Enseñar a los hijos a no engañarse, a ser sinceros, a actuar con coherencia será el primer paso para enseñarles a pensar.
Hay que enriquecer el lenguaje, hay que fomentar el diálogo, el ejercicio mental de razonar, de defender una causa, de tener argumentos para las propias decisiones, y no hacer solo lo que hacen los demás.
Pero más que enseñar a pensar, la función de los padres ha de consistir en motivar a los hijos para que quieran pensar por cuenta propia y con actitud positiva.
Debemos recuperar de los niños, y fomentarla, la sana estrategia de preguntar continuamente, además fomentar la lectura y controlar el uso de la televisión será esencial.
Ya que es imposible no equivocarse nunca, al menos, por utilidad y por deber, hemos de aprender de nuestras equivocaciones. Si queremos ayudar a los niños habrá que enseñarles que deberemos descubrir el mundo tan humano del error.
De esta manera los niños además de pensar, darán rienda suelta a su imaginación.
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