Mauricio Antonio Flores Hernández
Desde pequeño me he encantado jugando y atendiendo juegos de beisbol. Es un deporte que combina los talentos individuales de los jugadores con un objetivo común: ganar el encuentro de cada jornada.
Asimismo, los asuntos políticos los he seguido de cerca desde una temprana edad, siendo las discusiones de democracia interesantes e intrigantes para mí. Los partidos políticos organizados tienen además el objetivo de triunfar en su campo de competición. Sin embargo, los métodos y medios para alcanzar sus metas muchas veces son muy cuestionables.
En la actual oposición política de Nicaragua hay un gran problema: todos quieren ser el “superestrella” del equipo, en el cual esa persona es el centro de atención, importándole más sus intereses individuales que los del “bien común”. Es el caso en el cual todos los que ocupan posiciones de “liderazgo” desean ser el cuarto bate, conectando el jonrón que le dé el triunfo a su equipo alimentándole su ego.
Esto es problemático: Toda organización, no importa su carácter: religioso, político o deportivo no debería organizarse en base a un esquema individualizado donde la figura de una persona está por encima de los demás. La historia demuestra que solamente cuando se tiene un liderazgo que deja de un lado su egoísmo y de mirar a los demás como inferiores, las cosas funcionan en un camino esperanzador hacia el futuro.
Analicemos el caso de los Gigantes de San Francisco y la Unión Nacional Opositora (UNO) que derrotó al régimen “orteguista” en 1990. Durante mucho tiempo, los Gigantes tuvieron grandes estrellas como Willie Mays, Juan Marichal y Barry Bonds. Sin embargo, no alcanzaron la meta de ser los campeones de las Ligas Mayores. Fue hasta en el 2010 cuando sorpresivamente lo lograron.
La clave del éxito y entonces de nuevo en el 2012, fue su unidad, enfocándose en hacer las pequeñas cosas: embasar, avanzar al corredor con un toque de bolas, contando con lanzadores formidables, y una defensiva llena de buenos jugadores aunque sin una “superestrella”.
Ese fue el caso de la UNO cuyos dirigentes políticos comprendieron la importancia de unirse, hacer lo necesario a derrotar al dictador de turno, eligiendo en consenso a Violeta Barrios, la candidata del cambio y la esperanza de una mejor Nicaragua sin guerra, ruina económica y quien comenzó la dura tarea de la transición a un régimen democrático. Eso fue histórico: de diferentes tendencias políticas se formó esta alianza por Nicaragua y todos hicieron su papel. Algunos fueron los jugadores tocando la bola, otros fueron corredores emergentes. Nadie ganó el juego solo.
Desafortunadamente, la actual “profesional oposición” nicaragüense es débil, desorganizada y excluyente. No tiene autoridad moral una persona o un grupo de ellos, quienes por un lado critican sobre la falta de transparencia, credibilidad del actual gobernante y su cúpula, siendo esto cierto, y sin embargo en sus propias esferas políticas practican lo que critican, alejándose de las reales preocupaciones del pueblo nicaragüense como las faltas de oportunidades de trabajo, la alta emigración de nicaragüenses al exterior, calidad de educación para todos.
Mientras estas personas no deseen jugar en conjunto en lugar de cada quien por su lado, tendremos un presidente autoritario, violador de la Constitución Política como el actual por largo tiempo. Esto debería ser un motivo de reflexión: ¿Es más importante mi posición personal llena de cargos políticos y prebendas que la lucha por la “democracia” en Nicaragua? La respuesta lógica sería “NO”. Lamento comunicarles que en este caso los hechos demuestran lo contrario.
Todavía hay tiempo para cambiar el rumbo errado que llevan aprendiendo de la historia: cómo la arrogancia de unos pocos nos afectan a todos como nación.
De esta manera les hago un llamado e invitación a unir esfuerzos para lograr un objetivo más grande que cualquier interés individual: lograr el triunfo y consolidación de la democracia en Nicaragua. El autor es escritor y politólogo.
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