Ovaciones, gritos, aplausos, insultos, llanto… todo estalló al tiempo cuando la jueza Jazmín Barrios anunció la condena a 80 años de prisión contra el exdictador Efraín Ríos Montt, por genocidio y crímenes contra la humanidad cometidos durante su régimen entre 1982 y 1983.
“¡Sí hubo genocidio, sí hubo genocidio!”, coreó un millar de personas, entre familiares de las víctimas de las masacres y activistas de derechos humanos que abarrotaron la sala principal de la Corte Suprema de Justicia, en el centro de Ciudad de Guatemala.
En medio del júbilo se escuchó un solitario “¡Jueza estúpida!”, que gritó una mujer joven, partidaria del general.
Ríos Montt fue hallado responsable de 15 masacres a manos del Ejército de 1.771 indígenas mayas-ixiles en el departamento de Quiché (norte), durante su régimen de hierro entre 1982 y 1983, en tanto que su exjefe de inteligencia militar, José Mauricio Rodríguez, también enjuiciado, fue absuelto de los mismos cargos.
Una mesa destruida y los audífonos que el exdictador utilizó para escuchar la audiencia quedaron en el suelo, luego de que reporteros y fotógrafos se abalanzaron sobre él para captar su reacción en el momento del anuncio de la condena.
“Esto es un show político internacional”, dijo Ríos Montt, asediado por decenas de cámaras, micrófonos y grabadoras, mientras que abogados defensores, guardias y policías resguardaban al octogenario militar, quien saboreaba un caramelo.
Pasada la lectura de la sentencia, esperó en la sala varios minutos antes de ser llevado a un cuartel militar que funciona como cárcel en el centro histórico capitalino. Sonriente, su exjefe de inteligencia militar abandonó el recinto en una silla de ruedas y regresó al hospital militar donde es atendido por varias afecciones médicas.
Mientras Ríos Montt estaba aún en la sala, los activistas, que no querían retirarse hasta ver que lo condujeran apresado, cantaban “Solo le pido a Dios” y “Aquí sólo queremos ser humanos”.
“Aquí no lloró nadie, aquí solo queremos ser humanos”, cantaban los asistentes que no paraban de abrazarse y agradecer al tribunal por la resolución condenatoria.
“No creíamos que esto iba a suceder”, dijo a la AFP Elizabeth Osorio, ataviada con una blusa blanca de tejidos indígenas, mientras lanzaba besos a la terna de jueces.
La líder indígena guatemalteca Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz 1992, no podía contener el llanto y las palabras no le fluían para responder las preguntas de los periodistas.
“Este es el precedente que hoy sienta Guatemala al sistema legal a nivel mundial, también sentamos un precedente para dignificar a todos los pueblos indígenas del planeta, especialmente de América Latina”, indicó.
Menchú recordó el esfuerzo que hizo para llevar a Ríos Montt ante las instancias internacionales de justicia y valoró que sea un “tribunal nacional” el que juzgó y condenó el genocidio contra la población ixil y que dejó “un precedente muy grande”.
“¡Muchas gracias!”, le dijeron en idioma maya-ixil a la jueza un grupo de indígenas que estuvieron en el juicio desde su inicio el pasado 19 de marzo. “Agradecemos los aplausos, únicamente hemos cumplido con nuestro deber”, respondió Barrios.
Afuera de la Corte, en la Plaza de los Derechos Humanos, varios activistas e indígenas ixiles celebraron la sentencia frente a un altar de ramas de pino y claveles rojos. “Aquí estamos más vivos que nunca”, gritaba una mujer en medio de una canción de protesta.
María Raymundo, quien perdió a su padre en una de las incursiones militares en la región ixil, en Quiché, saltaba junto a otras mujeres indígenas que observaron los 1.771 globos que fueron soltados al cielo para representar a las víctimas mortales de las masacres.
El gobierno de facto de Ríos Montt, que inició el 23 de marzo de 1982 y concluyó el 8 de agosto de 1983, fue uno de los más sangrientos de la guerra civil que sufrió el país de 1960 a 1996 y que dejó 200.000 muertos o desaparecidos, según la ONU.