14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Con Poe, abajo, a su lado en una imagen de Oscar Cantarero. LA PRENSA/cORTESÍA DE PABLO CENTENO

El poeta y sus gatos

Resulta sugestivo que un poeta como Carlos Martínez Rivas, acostumbrado a callejear por las metrópolis, en busca de la antigua fusión de su mejor yo con el hallazgo inefable –en desesperado intento de cambiarle el curso al desalmado sino, desde un inicio mostrase una fijación por lo elegíaco, presente en la naturaleza y en lo animal, ese paraíso ya no recobrado, reducido y manifiesto en lo campestre, en lo vivificante de la inocencia animal—, lo va mortificando y ejemplificando en seres tan individuales, de extraño comportamiento y a la par fascinantes de ímpetu y salvaje belleza como los gatos.

Pablo Centeno-Gómez

Resulta sugestivo que un poeta como Carlos Martínez Rivas, acostumbrado a callejear por las metrópolis, en busca de la antigua fusión de su mejor yo con el hallazgo inefable –en desesperado intento de cambiarle el curso al desalmado sino, desde un inicio mostrase una fijación por lo elegíaco, presente en la naturaleza y en lo animal, ese paraíso ya no recobrado, reducido y manifiesto en lo campestre, en lo vivificante de la inocencia animal—, lo va mortificando y ejemplificando en seres tan individuales, de extraño comportamiento y a la par fascinantes de ímpetu y salvaje belleza como los gatos.

En su compañía, el poeta hizo más leve el agrio sabor del fastidio y soledad de sus últimos años. Pero, también desbordó su simpatía por otros aspectos y criaturas de la naturaleza: los pájaros e insectos (ver poemas Cuando murió la garza de mi casa, año 1940; Una Llama en el bosque de Chapultepec, Parte sobre el pájaro llamado Sargento y su estrategia, Katya y Salvador cantan, “Cucarachas”), mariposas, abejas…

Cierto día, hurgando entre cerros de fólders apilados por todas partes en la oficina, di con uno que contenía cartas y mensajes de Martínez Rivas. En una nota de 1991, el poeta evoca la vez que estuvo en mi casa ubicada en las inmediaciones de la Carretera a Masaya.

No obstante el tiempo transcurrido entre la fecha de su visita y la redacción de su mensaje, el poeta revela un fiel recuerdo de la impresión que despertó en él la vista de tantos animalitos correteando por el patio frondoso y dentro de mi morada. Allí fue que le dio nombre a una joven gallina india, que solía recogerse a dormir plácidamente erguida encima de un librero, en la sala.

Todo ocurrió cuando un 8 de octubre de 1984, nos dirigimos a principios de la noche a mi domicilio, con CMR, el rector Dr. Humberto López, algunos escritores y artistas, al concluir un concierto en el que Katya y Salvador Cardenal cantaron en la UNAN su versión musical del poema Smaragdos margara. El poeta llevaba una botella de Ron Flor de Caña etiqueta negra, que confió para su propio consumo a la muchacha que atendía el bar.

La gallina Victoria

En una de las tantas idas desde la tertulia del patio al bar de la sala, observé que el poeta se percató de la presencia recogida de la gallinita de plumaje dorado, sobre el librero. Entonces se fue acercando lentamente hacia el mueble sin despegar la vista del ave. —¡Oh qué linda mayólica! —exclamó, entre el revuelo y los quiquiriquíes de la animalita asustada. —¡Pues es de verdad, la gallina Victoria! —me dijo riendo con un gesto de asombro, como si la sorpresa hubiese empollado y reventado en su propio jardín interior. De allí, el nombre de la gallina: Victoria , y la nota de CMR:

Altamira D’Este, casa No. 8 / Managua, lunes 7 junio 1991. 1:30p.m.

Querido poeta y gran amigo don Pablo Centeno-Gómez:

Aún en la mente del recuerdo, feliz; disfrutando de las originales horas pasadas en su cabaña encantada: con el ciervo, la coneja, Giovanni, las dos perras y el spaniel; la gallina Victoria, et le vieux colombier. Guardo en una esquina de mi estudio, el esbelto bambú. Gracias por esa noche de melón y café; y el au lendemain saboreado gallo-pinto de alta culinaria (…)

La verdad es que el nombre dado repentina y espontáneamente por CMR a la gallina había despertado en mí un vivo interés. Aunque nunca se lo pregunté, había arraigado en mí la idea de saber qué lo impulsó a expresar con ese nombre la emoción producida por la repentina agitación de la animalita sorprendida.

De cualquier modo, ello me forzó a tratar de encontrar el significado que pudo provocar que él vinculara el sorpresivo revuelo del ave tal vez con algo, cosa o sensación, asimilado en la remota época de su peregrinaje por las pinacotecas y museos europeos.

Tiempo después, tras un paciente recorrido a fondo por las regiones más íntimas de mi mente, me atrevería a decir —aunque parezca extraño e indemostrable— que descubrí la señal y la imagen que pudo haber emparentado la emoción del poeta con el súbito movimiento rítmico del plumaje estremecido.

Fue así como llegué a asociar la sorprendente fantasía y memoria visual de CMR con el agitado y gracioso esplendor de la Victoria alada de Samotracia, cuya sugestiva escultura hace sentir cosas distintas al solo entrar al museo del Louvre, en París.

Nueve años después del encuentro bautismal con el poeta, Victoria cerró definitivamente el pico, y ahora reposa junto a sus pares: la ardilla Blue, la gata Geo, la perra Bambina, Giovanni conejo y Olmo venado. Al poeta le hacía gracia cuando de vez en cuando preguntándome por las mascotas, yo le contaba de alguna travesura advertida al ponerle especial atención y cuidado a ese encantado mundo pequeño.

Desde que se instaló en la casa de Altamira, el poeta hizo huéspedes exclusivos de su solitariedad a los gatos. Sueltos, errantes, sensuales, huraños, solos… como él. Allí fueron llegando —como atraídos por imán— con sus distintos encantos y secretos.

[doap_box title=”En casa” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]

  • Carlos Martínez rivas
con mis gatos y la Muerte

Mis Felis catus, mis Felis domesticus,
objeto de mi inclinada solicitud, transitan
sin ver la nube negra que a toda hora se cierne
—agorera— sobre sus cabezas: mi muerte.
Hablándome en su idioma, estiran o arquean
el lomo; pasan el largo cuerpo contra la arista
si tienen hambre; cuando se encuentran
juntan sus hocicos; con los ojos cerrados
rascan su cuello bajo la oreja con una garra
de invisible velocidad; bostezan, duermen…

No obstante, observándolos,
su inconsciencia me desgarra el alma
(como lo harían sus propias uñas de acero
o sus afilados dientes); pues, mientras
ellos pasan enseñoreándose de la casa, yo
ya los veo en inválida orfandad animal,
a merced de bestial bruteza humana: maullando
tras la solícita sombra ausente.

Alta
mira
agst.

Invierno 1994.

[/doap_box]

Seguramente CMR se sabía de memoria estos versos de Baudelaire a los fascinantes felinos: “Los férvidos amantes y los sabios austeros / Aman del mismo modo, en su madura edad, / Los poderosos gatos, orgullo de las casas, (…). // Amigos de la ciencia, del deleite gustosos, / El silencio y el vértigo de las tinieblas buscan; (…). // Cuando sueñan adoptan actitudes / De esfinges reclinadas contra la soledad, / Y parecen dormidos con un sueño sin fin; // Mágicas chispas brotan de sus ancas mullidas / Y partículas de oro como una fina arena / Vagamente constelan sus místicas pupilas”.

Los primeros huéspedes

Tal vez, como peregrinos o como exiliados; expulsados por la brutalidad, la arrogancia o los prejuicios humanos, fueron acercándose a su patio los primeros gatos. Él los habrá invitado a entrar en su refugio ya que luego, sabemos y nos consta, por largos años le dieron compañía, sin quitarle soledad.

Lo cierto es que el poeta supo apreciar a cabalidad su indolencia natural y su presencia solitaria; maravillándose con embeleso y serenamente ante el airoso encanto travieso de los mininos.

En el poema Tríptico

Él vivía entonces acosado, desconcertado por las fuerzas del bien y del mal; y, sin embargo —como lo expresó en el poema “Tríptico”— se empeñó en “proteger de las pruebas de la vida a [los] gato[s]”, y en “darle[s] un morar suyo donde hogar y un nombre”.

“Pero sabed —dijo T. S. Eliot— que un gato requiere un nombre suyo, / un nombre peculiar y mucho más conspicuo; / si no; ¿cómo podría alzar su rabo oblicuo, / o atusar sus bigotes o vigilar su orgullo?” En verdad Mr. Eliot comentó con asombro divertido la loca sabiduría de los gatos: “Si un ratón le señalas dirá que quiere rata. / Y si a la rata apuntas, no, de ratón se trata. / Hum, Ron Ton Estirón es un gato curioso— / Y no te quepa duda, / pues digan lo que digan quienesquiera / él hará lo que quiera / por más que lo repudie el intelecto. // (…) él hará lo que quiera / contra todo consejo y sin ayuda. // (…) Si le sugieren crema, rehúsa con cinismo, / porque solo le gusta lo que ve por sí mismo”.

El animal sagrado

Ciertamente, es harto conocido desde antaño la figura del gato como animal sagrado y literario. En el antiguo Egipto se creía que la diosa BASTET era esposa e hija de Atum-Ra, dios del sol, o hija de Osiris e Isis. BASTET —deidad de la feminidad, de la ternura maternal, la música, la danza y la alegría—, se solía representar como un felino sentado de cuello estilizado o como una mujer con cabeza de gata, que en la mano porta un sistro.

En sus templos había gatos sagrados que sus devotos tenían como encarnación suya y cuando morían, eran momificados. Las leyes egipcias castigaban con la pena capital a quien ocasionara la muerte de un minino, y cuando un gato doméstico perecía, los miembros de la familia se enlutaban y se rapaban las cejas en señal de dolor.

Octavio Augusto César, primer emperador de Roma, describió a su gata blanca con ojos de oro, de la raza Angora Turco, como “delicada y refinada. Noble e independiente de espíritu”…

Historia de los gatos

No obstante, los gatos —sobre todo los de color negro— fueron víctima de una implacable, brutal y absurda persecución de la Iglesia católica que, en el siglo XV, los relacionaba con ritos paganos, diabólicos y de brujería. Así, durante esa oscura época, también ellos, los gatos —como los disidentes, sediciosos, “herejes” y apóstatas—, eran quemados vivos. Aunque, a decir verdad, hoy, tampoco en esta distinta y destellante era digital, su “invulnerable inocencia” se encuentra a salvo de maltrato y estúpidos prejuicios.

En todo caso, baste señalar aquí a algunos intelectuales que incluyeron en su entorno y sus páginas a estas sugestivas criaturas: Du Bellay, La Fontaine, William Wordsworth, Víctor Hugo, Edgard Allan Poe, Charles Dickens, Charles Baudelaire, Christina Rossetti, Oscar Wilde, W. B. Yeats, John Keats, Sidonie Colette, T. S. Eliot, (encantadores sus poemas Algunos de los gatos prácticos del viejo Possum ), Louis-Ferdinand Cèline, Ernest Hemingway, Jorge Luis Borges, Jacques Prévert, entre otros.

Los grafitis

Motivado por su dolorido sentir ante la indefensión animal, CMR escribió estos grafitis ardidos en las paredes de su domicilio:

“Irremediablemente infortunado, el animal, es el diario motivo; mi vista del infortunio animal (los caballos apaleados en sus ojos, en sus dulces ojos, las perras hambrientas), es el diario motivo del desangrarse de mi corazón. Agosto 1993”. / “Hoy mi mente fue presa de una insólita reflexión: llevo, ya, días, semanas, meses, sin ver una mujer preñada. ¿Es que retorna la Edad de Oro; la extinción del género humano; y solo bestias —simples, puras— poblarán la tierra? 1 de junio 1994, Altamira D’Este, #8, 5:00 p.m.” / “En el hombre existe mala levadura (…). Mas el alma simple de la bestia es pura” R. D. / “Las dos gatitas: me dan compañía, sin quitarme soledad”.

El gato Poe

Cuando perdió a su gato Poe —fundador con Midget en 1984 de la familia de todos sus gatos: Ulises, Mur, Kitty, Electra, La Gatita…—, pensó escribirle una elegía basada en la elegía de Cátulo al gorrión; seguramente con la apremiante intención de hacer imperecedera la memoria de la “invulnerable inocencia” de un animalito expuesto al daño de brutales obstáculos, y/o, en todo caso de hacer “memoria incorruptible” su misteriosa y amada Gatitud, su Gatidad.

En un borrador de intención de testamento, nunca formalizado, el poeta escribió: “Mis dos gatos, Poe y Mur, pasarán a ser posesión únicamente del señor Róger Barberena Garay. Solamente él sabrá darles el amor y cuido devoto y costoso que yo, en vida les doy. Ellos, los dos gatitos, lo siento así, y siento decirlo, son los únicos seres vivos, impotentes, como animalitos, para expresarlo, que van a sufrir mi falta”. Y este escrito que describe un intenso momento síquico de este profundamente humano poeta: “Este gato [Poe] es mucho algo más que un animalito que yo quiero. He puesto, he visto, experimentado, proyectado tantas cosas mías en él (no solo de vida presente de los últimos años, sino de mi vida pasada) que es como una bolsa de terciopelo negro, una caja antigua en la que he echado y echo diariamente tantas cosas mías que solo yo conozco al punto que me identifico con él, y lo miro, lo amo, me entristece, me provoca piedad, ternura, desilusión, remordimientos… como si fuera yo mismo quien camina, duerme, come, sufre en su cuerpo de gato”.

El dramático final

Por la siguiente nota íntima nos enteramos del dramático final de Poe y del enorme remordimiento y nostalgia que provocó en el poeta su pérdida. Y aunque nadie de entre sus cercanas amistades —su prima Olga Rivas, Eduardo (Poncho) Callejas Deshon, Carol Bendaña, Donaldo Altamirano, Marta Zamora, Francisco Valle, Róger Barberena, Juan Chow, Evelyn Martínez, Raúl Quintanilla Armijo, Erick Blandón, Berenice Maranhâo, Juan Bautista Juárez, Mario Montenegro, Anastasio Lovo…— pudo dar precisiones ni pistas sobre el asunto, se supone que el hecho debe haber ocurrido a finales de los años ochenta. Leamos las frases lastimeras del poeta:

“Pero, tú, mi POE, ¿en dónde vas errando ahora? Te abandoné al hambre y al desconsuelo. Te di porque estábamos muy pobres y no podía alimentarte. Y te di al Bruto. A la Bestia. Al Barril de Cerveza. Al Tonel de Ron y Chicharrón. Al más inservible chocarrero de los falsos falstaffs. Mi Poe un gato mendigo, pordiosero sin brillo tu pelo negro, desnutrido”.

En el poema En casa con mis gatos y la muerte se patentiza a las claras la extenuante inquietud y dolor del poeta, presintiendo un futuro sombrío para sus mascotas indefensas, luego de su muerte:

En todo caso, a pesar de su frustrada intención de escribir la elegía para su gato Poe, CMR dejó escrito su nombre y su especial curiosidad y cariño por los gatos en varios poemas, tales Pintaré un gato dormido, Tríptico / Tabla II, De gatos y nosotros, Que trata de El Gato y su especie, Horno, Murmurria, Peán de Honor y Muerte al poeta Eliseo Diego, Inmortal Blasón y En casa con mis gatos y la muerte.

Cultura arte Poeta archivo

Puede interesarte

COMENTARIOS

  1. Ignacio Somoza
    Hace 10 años

    Es agradable saber de nuevo del poeta Pablo Centeno-Gómez, con quien forjé entrañable amistad en la unan managua. Cuando llegué miré un hombre dolido por la reciente muerte de un gran amigo, refugiado con su simbiótico olor a tabaco, en esa oficina llena de todo, y donde aprendí que un poema es más que una juntura de palabras bonitas que riman. CMR ha dejado un gran legado poético a Nicaragua que va mas allá de su insurrección solitaria, o la puesta en el sepulcro.

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí