Edgar Rodríguez
Cuando se atribuye el éxito de los Tigres de Chinandega, al plano estrictamente de su capacidad económica, no se es justo con un proyecto que fue bastante bien pensado y ejecutado con precisión.
El dinero no necesariamente es garantía de éxito sobre el terreno de juego. De otro modo, los Yanquis, Real Madrid y Knicks de Nueva York, franquicias carísimas, serían campeones cada año.
Ahora, si Chinandega tuvo más solvencia económica, algo que desconozco, significa que tiene capacidad de gestión para obtener recursos, porque eso se consigue cuando sos sujeto de crédito.
Chinandega es campeón porque tuvo capacidad en su gerencia, un mánager que se impuso, jugadores talentosos y una barra que mantuvo motivado a un conjunto que jaló en la misma dirección.
Los Tigres son lo más parecido a un club profesional, con roles funcionales claros, que mostró además, carácter cuando fue puesto a prueba y humildad para reconocer fallas y mejorar sobre la ruta.
Obtener jugadores no es tan sencillo como muchos piensan, pero Chinandega unió al exuberante talento de Yurendell de Caster, con la habilidad probada de Wuilliams Vásquez.
Tuvo paciencia para ver el establecimiento de Douglas Argüello, confió en el volátil Ramón Flores y esperó por la recuperación de Esteban Ramírez. Y el que no rindió, fue quitado sin titubeos, en la búsqueda de la pieza correcta.
Y aunque batalló en algún momento de la campaña, el Chinandega sincronizó cuando debía hacerlo y cerró de primero en la temporada regular. Luego quitó del camino al Oriental y ahora se ha instalado en la cima.
Eso no se consigue tan fácil como algunos creen.
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