Superman fue el pionero de los súper héroes taquilleros, gracias a la franquicia encabezada por Christopher Reeves en 1978. Una segunda ola vino con el Batman de Tim Burton a finales de los ochenta. El tono era más oscuro y violento, y terminó de ennegrecer con la trilogía dirigida por Christopher Nolan. Robert Downey Jr. trajo la ironía con Iron man , y el Hombre de acero quedó como una reliquia del pasado, demasiado inocente para nuestros días. Hasta su apodo es anacrónico. ¿Acaso no hemos descubierto elementos más fuertes que el acero?
Los ejecutivos de Warner Bros hacen de cuenta que Superman Returns (Bryan Singer, 2006) nunca pasó. El director Zack Snyder trata de que el prototípico héroe de la Guerra Fría tenga consecuencia en la aldea global del siglo XXI. Estamos ante una historia de origen. Clark crece para descubrir que es extraordinariamente diferente, mientras el general Zod (Michael Shannon), otro sobreviviente del planeta Krypton, se acerca a la Tierra con funestos designios.
Un extenso prólogo en Krypton descarga la intrincada mitología de la civilización original de Kal-El / Clark. Russell Crowe, como su padre Jor-El, es el equivalente sombrío de Basil Exposition, el jefe de Austin Powers que aparecía ocasionalmente para contar lo que pasaba en la película. Aún después de muerto, Jor-El es una presencia recurrente. Y cuando no está, los personajes secundarios se toman turnos para dispensar información críptica como “¡trajimos un motor de planeta!”, o “¡su punto flaco son los discos invisibles!”. Es ridículo, pero al final, la trama es puro ruido. El verdadero arco narrativo tiene que ver cómo el protagonista toma conciencia de su poder personal, y asume la responsabilidad que este acarrea.
El guión de David S. Goyer deja caer bien espesa la alegoría cristiana. No es una casualidad que Clark tenga una epifanía en una iglesia, conversando con un sacerdote, con un vitral de Jesucristo visible a sus espaldas. “Será un Dios para ellos”, dice Jor-El al enviar a su hijo al planeta de los terrícolas. Clark tiene dos sets de padres con admirables bases morales. La climática destrucción de Metrópolis invoca ecos de los atentados terroristas del 11 de septiembre. Esa es la estrategia para hacer el personaje pertinente: poner en el frente del escenario los valores de Dios, Familia y Nación. Así, con mayúsculas.
Snyder logra infundir en la película una atmósfera distintiva, y sabe emular a los mejores. Los episodios de la niñez y juventud de Clark están filmados en el estilo elegíaco de Terence Mallick. La toma de un tendedero de ropa en el campo se presenta como El tendedero ideal , capturado de la memoria colectiva y presentado como símbolo sublime. Eso alterna con escenas con tonos de cómic realista. Me encanta la visualización de la película. Las escenas de acción son hiperbólicas, pero consistentes dentro de los parámetros de su ficción. Además, la composición en cámara y edición permite seguir la coreografía de las peleas. Aún cuando los giros de la trama desafían a la seriedad, la estilización y los actores mantienen la película en el aire.
Un pequeño ejército de secundarios de lujo pueblan las márgenes de la historia con carácter. Veteranos en el abandono como Crowe, Kevin Costner y Diane Lane dan sobriedad cuando esta más hace falta. Shannon es divertido como el villano, aunque a veces suena peligrosamente como el Dr. Evil. Y el Superman de Henry Cavill es, apropiadamente, una atractiva tábula rasa sobre la cual se pueden proyectar ideales. Está por verse si tendrá la oportunidad de construirlo en un personaje interesante.
Ver en la versión impresa las paginas: 8