud de sacar a la niñez ingenua en vehículos públicos con el pretexto de distraerlos en horarios y días que le corresponden a sus obligaciones escolares en una fiesta permanente y desmotivada, lo cual no es nada malo si el propósito de asistir es espontáneo, con el objetivo de que al comandante se le atribuya una imagen paternal, que en el fondo y sembrando para su futuro busca la conquista del voto de un sector tan amplio de la población como lo es el de la juventud en la oportuna eventualidad electoral.

Lo normal, expuestas las reglas de la ecuanimidad sería que se les mantuviera en las escuelas con el propósito de asumir el cumplimiento con las asignaturas destinadas por las escalas graduales. Algo parecido ocurre cuando el estudiante universitario —y es otro rasgo— es sacado del pabellón para ser testigo de las tentadoras emociones ofrecidas por las patadas mundiales. Vale más la calistenia del ocio que el ejercicio constructivo y formador del estudio.

Intelectuales nicaragüenses confesaron en su madurez haber sido víctimas del error de lucir jóvenes “las camisas azules” asociándose con el fascismo, reconociendo que fue “un pecado de juventud”. Pero las nuevas generaciones se resisten a nutrirse de esas reflexiones y tampoco la de algunos dirigentes cívicos imperturbables en la práctica del “nomadismo ideológico” prevaleciente en ciertos sectores, donde no existe el criterio estable y firme.

Cualquier parecido entre aquellas trescientas mil camisas negras y las “chichas” que andan por doquier, ¿será obra de la casualidad? Lo someto al criterio del lector.

El autor es periodista

Opinión camisas facismo Italia Nicaragua vestimenta archivo

COMENTARIOS

  1. JOSE DAVID LAGUNA
    Hace 11 años

    Esa devocion por el “lider” con camisa o sin ella, simplemente es de
    vocion por la vida, porque no quieren engrosar la gran masa del de sempleo siempre en aumento. Negarse a vestir la jodida camisa o la insignia del partido significa el desempleo inmediato. Antes era la
    “tarjeta rosadita” con Somoza. Habia que reportarse al que lleva las tarjetas de asistencia en el trabajo, y esa persona te daba la rosadita
    Y si al dia siguiente no la tenias eras despedido de inmediato, Ortega
    solo copia.

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