EFE
En El Salvador, el invento más conocido en los últimos años es la premiada “turbococina”, de René Núñez Suárez, que funciona con leña y es considerada “ecoeficiente”.
El panameño Antonio Clément ha sido también premiado fuera de su país por un generador radial de magnetos permanente, eólico e hidráulico, y por un ecogenerador a pedales.
El médico y científico hondureño Salvador Moncada, del University College de Londres, descubrió en sus investigaciones sobre el cáncer el proceso por el cual las células enfermas proliferan y donde radica la energía que hace posible dicho proceso. También descubrió la prostaciclina, contra los trombos que obstruyen las arterias, y tuvo que ver con el desarrollo del viagra.
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Este invento podría considerarse como tecnología de limpieza medioambiental, ya que permite el “reciclaje” de las aguas residuales de la minería con el uso del mineral dolomita, que permite aprovechar tanto los restos metalúrgicos presentes en ríos contaminados para el sector de la construcción como el agua para el sector agrícola.
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En América Latina hay mucho ingenio y creatividad, pero como dice José Ramón Ostaicoechea, uno de los dos únicos inventores latinoamericanos en el Salón Internacional de Inventos de Ginebra de 2013, “no hay cómo demostrarlo”.
Entre los 45 países representados en la 41 edición del prestigioso salón ginebrino solo hay uno latinoamericano, Perú, que presenta un sistema de seguridad para puertas de altura regulable creado por Ostaicoechea y un sistema de tratamiento de aguas contaminadas por actividades mineras, obra de Silvana Flores.
Ambos ganaron plazas para ir a Ginebra a través de un concurso del Instituto Nacional de la Competencia y la Defensa de la Propiedad Intelectual de Perú (Indecopi), una iniciativa poco común en esta región.
Según datos recientes del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la mayoría de los países de América Latina invierte en investigación y desarrollo entre un 0.1 y 0.6 por ciento de su PIB, casi lo mismo que hace diez años, y la inversión anual de toda la región, incluido el Caribe, es casi la mitad de la de Corea del Sur.
Los inventores latinoamericanos están por tanto en desventaja respecto a los de otros lugares, pero en el pasado además tuvieron problemas para que se les reconociera la paternidad de sus obras en el resto del mundo.
La píldora anticonceptiva, el número cero, el café soluble, el sistema de huellas dactilares, el televisor a color, la birome o bolígrafo y hasta el avión tienen sello latinoamericano, pero es poco sabido y hasta cuestionado en algunos casos.
El brasileño Alberto Santos Dumont es reconocido en su país como el inventor del avión, un título que, sin embargo, se le adjudica en la mayor parte del resto del mundo a los hermanos estadounidenses Wilbur y Orville Wright.
Santos Dumont voló sobre París y ante testigos calificados en 1906 con el 14-Bis, un aparato diseñado y construido por él mismo, mientras los hermanos Wright volaron en 1903 sobre una playa de Carolina del Norte con su máquina voladora, denominada Flyer.
La diferencia a favor del brasileño es que el 14-Bis despegó por sí mismo gracias a su motor aeronáutico y el Flyer no.
Según investigaciones costarricenses, Clodomiro Picado publicó en Francia un informe sobre las propiedades curativas de la penicilina en 1927, dos años antes de que lo hiciera el británico Alexander Fleming, pero pasó inadvertido y aun hoy es desconocido.
No tuvo problemas de reconocimiento el químico mexicano Luis Ernesto Miramontes, quien junto a otros dos científicos sintetizó en 1951 el compuesto noretindrona, base del primer anticonceptivo oral sintético y obtuvo la patente.
Otro mexicano, Guillermo González Camarena, desarrolló en 1940 el Sistema Tricromático de Secuencia de Campos, que no es otra cosa que la primera televisión a color.
Miles de años antes los mayas incluyeron en sus sistemas de numeración un signo que representaba el cero.
En el siglo XX los hermanos uruguayos Félix y Raúl Leborgne inventaron la mamografía y la tomografía laríngea.
En la otra orilla del Río de la Plata un húngaro llegado a Argentina en los años 40, Ladislao Biro, desarrolló y fabricó en ese país la birome o bolígrafo. Biro vendió la patente para Europa al francés Marcel Bich, que popularizó el invento y llegó a ser considerado su creador.
Colombia destaca por sus aportes a la medicina: en 1958 Jorge Reynolds inventó el primer marcapasos intravenoso, en 1964 Salomón Hakim creó una válvula para drenar el líquido cefalorraquídeo en casos de hidrocefalia y en 1986 Manuel Elkin Patarroyo creó la primera vacuna sintética contra la malaria.
El bisturí de diamante es una creación del médico y científico venezolano Humberto Fernández-Morán Villalobos, quien también inventó el microscopio electrónico criogénico.
¿POR QUÉ NO FIGURA MÁS EL CONTINENTE?
El Salón Internacional de Inventos de Ginebra se inauguró esta semana con una gran participación de creadores de Asia y Oriente Medio, pero con una mínima presencia latinoamericana, que los inventores de la región atribuyeron al escaso apoyo oficial y a que las empresas no se atreven a apostar por proyectos nuevos.
“No es por falta de creatividad, sino por el escaso apoyo institucional”, dijo la inventora peruana Silvana Flores.
Flores aseguró que esta falta de apoyo por parte de los Gobiernos y de las empresas privadas a los inventos responde a una falta de conciencia sobre la importancia de la innovación para el desarrollo de la región y es la razón por la que colegas brasileños, colombianos o bolivianos no hayan podido acudir al evento.
El salón cerrará sus puertas mañana, tras haber expuesto al público más de mil inventos de 725 expositores procedentes de 45 países diferentes. Un total de tres inventos españoles fueron galardonados ayer con premios especiales. Flores y Ostaicoechea, pese a no haber ganado reconocimientos, afirmaron que la experiencia fue muy buena.
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