Cada vez que pregunto por qué tenemos que pagar aquí los precios más altos de la región —con la excepción de Costa Rica— en lo que se refiere a combustibles, la primera respuesta que obtengo es que esto obedece a las “economías de escala”.
Según me explican, como nuestra economía es chiquita importamos relativamente bajas cantidades de petróleo y pues cuesta más traer un barquito chiquito que un barcote grandote.
La explicación hasta cierto punto me parecía aceptable pues hasta en el mercado cuando uno compra un producto, este tiene un precio si compra una unidad, pero si se lo lleva por docena o más, pues el comerciante ya le puede hacer una rebajita.
Pero vino la última semana del mes de febrero de este año y ese argumento como que ya no me suena. Resulta que en el año 2008, cuando nuestra economía era aún más chiquita que ahora e importábamos aún menos petróleo que ahora, y el precio internacional del petróleo estaba mucho más alto que ahora, lo que pagábamos por combustible era menos que ahora.
Vamos a los números. En 2008 nuestro Producto Interno Bruto era de 6,365 millones (en dólares de 1994) importamos ese año casi 10 millones de barriles de petróleo y el precio de ese producto era una locura. Alcanzó en ese año su máximo histórico, 147 dólares por barril. En aquel entonces pagábamos 1.31 dólares por el litro de gasolina regular, o sea 25.48 córdobas.
Ahora nuestro Producto Interno Bruto supera los 9,000 millones (en dólares del 2006), importamos casi 11 millones de barriles de petróleo y el precio internacional del mismo es de 93 dólares. Sin embargo esta semana los managuas estuvimos pagando el litro de gasolina regular a 1.34 dólares, o sea 32.73 córdobas. En los departamentos se paga aún más caro.
¿Qué pasó con la economía de escala?, “ah no —me dicen— es que hay que tomar en cuenta que Nicaragua importa su petróleo de Venezuela, pasa por el Canal de Panamá y viene a Corinto. Eso encarece el precio”. Puede ser, pero si la memoria no me falla, Nicaragua y Venezuela están actualmente en el mismísimo lugar que estaban en el 2008, y a la misma distancia. Así que era tan caro traerlo entonces como lo es ahora. “Ah, ‘perate’ —me dicen cuando les recuerdo las clases de geografía—, es que el problema está en la carga impositiva”.
Pero aunque es muy cierto que los gobiernos han usado el combustible para recaudar gran parte de sus impuestos haciendo la “carga impositiva” de este producto injustamente alta, también es cierto que esa “carga” era igual en 2008 como es ahora. Eso no ha cambiado. Entonces tampoco se puede argumentar eso. Cuando yo alego que nada se ha movido en lo que respecta a impuestos al combustible entre 2008 y 2013 entonces me dicen “es que vos no sabés de economía”.
Eso es cierto. Pero hay algo que sí sé. Lo que sí sé es lo que ha cambiado entre 2008 y 2013. Para comenzar ahora solo existe un importador de petróleo, antes las petroleras podían importar su petróleo. Ese importador único de ahora es Albanisa. La empresa que cuando conviene es estatal y cuando conviene es privada, pero que en realidad es manejada por la familia Ortega Murillo a su gusto y antojo. O sea, ahora hay un monopolio en la importación del crudo.
También sé que por alguna razón que todavía nadie se explica, la empresa DNP (red de gasolineras) que estuvo manejada por la transnacional suiza Glencore durante 10 años pasó a manos de un par de individuos muy cercanos al presidente inconstitucional Daniel Ortega sin que se conozcan detalles de compra o arriendo. También sé que esos individuos le dieron un poder general a una de las nueras del Inconstitucional para gerenciar esa red de gasolineras, que no vende el combustible a un precio cristiano, socialista o solidario sino que al “salvaje” precio del mercado.
La diferencia del precio en el litro de gasolina regular a inicios de esta semana entre esta empresa y las “malvadas” transnacionales que tanto condena el Inconstitucional era de solo seis centavos de córdobas menos.
Por lo tanto sé que la familia presidencial se está llevando una muy buena tajada del negocio del combustible. Así que este no es un problema de una economía de pequeña escala, sino que un problema de una gran mentira.
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