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Jorge Orozco ha sido un hombre de espectáculo. Debutó en el circo desde muy temprana edad. LA PRENSA/ CORTESÍA JORGE OROZCO

Las caras de un Santa

El olor a aserrín lo devuelve a su infancia. A ese mundo de trapecistas, malabaristas, bailarinas, magos y acróbatas que transcurría entre la carpa y la pista de aserrín del circo donde tras cada función llovían nuevos aplausos. Debe ser por eso, por esos recuerdos, que a Jorge Orozco Guzmán, le gusta decir que “nació en un circo”, y solo al rato de conversar dice que el parto de su mamá — su nacimiento— fue atendido en el hospital Fernando Vélez Paiz.

Jorge Orozco dice que cuando un niño le pregunta si es Santa , él  dice la verdad, que en realidad no es ese personaje.  LA PRENSA/ A. MORALES

Amalia Morales

El olor a aserrín lo devuelve a su infancia. A ese mundo de  trapecistas, malabaristas, bailarinas, magos y acróbatas que transcurría entre la carpa y la pista de aserrín del circo donde tras cada función llovían nuevos aplausos. Debe ser por eso, por esos recuerdos, que a Jorge Orozco Guzmán, le gusta decir que “nació en un circo”, y solo al rato de conversar dice que el parto de su mamá — su nacimiento— fue atendido en el hospital Fernando Vélez Paiz.

 “La primera actuación en mi vida fue bailar. Tenía dos años de edad. Le hicieron la bandidencia a mi mamá mientras bailaba mambo, me vistieron a mí, me dieron a hacer una ropa los payasos, como yo bailaba afuera y mi mamá me enseñaba, y les daba risa, me tiraron en la pista. La gente comenzó a aplaudir, su mamá pensó que era a ella. Volvió a ver y se dio cuenta que era él quien bailaba”, dice Jorge.

Por ese debut le pagaron dos lempiras. Dice que fue su primer salario. El dueño del actual circo América de Honduras, pidió luego que lo volvieran a presentar al día siguiente. Así comenzó su vida circense. Hijo de una bailarina y malabarista y de un trapecista y payaso, ese destino parecía inevitable.

 “Mi mama era bailarina en los tiempos que se baila rumba tipo Tin Tan y  El Manicero, no como ahora que todo es vulgaridad”.

[doap_box title=”Santa también se deprime” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]

Desde los 15 años Jorge Orozco reparte abrazos vestido de Santa Claus. Recuerda que cuando empezó, una vez que se quitaba el traje, se entristecía al ver que nadie lo conocía, que volvía a ser la misma persona anónima de siempre. La gente “te queda viendo con el mismo tono despectivo de siempre que a cualquier persona que no conocen.

“Tenés que aprender a controlar eso. Al principio me deprimía. Vos le das amor a todo mundo, y cuando te quitás el disfraz nadie te da lo da a vos. Nadie te conoce. Te deprimís. Te sentís solo”. Otra cosa que hay que aprender en el oficio de Santa, es dar abrazos. Hay que cumplir con cierto código ético, dice.

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  • “Hay gente que necesita un abrazo y nadie se los da. Pasan meses sin que nadie los abrace. Sobre todo adultos, porque los adultos tenemos más cosas contra el abrazo”.
  • Jorge Orozco, actor, personaje de Santa sobre el abrazo.

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Y en el circo, Jorge fue aprendiendo de todo. De malabares, cama elástica,  alambre alto, y supo de entrenar a animales, con los años, esto le valdría para trabajar una temporada en Hertylandia, donde montó un show con un par de focas con las que el ex alcalde de Managua y propietario del centro recreativo, Herty Lewites,  no sabía muy bien qué hacer.

Hertylandia fue especial. Allí conoció a su esposa, María Eugenia Portocarrero, con la que ha criado a dos hijos.

No siempre estuvo en el circo. Lo sacaron de la carpa para estudiar.

Aunque nació en Managua, Jorge dice que se crió entre Honduras y Nicaragua. Recuerda que aún siendo un niño su familia se trasladó al vecino país. Eran los tiempos del Servicio Militar en el país, y su mamá entró en pánico porque se los llevaran a él y su hermano. Él tenía 10 años, pero era mucho “con cuerpo” de 15, y se lo podían llevar.

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SHOWS NUDISTAS

Jorge es un hombre alto y grueso. Pareciera que no le cuesta  meterse en ese traje caliente de Santa Claus. Debajo de ese atuendo que pesa 60 libras y que evoca tierras heladas, suda copiosamente. Dice que tenía 15 años cuando comenzó a disfrazarse del personaje. Entonces era talla 29. “Ahora soy talla 44”, dice. Cuando era “superdelgado”, le ayudó que tenía la espalda y los hombros anchos y la barba no se le veía nadando en aquel cuerpo esmirriado que tenía.

No todos los personajes y los oficios que ha desempeñado en su vida han requerido de tanta ropa.

Hubo una época —en los tiempos de la talla 29, pero de hombros anchos por el fisiculturismo que practicaba— que se dedicó a bailar y a desnudarse en espectáculo en clubes nocturnos de la capital.

Su época de stripper fueron un par de años de desenfreno resumidos en noches de desvelo, alcohol, drogas y prostitución.

 “De todo me ha tocado ser en esta vida. No te imaginás”, dice Jorge, quien tiene tantas historias que parece un mago sacándose cartas bajo la manga.

Dice este Santa que, a pesar de sus recaídas, en su vida siempre ha estado presente el aspecto religioso. Su familia siempre ha sido adventista.

Unas sesenta libras pesa el traje de Santa Claus azul  que usa Jorge Orozco. Este es uno de sus múltiples disfraces y personajes. LA PRENSA/ A. MORALES

En el 2010 se fue un tiempo como misionero a Estados Unidos. Allá estuvo seis meses y recuerda que en ese tiempo, paralelo a la palabra de Dios, realizó funciones gratuitas como payaso en distintas comunidades. Dice que tuvo mucha acogida pero jamás pensó en quedarse porque podía afectar a la misión y a su iglesia.

En su carrera artística, que incluye otras facetas, entre ellas la de payaso, reconoce como maestro a Roberto “Tito” Aguirre, quien dirigió el circo nacional. “Aprendí con él dominio escénico, actuación”, dice. Y no duda en reconocer que lo que ahora es como artista se lo debe en buena medida a Aguirre.

Recién, Jorge ha vuelto al teatro. Hace poco actuó en una obra con títeres. Está contento de arrancar risas y aplausos, es su manera de volver a pasear por aquel mundo mágico de la carpa y el aserrín.

Reportajes Jorge Orozco santa claus archivo

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