Verónica Hernández
Te veo allí
desnudo
exhausto después del amor
desprovistos de corazas guerreras
de títulos y menciones.
En la penumbra, solo iluminado por la sonrisa que da el placer
frágil, doblegado ante el huracán de mis caricias
hambriento de palabras dulces, besos y fantasías
en posición horizontal, puedo ver al hombre… erguido
pleno, insaciable, loco y apasionado.
Y yo,
como en otra dimensión
te observo,
con mi ego embriagado por el amor
descubro mis manos, convertidas en una suerte de llaves,
capaces de abrir tan solo con el tacto, el alma, la risa, el
corazón y la piel.
La euforia me despierta…
Estaba soñando.
Sao Paulo, 11 de sept. 2006
Ver en la versión impresa las páginas: 7 B