EFE
Para Rodolfo Reyes, sobrino del poeta, “es muy importante que se sepa la verdad (…). Los ojos del mundo están puesto en estas nuevas pericias”.
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Los restos del poeta chileno Pablo Neruda (1904-1973) fueron exhumados de la tumba frente al mar en la que reposaban desde 1992, para determinar si murió de cáncer o fue asesinado por agentes de la dictadura pinochetista.
Después de varios meses de preparativos, incluida la selección de los expertos que en unos tres meses deben llegar a una conclusión sobre la causa de la muerte del Premio Nobel de Literatura 1971, el trámite no duró más de una hora.
La diligencia se realizó por orden del juez Mario Carroza, quien investiga el caso desde mayo de 2011, cuando fue presentada una querella para esclarecer si el poeta murió de cáncer o asesinado con una inyección letal por agentes de la dictadura de Augusto Pinochet.
Los restos del autor de Residencia en la Tierra fueron trasladados de inmediato a Santiago, donde una docena de expertos chilenos y extranjeros realizará “todos los peritajes que sean necesarios”, según dijo el juez.
Mientras se efectuaba la exhumación en Isla Negra, la casa de Neruda frente al Pacífico, familiares y amigos ofrecieron un breve e íntimo homenaje al poeta, acompañados de la orquesta provincial del cercano puerto de San Antonio que interpretó El Aparecido, de Víctor Jara.
Manuel Araya, el antiguo chofer de Neruda, cuyas declaraciones originaron el proceso, dijo tener “fe y esperanza en que la justicia llegó” y consideró la exhumación como “clave” para llegar a la verdad.
“A Neruda se le inoculó una inyección el 23 de septiembre (de 1973). Si no le hubieran puesto esa inyección, Neruda no muere”, insistió Araya, convencido de que el poeta fue asesinado.
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