Según lo dicho por el señor Porfirio García, presidente de la Unidad Nacional del Adulto Mayor (UNAM), en la concentración de empleados públicos y partidarios orteguistas del lunes pasado, la lucha por la pensión reducida ha llegado prácticamente a su fin. Ahora, según se desprende del discurso que García pronunció en la manifestación oficialista, solo va a negociar el restablecimiento de algunos beneficios que el Gobierno había concedido, pero luego suprimió, como son el llamado bono solidario para unas ocho mil personas, paquetes de productos alimenticios e implementos mecánicos o prótesis.
Pero la aparente culminación infructuosa de esta etapa de la lucha por la pensión reducida, no demerita la gesta de los ancianos ni menoscaba la lección de dignidad que ellos le han dado a toda la sociedad nicaragüense.
Además, esta lucha de los adultos mayores ha servido para demostrar —o más bien dicho, para corroborar— la existencia de una generosa reserva moral en la juventud nicaragüense, lo cual alienta la esperanza y promueve la confianza en que más temprano que tarde Nicaragua será una sociedad de gente libre y digna. La emocionante solidaridad material y moral de los jóvenes con los ancianos, por la cual fueron golpeados por las turbas de Daniel Ortega y vejados por la fuerza policial orteguista, ha contrastado de manera luminosa con el sombrío y degradante espectáculo de la multitud de personas arriadas como borregos de desfile para ir a manifestarse en respaldo de los verdugos.
En la historia de esta admirable jornada de lucha debe quedar registrada la presencia de la Iglesia católica por medio de los obispos Leopoldo Brenes y Silvio Báez, quienes desafiando el peligro y la amenaza de las turbas fueron al terreno de los acontecimientos para defender a los ancianos y los jóvenes agredidos, para auxiliar a los humildes, débiles y oprimidos que claman respeto a sus derechos y su dignidad humana.
La homilía de monseñor Báez en la misa del domingo 23 de junio en la catedral de Managua, dedicada a los ancianos y los jóvenes reprimidos, ilustró la situación que impera en Nicaragua. Sus palabras son como una guía espiritual para las nuevas jornadas de lucha cívica que inevitablemente vendrán. “Vivimos en una sociedad donde hay ansias ilimitadas de poder, un poder que se vuelve también un dios al que se adora”, expresó el obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Managua. “Hay un poder ilimitado y se busca con todas las ansias incluso, perpetuarse en el poder”, denunció monseñor Báez y agregó que, “aquí se idolatra el dinero, porque el dinero se pone antes que las personas sabemos cuanta gente adora al dios dinero y cuanta gente vende la conciencia por dinero y cuanta gente calla la mentira y la justicia por dinero”.
Las palabras de profeta pronunciadas por monseñor Báez el domingo pasado fueron confirmadas al día siguiente, cuando los idólatras del dinero salieron a la calle en una manifestación oficialista convocada para burlarse de los ancianos que reclaman su pensión reducida y rendir pleitesía al becerro de oro gobernante.
Ver en la versión impresa las páginas: 10 A
