Han aparecido enigmáticos rótulos en Managua, con el singular mensaje de tinte político-religioso: “Quien abusa de su poder ofende a Dios”. No sé quién o quiénes son los responsables detrás de esos rótulos, pero fuentes bien informadas me contaron que han generado un intenso debate dentro de dos sectores del Gobierno.
Un sector abogaba por mandar a quitarlos de inmediato, precisamente porque eran ofensivos al “poder absoluto”. El otro, más reflexivo y sensato argumentaba que era mejor dejarlos tal como estaban, porque si los mandaban a quitar era una confesión tácita y además pública de que quienes detentan el poder abusan del mismo y por ello estaban “ofendiendo a Dios”.
Al final del debate, triunfó la sensatez y la tolerancia, elementos muy escasos y a veces inexistentes donde hay un “poder absoluto” y los rótulos quedaron en su lugar, a la vista de todos. Al no darse por aludidos, al menos demostraron que no tienen un elemento esencial, un común denominador que existe entre los gobernantes con poderes absolutos, que es la intolerancia.
Este hecho me hizo recordar otro rótulo que apareció frente al INRA sobre la Carretera a Masaya en febrero de 1982, cuando el poder absoluto se ejercía en Nicaragua con poca o ninguna tolerancia y fue abusado diariamente. Pero antes de entrar a este tema, un preámbulo de la consigna más coreada de los años ochenta.
En 1980 surgió una consigna reveladora del poder absoluto: “Dirección Nacional Ordene”, es decir: aquí todos obedecemos ciegamente las órdenes del poder absoluto, solo esperamos que nos las “bajen”, disfrazadas de “orientaciones” para cumplirlas.
Al arrancar el año 1982 la Dirección Nacional del FSLN decidió que esta sería la consigna del nuevo año: “Vencimos, somos libres. Jamás volveremos a ser esclavos”.
Pero frente al INRA, sobre la carretera más traficada del país, los que aguardaban las órdenes de la dirección las cumplieron con un pequeño error de puntuación. La manta leía: “Vencimos. Somos libres jamás. Volveremos a ser esclavos”. Y debajo de la nueva consigna del año, la consigna de todos los años de la revolución: “Dirección Nacional Ordene”.
No podía creer lo que mis ojos de periodista habían descubierto en aquella manta, por lo que le tomé una foto y la publiqué en la columna mas leída de LA PRENSA en aquel entonces: la columna humorística “Rionsito”, quien se limitó a comentar debajo de la foto: “Rionsito prefiere no comentar al respecto”. Aquel error era tan evidente, que solo ameritaba una carcajada, no un comentario.
Al día siguiente pasé bajo la manta y para mi sorpresa los operativos del poder absoluto no la habían quitado, ni cambiado, estaba igual y así quedó sucesivamente en los días y meses posteriores, hasta que la manta se pudrió por efecto del sol, las lluvias y el viento y se cayó sola.
No así la columna diaria de humor, Rionsito, que a partir del 15 de marzo de 1982, cuando se impuso la censura previa a LA PRENSA por más de cuatro años no volvió a salir, en un abuso cotidiano del poder.
La orden terminante vino de la misma jefa de la Oficina de Medios de Comunicación (Incomunicación le llamábamos nosotros), la exteniente Nelba Cecilia Blandón quien me dijo en el teléfono en los primeros días de la censura: “Pedro Joaquín, ni se te ocurra volver a sacar un Rionsito”. Entonces perdimos el sentido del humor y no volvimos a mandar un Rionsito para hacer reír únicamente a los censores. También dejamos de escribir artículos de opinión, porque no tenía sentido darle a conocer a los censores lo que pensábamos sin el menor chance de que se publicara.
En este caso de la manta que por un punto mal puesto anunciaba nuestro regreso a la esclavitud bajo la consigna “Dirección Nacional Ordene”, el “poder absoluto” no se dio por aludido con el Rionsito, porque si se daba por aludido demostraría que se podía equivocar, lo cual es contrario a un principio fundamental del poder absoluto: que es infalible si ofende o no a Dios, es un asunto secundario.
La humildad, la tolerancia, el respeto a las ideas de los demás, son valores inexistentes en los “podercitos absolutos” terrenales, que por más absolutos que parezcan, siempre son pasajeros. El único poder absoluto que permanece siempre es el poder de Dios. El autor es diputado.
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