Rezaye Álvarez M.
Gily Medrano, de 15 años, cursará este año el quinto año de secundaria y posee una discapacidad motora. Su papá, Mario Medrano, narró el inicio de la vida escolar de su hija y de las dificultades que pasó.
Medrano explicó que “cuando ella —Gily— iba a iniciar primer grado, la maestra y compañeros de la escuela en la comunidad Román Esteban, de Jinotepe, se burlaban de ella y le decían que no perdiera su tiempo estudiando”.
Este padre, afiliado a Los Pipitos, capítulo Carazo, conoce del significado de la educación inclusiva y del trabajo que Los Pipitos y el Ministerio de Educación (Mined) han venido realizando, es por ello que no desistió y llevó a Gily a otra escuela, ubicada a cinco kilómetros de la comunidad, ahí terminó la primaria.
Según Gilda Ramírez, directiva de Los Pipitos, el tema de educación lo han venido trabajando con los padres “para sensibilizarlos y que no tengan temor de llevar a sus hijos a las escuelas”.
Los Pipitos tienen 86 capítulos a nivel nacional y unas 15 mil familias afiliadas, con ellas, además de promover la educación inclusiva, trabajan en la educación para la vida, “porque la educación no comienza cuando un niño llega a un aula de clase, sino en el seno familiar”, expresó Ramírez.
Con su hija como ejemplo, Medrano hizo un llamado a seguir luchando “para que nuestros niños sean aceptados en esta sociedad”.
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