Carlos Tünnermann Bernheim
Recientemente, en una nueva revisión de la biblioteca que perteneció al periodista y devoto dariano don Juan Ramón Avilés, tío político mío, localicé nuevas reliquias o recuerdos de nuestro gran poeta, algunas de ellas conservadas entre las páginas amarillentas de las obras de Darío.
La biblioteca pertenece a los herederos de don Juan Ramón, quien fuera director y fundador del diario La Noticia, en su tiempo el periódico liberal de mayor circulación en el país. Sus herederos, el doctor Leopoldo Navarro y su esposa María Fidelia Avilés Tünnermann, periódicamente me autorizan revisar la vieja biblioteca que, en realidad, está compuesta por los dos centenares de libros que la familia Navarro-Avilés rescató de las ruinas de la casa solariega de la familia Avilés-Tünnermann, destruida por el terremoto de Managua de 1972.
Para tal efecto, será preciso que la Asamblea Nacional dicte una ley que cree una Comisión Nacional para conmemorar dignamente el centenario de la muerte del más alto poeta en lengua española, cuya obra sigue siendo publicada, traducida, divulgada, a nivel mundial, y es objeto constante de estudios críticos por especialistas de todos los continentes.
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Como fruto de revisiones anteriores, tres Editio Princeps , de obras de Rubén, fueron depositadas en el Museo y Archivo Rubén Darío de León. Esa vez se trató de Primeras notas (1888), Los raros (1896) y El viaje a Nicaragua e Intermezzo tropical (1906). Quizás la Editio Princeps más valiosa entregada al Museo-Archivo el 6 de febrero del 2006, fue la del célebre libro de Darío Los raros , una de las más difíciles de conseguir por lo limitado de la primera edición. Se trata de una verdadera joya bibliográfica. La misma presentación tipográfica es excelente (“exótica”, la calificó Luis Berisso). Desafortunadamente, el ejemplar depositado no conserva su cubierta original, donde aparecía el dibujo a lápiz de la cabeza de Rubén a los 29 años de edad, obra del artista argentino Alberto Schiaffino.
No obstante, el ejemplar conserva su portada, donde aparecen completos el nombre y el apellido del autor y el título de la obra. Hay un dato curioso: un gato negro echado da la espalda al lector y pareciera estar leyendo el título del libro. La presencia de esta curiosidad tipográfica podría ser una alusión al nombre del célebre café parisino Le Chat Noir , cenáculo de parnasianos y simbolistas.
El primer manuscrito
Anteriormente (1967, año del centenario del nacimiento de Rubén Darío) , mi tía, doña María Tünnermann de Avilés, había donado al Museo una de las joyas más preciadas que en él se resguardan: el original del primer cuaderno o manuscrito de Darío: Poesías y artículos en prosa , que ostenta como fecha “León, julio 10 de 1881”. Rubén tenía entonces apenas 14 años de edad. Este cuaderno fue su primer intento de recopilar lo que hasta esa fecha había escrito en verso y en prosa, posiblemente con la intención de publicar su primer libro, propósito que no logró realizar. Este valioso cuaderno fue encontrado por el investigador dariano, profesor Fidel Coloma González, precisamente en la biblioteca de don Juan Ramón Avilés.
Esta vez, las reliquias encontradas son un poco curiosas. En un elegante estuche de cartón, bastante bien conservado y elaborado en Nueva York por Marlborough Photo Shop, el amigo íntimo de Darío, el doctor Luis H. Debayle obsequió a don Juan Ramón, además de una especie de postal, con los retratos y firmas autógrafas de Darío y Debayle con fecha “N. York enero 1914”, dos tarjetas de presentación del doctor Debayle.
La hoja de laurel
A una de ellas está adherido un mechón de cabellos, y lleva la siguiente explicación de Debayle: “Este cabello, pertenece a Rubén Darío y fue cortado por el suscrito momentos antes de ser colocado en el ataúd para la inhumación. 13 febrero de 1916”. A la segunda tarjeta está adherida una hoja de laurel y Debayle explica: “Esta hoja fue cortada por el suscrito de la corona que ceñía la frente de Rubén Darío, momentos antes de ser colocado en el ataúd. 13 de febrero de 1916”. Supongo que con el trocito de cabello de Rubén nuestros científicos podrían determinar el ADN de nuestro genio literario.
Encontré también una tarjeta postal que Darío envió a la señorita María Castro desde España; una versión mecanografiada, pero firmada por Darío, del poema que dedicó a la esposa del presidente José Santos Zelaya, doña Blanca; y, finalmente, el manuscrito de un poema dedicado por Darío a Mon cher ami Layrac, intitulado La lora . Aparece firmado por Rubén en Nicaragua, 1907. Este poema está incorporado a las Poesías completas de Darío , compiladas por Alfonso Méndez Plancarte. El manuscrito le fue obsequiado al periodista Avilés por el doctor Manuel Maldonado, muy amigo de Rubén.
Con la autorización de la familia Navarro-Avilés, todos estos recuerdos darianos serán depositados en el Museo y Archivo Rubén Darío de la ciudad de León, en homenaje a la memoria de su fundador, mi querido amigo, Edgardo Buitrago, en fecha próxima.
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