Edgard Rodríguez
Hay dos aspectos del beisbol cubano que siempre me han resultado llamativos: su talento físico en general, y dos, su tenacidad para buscar la victoria sin importar el rival.
Probablemente ninguno de esos dos factores ha cambiado, pero ahora compiten en un contexto diferente, de mayor calidad y eso les impide mantener su dominio.
Aún hay jugadores cubanos grandes y fuertes, pero menos que antes. Físicos al estilo Antonio Muñoz, Luis Giraldo Casanova y Orestes Kindelán no son comunes.
Eso, sumado a la ausencia del bate de aluminio y la presencia de oponentes de más calidad, ha planteado un nuevo reto para el beisbol de la isla, habituado a apabullar.
¿Qué harán los cubanos? Eso solo ellos pueden responderlo, pero desde fuera nos queda la impresión que igual que en otras áreas de su sociedad tendrán que darse cambios bastante serios.
Tienen que abrirse a un mayor contacto con el beisbol profesional de EE. UU. o Japón, y un primer paso será establecer alianzas para mejorar sus entrenadores y que luego estos multipliquen.
No hablo de que el beisbol cubano tiene que perder su esencia, sino adaptarse a los nuevos tiempos y si piensa seguir jugando en este contexto pues tomar decisiones que le permitan adaptarse.
Cuba no debería descartar ir a la Serie del Caribe y crear los mecanismos que le permitan desarrollar su talento y participar del fruto si se hacen profesionales.
De lo contrario podrían pasar malos ratos. Ahora el contexto es más exigente.
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