JOSÉ ADÁN SILVA/AGENCIAS
Desde que a los 16 años decidió emigrar a Caracas para ingresar a la Academia Militar, con la esperanza de dar el salto al beisbol profesional y alcanzar la gloria mediante el deporte, Hugo Rafael Chávez Frías nunca paró en su afán de alcanzar poder y fama.
En sus 58 años de vida se valió de todo para alcanzar sus metas: desde un golpe militar en 1992, hasta el uso del poder político y jurídico para aplastar a la oposición en 2002.
Mediante agresivas reformas jurídicas y electorales arrinconó a la clase política tradicional de derecha en cuatro elecciones y procesos de referéndum; aprovechó el uso de medios de comunicación, redes sociales y tecnologías, más las generosas finanzas generadas por el petróleo para ganar lealtades locales, votos y aliados internacionales.
Su discurso polarizador e incendiario, sus diatribas contra los opositores, su elocuencia y dotes orales, más su populismo alimentado por una chequera sin fin, lo llevaron a derrotar en cuatro ocasiones a sus contrincantes a quienes, burlonamente, llamaba “pitiyanquis” y “majunches”.
Alineó a las fuerzas armadas a su lado, unió a la izquierda en un único partido, cambió el nombre de la República y regaló petróleo y millones a los países aliados, denostó de Estados Unidos y Europa y al final abrazó a Cristo, “el primer socialista”.