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Harakiri
Taro Aso, ministro japonés de Finanzas, presentó este lunes una peculiar solución al problema de la seguridad social en su país: “Que los ancianos se den prisa en morir”, dijo con total desparpajo. “¿Por qué tengo que pagar por las personas que solo comen y beben y no hacen ningún esfuerzo?”, había dicho antes. Un harakiri social. Aquí en Nicaragua nadie lo ha expresado de esa forma tan cruda. Pero, con tantas largas que le han dado a las pensiones reducidas de los ancianos que las reclaman como su legítimo derecho, y con esa perla de reformas que quieren echarnos encima, es evidente que muchos de quienes gobiernan este país están pensado lo mismo que el ministro japonés: que se mueran ya, y tal vez así el Instituto de Seguridad Social se salva de la quiebra que se vislumbra.
Privilegios
La gran paradoja de esto es que los que quisieran que nuestros ancianos mueran pronto y dejen de ser una carga, son los mismos que han despilfarrado el dinero que ellos entregaron durante largos y duros años creyendo que tendrían derecho a una vejez digna. Y son los mismos que han cuidado de establecer programas de pensiones privilegiadas para los suyos. Militares, magistrados y algunos empresarios tienen sus propios sistemas de pensiones y les importa muy poco lo que pase con el resto de ancianos, porque eso no es asunto suyo. ¿Con qué compromiso, por ejemplo, va a fallar contra abusos como estos un magistrado de la Corte Suprema de Justicia, si los que promueven la ley son los mismos que le otorgaron su salario actual como pensión vitalicia al momento que se retiren? En resumen: quienes dieron todo no tienen derecho a nada y quienes no dieron nada tienen derecho a todo.
Asunto de jóvenes
Se equivocan los que creen que el tema de las reformas a la seguridad social y el de las pensiones de vejez es un asunto de viejos. No. Al contrario, es más de jóvenes que de viejos. Según la propuesta del INSS, son quienes actualmente tienen menos de 45 años a los que se les incrementaría el número de años para jubilarse. De tal forma que en lugar de estar tan preocupados por los resultados del próximo juego del Barsa o los embarazos de Kim Kardashian y Shakira, todos los jóvenes nicaragüenses deberían estar leyendo, analizando y buscando cómo incidir antes que la aprueben, porque en ella, literalmente, se les va la vida.
¿Quién carga el muerto?
El gran lío de este Gobierno es que quiere aprobar ese paquete de reformas, porque tienen en la quiebra al INSS, pero no halla a quien echarle la culpa. Durante los años ochenta, si se acuerdan, todos los males que sufría Nicaragua comenzaban y terminaban en “los 45 años de dictadura somocista”. Luego regresó Daniel Ortega al poder y ¡zas! toda factura por favor enviarla a “16 años de gobiernos neoliberales”. Pero seis años después ya va siendo mucho descaro que sigan con el mismo estribillo. Y ni siquiera pueden hacer como otras veces, dejar que sean “sus” diputados “opositores” los que les hagan el trabajo sucio, porque esta vez fueron tan voraces en la adjudicación de escaños en la Asamblea Nacional que se llevaron todo. Así que son ellos los que tendrán que cargar con este muerto, porque no hay forma en este mundo que esa ley se apruebe sin el consentimiento del Frente Sandinista, como están tratando de hacer creer poniendo dizque a protestar a algunos de los suyos.
De críticas y elogios
A propósito de gobiernos neoliberales Generalmente en los comentarios a esta columna de los jueves siempre aparece alguien reclamándome que lo que yo critico a este Gobierno igual lo hicieron los gobiernos anteriores, que yo, dicen, antes defendía vehementemente. Aprovecho para aclarar: uno, resulta torpe justificar algún crimen o pecado solo porque alguien también lo cometió anteriormente. Y dos, quienes dicen que defendí y nunca critiqué a los gobiernos anteriores, o no me conocen o nunca me leyeron. Nunca he simpatizado con alguno de los llamados “gobiernos neoliberales”. Bastaría, pues, que me presentaran alguno de esos escritos elogiosos que me atribuyen estos críticos para que yo tenga que comerme mis palabras. Es un reto.
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