Tatyana Luna Familia
Unos le llamarán machismo, tradición o simple ignorancia, pero hasta hoy en día todavía existen personas que a sus hijos los inscriben con el mismo nombre del padre, madre, el tío que falleció en la guerra o del abuelo; una realidad que obliga al nuevo integrante de la familia a vivir bajo la sombra de otro.
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Esta situación podría ser “un arma de doble filo”, por un lado para algunos puede representar un valor sentimental al tener el nombre de un familiar muy querido, pero en realidad es como vivir en el cuerpo de otra persona. Esto implica que sin querer se le está exigiendo al bebé que viva una historia ajena todo por satisfacer las ideas del abuelo, el padre o la suegra.
Y es que no es lo mismo que tu nombre haya sido escogido porque les gustó como se escuchaba, que llamarte Francisco como tu padre o María como tu madre.
En otros casos la historia es diferente. Si tu padre tuvo altercados con otra persona, basta con que escuchen tu nombre para que digan: ese es hijo de Francisco o de la María, aquella o aquel que me cae mal. Y como es de saber, el hijo también les caerá mal. Incluso al niño le agregan características que ni las tiene porque las tenía el papá o la mamá.
La psicóloga Ana López afirma que ponerle el nombre de un familiar al niño o niña influye en la personalidad, comportamiento y las relaciones con la sociedad, porque la gente te asocia con el nombre del familiar.
Cuando tu hijo esté en el vientre, trata de ignorar las recomendaciones de tus familiares de seguir la tradición de los nombres; no hay necesidad que discutas con ellos, solo basta con que le expliques que deseas ponerle otro nombre diferente al acostumbrado por generaciones. Así que como pareja, hablen y pónganse de acuerdo del nombre que elijan.
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