Edmundo Jarquín
Como es conocido, entre las propuestas de reforma a la Constitución está establecer la reelección presidencial indefinida. Eso, y no otra cosa, es lo que se está proponiendo y discutiendo.
Cuando ante la Comisión Especial que está dictaminando la propuesta de reformas compareció en pleno el Consejo Supremo Electoral (CSE), su presidente de facto, señor Rivas, dijo a la Comisión que en 16 países de América Latina existía la reelección. Agregó que no había que temer a la reelección.
Entrevistado al respecto por el Canal 12 dije que no era cierto, como el señor Rivas había dado a entender, que en 16 países existe la reelección indefinida. Solamente existe en uno, Venezuela. Y dije que a lo que temíamos es a la forma en que el CSE bajo la dirección del señor Rivas cuenta los votos. Para ello, agregué, si de favorecer a Ortega se trata, dos más dos no es cuatro, sino seis, diez o veinte, según convenga a Ortega.
Parece que mis declaraciones sacaron de sus casillas al señor Rivas quien reaccionó desmesuradamente (llamándome ignorante, incluso). Como ya sabemos que las desmesuras de él son ilimitadas, no las contestaré, pero quiero explicar mi posición a mis compatriotas de uno y otro color político.
En América Latina existen 18 regímenes políticos presidencialistas. En cuatro de ellos (Guatemala, Honduras, México y Paraguay) no existe la reelección en absoluto. Quedan, entonces, 14 y no 16. De esos 14, la reelección inmediata, no indefinida, existe en cinco (Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia y Ecuador). Quedan, entonces, nueve. De estos hay reelección no inmediata (se dejan transcurrir uno o dos períodos), no indefinida, en ocho (Chile, Costa Rica, Dominicana, El Salvador, Nicaragua, Panamá, Perú y Uruguay). Entonces solamente queda un país, que, como anotamos, es Venezuela. Para decir lo menos, la Comisión de la Asamblea Nacional fue mal informada.
Finalmente, como el señor Rivas en su desmesura dijo que no es el CSE el que cuenta los votos sino el pueblo a nivel de cada Junta Receptora de Votos (JRV), ¿por qué nunca ha aceptado que se cotejen las actas de las JRV de las elecciones municipales de 2008, en que se documentó nítidamente el fraude en casi cuarenta alcaldías, incluyendo Managua, León, Masaya, Jinotega y Juigalpa? La respuesta a esa pregunta está en la sumatoria de votos que es responsabilidad del CSE a los diferentes niveles de los centros de cómputos (municipal, departamental y nacional). Por esa razón es que en las elecciones presidenciales de 2011 la Misión de Observación de la Unión Europea señaló que el proceso “ha estado dirigido por un consejo electoral muy poco independiente y ecuánime, que no ha cumplido con su deber de transparencia y colaboración con todos los partidos”, enumerando una serie de anomalías que “constituyen serias limitaciones a la transparencia y reducen notablemente la capacidad de verificación de fases fundamentales del proceso, incluida la sumatoria de resultados en los centros de cómputo”.
Como si lo anterior fuese poco, en su segundo pronunciamiento esa Misión lamentó que la escasa transparencia se “haya mantenido e incluso agravado durante la sumatoria de resultados en los distintos niveles de la administración electoral”.
Como se ve, hay fundadas razones para temer que con este CSE dos más dos no es cuatro. El autor es excandidato a la Vicepresidencia de Nicaragua.