Mauricio Antonio Flores Hernández
“Si es pequeña la Patria, uno grande la sueña”. Esas palabras fueron pronunciadas por nuestro más grande poeta, Rubén Darío. Lamentablemente, los políticos nicaragüenses a lo largo de la historia han preferido empobrecer nuestra nación dilapidando nuestros recursos económicos. Los intereses personales de esa gente han estado por encima de los intereses de los pobres, quienes constituyen la inmensa mayoría de nuestra nación. Así, pensando en el “bienestar común” de la población ha sido dejado a un lado. Esa ha sido la triste historia de nuestro pueblo.
Actualmente nuestro país se encuentra muy dividido entre aquellos que apoyan el régimen del presidente Daniel Ortega y los que se oponen a su llamado “proyecto socialista, cristiano y solidario”. Ortega, quien está ocupando un extraperiodo presidencial violando la Constitución nicaragüense, se llena la boca sobre los avances macroeconómicos de Nicaragua.
La economía puede crecer en números absolutos, sin embargo, eso no significa que esas supuestas “mejoras” alcancen por igual a los más necesitados. Joseph Stiglitz, quien ganó el premio Nobel de Economía en el 2001, ha señalado sobre cómo indicadores económicos como el Producto Interno Bruto (PIB) son engañosos y peligrosos porque pueden conducir a tomar decisiones económicas y sociales equivocadas. En el mismo tiempo el régimen “orteguista” habla de independencia y autodeterminación de los pueblos. Los hechos demuestran lo contrario. Desde que Ortega regresó al poder ha sido apoyado fuertemente por el gobierno venezolano, a través de su amistad con el fallecido presidente venezolano, Hugo Chávez. Cálculos conservadores calculan en US$500 millones anualmente la ayuda de Venezuela a Nicaragua, sin ese apoyo bolivariano Ortega se las vería en aprietos para satisfacer las demandas de su base de seguidores. Eso es una gran dependencia en la cooperación internacional hacia nuestro país. La gran pregunta después que falleció Chávez es cómo su desaparición va a afectar el flujo de recursos a Nicaragua y el llamado proyecto bolivariano en la región latinoamericana.
A pesar de que nuestro país está dividido como ya lo he señalado, Ortega tiene grandes ventajas para controlar descontentos y protestas populares. La llamada oposición nicaragüense carece de un verdadero, unificado y sólido liderazgo para movilizar a quienes desagradan con Ortega. Pienso que, desafortunadamente, el que una vez se perfiló como líder, Eduardo Montealegre, ha fallado a llenar las expectativas sobre él. Como decimos en buen nicaragüense, “el zapato le quedó grande”. El tiempo ha venido a demostrar que solo cuando se tiene un verdadero líder, no prebendario, cuyos intereses personales se alinean con los intereses de la mayoría, el cambio hacia un régimen democrático es posible. Tristemente, ese no es el caso de Nicaragua, al menos en el corto tiempo. Una solución para consolidar una real oposición al dictador Ortega sería buscar y consolidar la renovación de los llamados “líderes”. Nicaragua está llena de gente honrada, honesta, capaz y sobre todo quienes desean una patria próspera y equitativa para todos. Esas personas podrían jugar un gran papel ayudando al país con sus conocimientos y capacidades. Sin embargo, estas personas son bloqueadas en los partidos políticos existentes porque la inepta clase política nicaragüense los mira como un peligro a sus intereses personales.
Esa es la triste historia de la actual Nicaragua. Un pueblo joven, vigoroso y con una población llena de esperanzas y sueños de una Nicaragua mejor, donde la población pueda encontrar un trabajo digno y respetuoso, y no depender de las migajas del dictador de turno. El desempleo sigue siendo alto y la emigración hacia otros países, especialmente EE. UU., es grande. Este es otro ejemplo de cómo un crecimiento macroeconómico en un país no brinda automáticamente una mejoría en la mayoría de la población. Así, nuestra linda Nicaragua está en un laberinto del cual es difícil pueda salir, pero no imposible. Como un nicaragüense, quien tiene la oportunidad de conocer e interactuar con gente alrededor del mundo, mi deseo es ver cumplido el sueño de Rubén Darío y es ver avanzar este pequeño país hacia un sistema democrático y en libertad, tanto en lo social, económico, cultural y político. Nicaragua es un país lleno de recursos naturales: volcanes, playas, lagos, lagunas, ríos, tierra en abundancia a construir proyectos que generarían empleos y llegarían a beneficiar a la población en general, no solo a un grupo afín al caudillo en el poder. Bien, veremos lo que el futuro le tiene preparado a este país. ¡Dios bendiga a Nicaragua!.
El autor es Escritor y politólogo.
Ver en la versión impresa las páginas: 10 A