Los exóticos árboles de metal de color amarillo brillante e iluminados durante la noche mediante electricidad, que por voluntad de la vocera presidencial y esposa del presidente inconstitucional Daniel Ortega han sido instalados en la Avenida Bolívar y la plaza de la Fe; y que según las indagaciones de LA PRENSA para la próxima celebración de Navidad serán colocados también en las rotondas de Managua, producen en los nicaragüenses sentimientos encontrados.
Para muchas personas esos artefactos son feos, esotéricos, misteriosos, incluso malévolos y diabólicos. Árboles de la muerte, los llaman quienes piensan de esa manera. Sin embargo, para otros, quienes probablemente son muchos también, esas figuras metálicas de árbol son hermosas, de muy buen gusto y representan símbolos estimulantes de un espíritu positivo. Árboles de la vida, les dicen los partidarios del Gobierno, repitiendo el nombre con el cual los llama la esposa presidencial.
En sí mismos, esos supuestos árboles de la vida, o de la muerte, no son más que simples e inocuas figuras de metal que ni causan el mal ni promueven el bien. Pero es probable que el propósito de darles un sentido misterioso y acostumbrar a la gente a verlos todo el tiempo, sea parte de una estrategia para sustituir los símbolos culturales y religiosos tradicionales de los nicaragüenses, de los cristianos en particular, y reemplazarlos con los de alguna creencia irracional e idolátrica. Probablemente se trata de una forma del lavado de cerebros que suelen aplicar los gobernantes totalitarios y otros que tienen la misma pretensión de cambiar a su gusto la sociedad y perpetuarse en el poder. Sin embargo, a las personas de convicciones firmes y fe muy arraigada, no se les puede lavar la conciencia con artilugios y supercherías de ninguna clase, así lo ha demostrado la historia de los países que tuvieron la desgracia de ser conquistados por el totalitarismo y otros sistemas afines.
Ahora bien, al contrario de lo que se ha dado a creer en Nicaragua, los llamados “árboles de la vida” colocados por el Gobierno en el centro histórico de Managua no son creación de la primera dama de facto de Nicaragua ni es ella quien les ha dado ese nombre. Si se busca en internet se puede encontrar centenares de diversas imágenes del tal árbol de la vida, incluyendo la figura de metal pintado en amarillo que el orteguismo ha mandado a sembrar en el centro de Managua; figura que es obra de un excéntrico artista australiano llamado Timothy Parish, quien la creó en el año 2008 y las copias del diseño original se pueden comprar en su sitio web personal.
Parish, quien reside en la ciudad de Darwin, Australia, se identifica a sí mismo como un artista a quien le gusta jugar con palabras, colores, píxeles y moléculas. Parish da a conocer en su sitio web que él trabaja en videoarte, filmación de películas, ilustración, escritura y diseño gráfico. Y agrega el artista australiano de la nueva ola, que junto con el escritor esotérico también australiano, Rak Razam, y otros, publicó en 2009 la antología Journeybook que es “una colección de arte y escritos sobre estados alterados de la conciencia y chamanismo psicodélico”.
De manera que es fácil imaginar por qué los gobernantes de Nicaragua han copiado la obra de Parish y han instalado esos árboles metálicos, que han venido a ser como un símbolo visual del régimen orteguista.
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