No se necesitaba ser sabio para prever lo que hoy está ocurriendo en Venezuela y el inminente principio del fin del chavismo en ese país. Los camaradas locales incapaces de vivir en democracia han recurrido a aplicar el único recurso que aparece en sus libros de adoctrinamiento: la represión generalizada.
No tienen el carisma de Chávez, no tienen el poder absoluto que este ejercía a su antojo, y son incapaces de manejar la intrincada red de intrigas que campea entre los diferentes poderes del Estado venezolano. Su incompetencia y el abc de su libro rojo solo les indica el camino del garrote y el cierre de los espacios de acción política para enfrentar a una oposición que aparece decidida a echarla toda.
Con el correr del tiempo se aclaran los nubarrones del pasado proceso electoral y ahora parece estar claro que los avispados aprendices de dictadores se robaron las elecciones. El Consejo Nacional Electoral, el Congreso Nacional y el poder ejecutivo son la pata de gallina que aparece enclenque ante el cada día más evidente triunfo de Capriles.
Actuando como un coro desafinado la señora Lucena Tibisay provoca un estira y encoge sobre los procedimientos de revisión reclamados por la oposición. El descabellado Cabello, un auténtico gorila legislativo, aplasta el parlamento con sus acciones represivas y un Maduro, cada vez más superado por un traje que parece quedarle holgado, completan la trilogía arbitraria que se aferra al poder.
Si Maduro logró que la oposición le arrebatara un millón de votos chavistas en tan solo unos meses por su chabacanería, ausencia de imaginación y carencia de habilidades políticas, es posible que quede huérfano de poder a la vuelta de la esquina. Es como un toro que lanza bolos a botellas vacías: todo parece reducirlo a añicos. El recurrente mal uso del recuerdo de Chávez empieza a pasarle la factura de parte de los seguidores de este.
Diosdado, a quien Dios no le ha dado mucho manejo parlamentario, solo parece familiarizado con el garrote y cree que los debates deben ser conducidos con un enorme mazo de aplastar chatarra. Acostumbrado a dirigir un rebaño de diputados chavistas nunca estuvo preparado para enfrentar a parlamentarios opositores que ahora, merced de los resultados electorales, reclaman con más fuerza su espacio de acción en el Congreso venezolano. Además, Merlín no necesita aplicar ningún truco de magia para adivinar que en las próximas elecciones legislativas Diosdado posiblemente no quede ni como bedel en el parlamento. Por ello, ahora aplica lo único que sabe hacer: pavonearse como rinoceronte en un césped repleto de platos de porcelana.
En tanto Tibisay, la señora que controla los hilos de las elecciones ha tejido una madeja que como hiedra se ha revertido en su contra y parece ahogarla inminentemente. Los argumentos para respaldar el supuesto triunfo de Maduro se han agotado y ahora solo queda cerrar la puerta de manera olímpica a cualquier reclamo opositor. El clavo es que para las próximas elecciones municipales no habrá manera de aplicar mecanismos fraudulentos de votación y conteo y es seguro que una abrumadora cantidad de alcaldías y concejales pasarán del chavismo a la oposición.
Está por verse si este trío de trogloditas puede convivir y aceptar los frescos vientos de cambio que se avizoran en Venezuela. Si no habrá que rezar porque el caos no se apodere de ese pueblo hermano. EL AUTOR ES DIRIGENTE HISTÓRICO SOCIALCRISTIANO.
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