La distopía es todo lo contrario de utopía. Mientras que la utopía es la descripción y la promesa de un país ideal y de una sociedad perfecta, o sea de algo que no puede existir porque es irrealizable, la distopía en cambio es la cruda realidad de una sociedad indeseable, en la cual la gente vive sin libertad ni derechos individuales, sometida a un poder superior omnímodo y absoluto que todo lo controla y todo lo decide, como una pesadilla que se vuelve real.
Desde las más tempranas épocas de la historia, siempre hubo personas empeñadas en diseñar y prometer la creación de una sociedad utópica. Ya en los tiempos de la Grecia clásica y esclavista de hace dos milenios y medio, un sabio filósofo llamado Platón describió en su libro La República cómo debían ser el país ideal y la sociedad perfecta. Varios siglos después, San Agustín de Hipona, en su obra La Ciudad de Dios ; luego Santo Tomás Moro, con el libro Utopía que le dio nombre al sueño absurdo de la sociedad perfecta, Tomás Campanella en La ciudad del sol , Sir Francis Bacon con La Nueva Atlántida , los socialistas utópicos europeos del siglo XIX y Carlos Marx mediante su doctrina del llamado comunismo científico, siguieron planteando la utopía de una sociedad humana feliz, pese a que una y otra vez la misma vida se encargó de demostrar su absurdidad. Y todavía hoy, con el proyecto de socialismo del siglo XXI, en Venezuela, Nicaragua y otros países se pretende imponer la distopía totalitaria oculta en las promesas de la utopía socialista.
En realidad, en vez de la maravillosa utopía imaginada por algunos ilustres pensadores y bien intencionados soñadores, lo que se ha creado en algunos lugares del planeta es la distopía descrita por Aldous Huxley en Un mundo feliz y George Orwell en Rebelión en la granja y 1984 . De manera que en vez de cumplirse la promesa de que “la Tierra será el paraíso bello de la humanidad” (como se dice en el himno comunista internacional), lo que se ha hecho es imponer un infierno terrenal.
La utopía es irreal ante todo porque la persona humana es imperfecta y por lo tanto es imposible que exista la sociedad perfecta. Pero además porque el ser humano es la única criatura que tiene capacidad de razonar y por lo tanto la facultad de elegir, lo que significa que es libre por su propia naturaleza. De manera que aunque por algún tiempo el ser humano pueda ser sometido por quienes imponen la pesadilla totalitaria envuelta en el sueño utópico, es imposible someterlo para siempre.
Bajo el actual Gobierno en Nicaragua otra vez se está volviendo a la carga totalitaria contra la libertad. Parte de ese plan es la decisión de la esposa del presidente inconstitucional Daniel Ortega, y cogobernante de facto, doña Rosario Murillo, de imponer por medio de una ley y de un manual oficial de conducta personal y familiar la obligación de “vivir limpio, vivir bonito y vivir bien”.
Pero registrado en la historia está que esos proyectos malignos de engañar a las personas con la promesa de hacerlas iguales y felices a todas (los sueños utópicos que devienen en pesadillas distópicas), han fracasado siempre que se han impuesto o se han querido imponer. Y fracasarán de nuevo cada vez que los quieran volver a implantar, simplemente porque son aberraciones totalitarias que se contradicen con lo más esencial de la naturaleza humana, que es la libertad.
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