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El vídeo del asesinato del policía Santos Arita y la huida de quienes lo mataron se viralizó en internet. Provocó cientos de reacciones, pero no pedían justicia. LA PRENSA/AP/FERNANDO ANTONIO/ARCHIVO

Violencia en mano juvenil

Edwin Mejía, de 15 años, no quería salir a trabajar aquella mañana. Los 75 dólares que había conseguido el día anterior robando una moto con su amigo eran una fortuna comparados con los 5 dólares diarios que ganaba vendiendo las tortillas que su madre hace. Edwin remoloneaba en la cama de la casa de madera y una sola habitación que compartía con sus hermanos y le dijo a su socio, Eduardo Aguilera, que no estaba de humor. “Dale, andá, tenemos que ir”, insistió Eduardo, también de 15 años.

TEGUCIGALPA/AP

Edwin Mejía, de 15 años, no quería salir a trabajar aquella mañana. Los 75 dólares que había conseguido el día anterior robando una moto con su amigo eran una fortuna comparados con los 5 dólares diarios que ganaba vendiendo las tortillas que su madre hace. Edwin remoloneaba en la cama de la casa de madera y una sola habitación que compartía con sus hermanos y le dijo a su socio, Eduardo Aguilera, que no estaba de humor. “Dale, andá, tenemos que ir”, insistió Eduardo, también de 15 años.

[doap_box title=”La República Bananera” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]

Honduras tiene la mayor tasa de homicidios del mundo. Los habitantes de Tegucigalpa se desayunan cada mañana viendo fotos e imágenes de muertos en la prensa y la televisión, y no es extraño que los vídeos de asesinatos se difundan en YouTube.

Este país dio vida al concepto de “república bananera” cuando las multinacionales de la fruta de Estados Unidos se valían del ejército para controlar la mano de obra y nunca logró recuperarse de que los intereses de unos pocos se impongan sobre los de la mayoría. Honduras nunca logró desarrollar instituciones democráticas que impongan el Estado de derecho. Es un territorio sin ley donde los pobres no tienen elección, los héroes son escasos y la violencia se da por hecha.

En un país en que el 70 por ciento de la población vive en la pobreza, pocos pueden permitirse estudiar y muchos jóvenes han descubierto que el delito paga mejor que los estudios y que el mejor modo de delinquir es en moto, para escapar rápido. En Honduras es ilegal que dos hombres vayan juntos en moto, según una ley aprobada para disminuir el número de delitos.

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“No sé a dónde ir… y ando sin licencia y con moto robada. Me agarran fijo. Por eso el otro peleó. Y yo no supe qué hacer. La pistola era suya, no mía. Disparar un revólver es fácil… es darle y ya. Me arrepiento, claro que me arrepiento”. Edwin Mejía, al explicar por qué disparó al policía Santos Arita.

[/doap_box][doap_box title=”Policía corrupta” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]

Muchos hondureños, desde el presidente hasta los niños en las escuelas, dicen que la policía es corrupta. El Congreso aprobó en agosto sacar al ejército a las calles mientras trata de reformar a la policía acusada, entre otras cosas, de la existencia de escuadrones de la muerte que eliminan pandilleros.

El Gobierno no ha realizado un censo de agentes policiales, y las estimaciones, según las diferentes cifras oficiales, pueden variar de los 15,000 a los 8,000 agentes. Un general de la policía apareció en televisión acusando a otro general de ordenar el asesinato de su hijo, de 17 años, que fue ametrallado junto a sus dos guardaespaldas de élite mientras pedían pollo en un restaurante meses atrás.

Además, la sospecha de que la policía comete ejecuciones extrajudiciales no es nueva. AP ha reportado que en los últimos meses al menos siete miembros de una pandilla han muerto o desaparecido después de encuentros con la policía.

En Honduras, el 82 por ciento de las denuncias nunca llega a juicio. Además, cada fiscal tiene en promedio 600 casos abiertos sobre la mesa. El fiscal general Alexis Santos testificó en el Congreso en junio que 9 de cada 10 delitos quedan sin castigo. Poco después fue despedido.

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Con el dinero del día anterior Edwin podía comprar un teléfono. Si hacían lo mismo, podría comprarse un par de Nike blancas, las favoritas de los miembros del barrio 18. Edwin cedió. A varios kilómetros de allí, en el centro de Tegucigalpa, el agente de tránsito Santos Arita empezaba su jornada de trabajo de 12 horas. A los 42 años había pasado casi toda su vida trabajando en pueblos y aldeas al norte del país. No estaba contento desde que lo destinaron a la capital, dos meses antes. Una vez lo habían asaltado tres jóvenes armados en un bus. Tenía miedo, pero nadie le preguntó si le apetecía ir a trabajar ese día.

Edwin y Eduardo se tomaron un café antes de dejar la colonia Sinaí, uno de los barrios controlados por las pandillas donde ni la policía, a menos que avance con las armas cargadas, tiene permiso para entrar, y se dirigieron al centro. Era casi la hora de comer. Repetirían la estrategia del día anterior. Edwin manejaba, Eduardo iba detrás. Cuando encontrasen a su víctima, Eduardo la asaltaría y se iría con la moto robada. Fácil.

EL SEMÁFORO EN ROJO

Un año antes, Edwin había dejado el colegio para ayudar a su madre. Los chicos se dirigieron al centro. Fue extraño que en una de las ciudades más pobres y caóticas del continente, donde la ley no suele cumplirse, lo que hizo que su destino se cruzase con Arita fuera un semáforo en rojo. Se detuvieron. No vieron que Arita ayudaba a cruzar la calle a una mujer que se protegía del sol con una sombrilla.

Arita esperaba un cambio de destino para regresar a su casa, en Ocotepeque, a siete u ocho horas en bus desde Tegucigalpa. Hablaba continuamente por teléfono con su mujer. Muchas veces, con su salario de menos de 400 dólares al mes, no podía pagar el pasaje. Pedía jalón los viernes cada dos semanas para estar en su casa el sábado, ir el domingo a la iglesia con su mujer y sus tres hijos y regresar al trabajo. Su casa: un solo cuarto, suelo de cemento, tejado de lámina con goteras y una bombilla colgando del techo. Con dos camas, un sofá desvencijado y dos mesas. La cocina, un horno de madera. Era el paraíso comparado con el barracón que compartía con docenas de agentes en la capital. Se limpiaba con un barril de agua y un cazo. Ni calefacción ni aire fresco y, por supuesto, nada de comida.

Arita llevaba dos días en Tegucigalpa. Viajó con 10 dólares en el bolsillo y dejó 20 en casa. Lo que sucedió el 7 de agosto poco después del mediodía en aquel semáforo quedó grabado en una cámara de vigilancia. Cuando Arita vio a los dos chicos en la moto, dejó a la mujer del paraguas y corrió hacia ellos. Les pidió que se bajaran y en un movimiento rápido y experto, sacó las llaves de la moto. No vio que Eduardo se metía la mano entre la ropa buscando algo. Una pistola. Tuvo tiempo de disparar dos veces antes de que el policía, ileso, se le echara encima y comenzara a pelear con él. Edwin daba vueltas alrededor de la pelea para ayudar a Eduardo. Los conductores aceleraron para quitarse de en medio.

Aunque luego sostendría que solo era su segundo día robando, Edwin no parecía dudar mientras trataba de quitarle el arma al agente. Eduardo se las arregló para darle la suya. En la pelea, Arita perdió el equilibrio y cayó al suelo. Mientras Arita intentaba levantarse, Edwin le descerrajó dos tiros en la cabeza a corta distancia. El policía murió en el acto. Con calma, Edwin recogió las llaves de la moto del suelo, esperó a que Eduardo se montara y arrancó. Todo sucedió en 42 segundos.

Una semana después, la policía filtró el vídeo a la prensa. Lo que ocurrió después se prolongó unas cuatro horas. Los dos adolescentes, visiblemente nerviosos, abandonaron la moto y se fueron corriendo por el centro de una avenida de cinco carriles. Intentaron que alguien los subiese en un vehículo para salir de allí. Corrieron frente al hotel Clarion, un Burger King y un McDonald’s. Incluso trataron de subirse a un bus en marcha apuntando con la pistola al conductor, que aceleró.

LINCHAMIENTO PÚBLICO

El par de fugitivos a plena luz del día tampoco era algo que sorprendiera a nadie en el centro de Tegucigalpa. Dos policías los detuvieron en un estacionamiento al lado del hotel Marriot, en la misma cuadra de la casa presidencial. A partir de ahí la policía no da ninguna explicación pero según el fiscal que investigó el caso, Alexis Santos, los policías comenzaron a golpear a los chicos desde el primer momento, especialmente a Eduardo. Creían que él había disparado. Cuando los policías se dieron cuenta de que miraba demasiada gente, se llevaron a los chicos, malheridos, a la central de tránsito. Allí, en un aparcamiento, la paliza continuó unas tres horas. Según Santos, ninguno de los jóvenes había sido detenido legalmente, algo que habría puesto a un fiscal sobre aviso.

Edwin no sabe cuántos policías los golpearon. “Llegaba uno que me agarraba del pelo y me sujetaba para que otro me diera patadas y puñetazos”, recuerda. También se reían, los insultaban y amenazaban. Les sacaban fotos con sus teléfonos, una práctica habitual entre policías durante los operativos.

El diario La Tribuna publicó fotos de los chicos en el interior de las dependencias policiales en las que se veía a Eduardo tirado en el suelo sin camiseta, inconsciente y cubierto de sangre. Lo llevaron al Hospital Escuela, murió cuatro días después. La autopsia señaló que la causa de la muerte fueron más de 20 golpes en la base del cráneo con un objeto, probablemente una pistola. Santos cree que lo que sucedió allí es un delito, un linchamiento público. La acusación contra los agentes para él es clara: detención ilegal, tortura con resultado de muerte, omisión de los deberes de los funcionarios y encubrimiento.

Para Santos es habitual que muchos se sorprendan cuando les explica que lo frustra ser incapaz de manejar un sistema de justicia criminal caótico. “La gente se pregunta por qué investigamos si ese fue el que mató al policía”, dice. El fiscal cree que las imágenes del asesinato de Arita fueron filtradas por la policía para justificar que la muerte de Eduardo fue parte de una política de “limpieza social”. Las imágenes de las cámaras en los lugares donde sucedió el linchamiento no fueron publicadas.

NO HAY ARRESTOS

Santos no espera encontrar pruebas que permitan incriminar a la policía. Cuando pidió los nombres de los agentes que participaron en los linchamientos, le dieron más de 100. Ninguno está obligado a testificar. El entonces director general de la Policía, Juan Carlos Bonilla, dijo en una entrevista con AP en septiembre: “No tenga la más mínima duda de que actuaremos con apego a la ley y lo haremos rápidamente”. Cuatro meses más tarde no había arrestos. Él fue depuesto. Santos también.

Sentado en una silla en el patio de la prisión, Edwin no parece alguien dispuesto a disparar fríamente contra un padre de familia sino un niño desubicado. Le esperan entre 8 y 15 años de prisión. Tendrá suerte si llega a cumplirlos. En septiembre tuvo que ser hospitalizado de nuevo. La policía volvió a golpearlo dentro de una prisión.

En su primer encuentro con un reportero de la AP, casi no podía caminar solo. Uno de los guardias dice que en Honduras alguien que mata a un policía “carga cuatro tablones al lomo”. Es un muerto andante. Pero Edwin ya dejó su propio legado. Joaquín, el hijo mayor de Arita, dejó la escuela para vender pintura cuando mataron a su padre. Gana cinco dólares al día con los que ayuda a su madre. Dice que cuando crezca quiere “ser policía y matar pandilleros”.

Edwin Mejía en el interior de la dependencia policial el día de la golpiza.  Ahora está a la espera de un juicio, en el correccional de menores de Tegucigalpa. Su madre casi no lo visita, no puede permitírselo. “Si viene, no vende tortillas; si no vende

Reportajes Honduras violencia archivo

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COMENTARIOS

  1. tacho
    Hace 10 años

    Latinoamerica tiene que poner la pena capital por que sino les dan 20 años y salen en 5 ojo por ojo

  2. Karla
    Hace 10 años

    Bueno y el articulo a que se debe a defender a los ladrones o a la policía es obvio que la única manera de frenar la delincuencia es matándolos y así sucederá también con la delincuencia amparada en el Gobierno ya saben a quienes me refiero pero también hay otros que no están en el Gobierno y se merecen lo mismo también ustedes saben a quienes me refiero.

  3. Wild West
    Hace 10 años

    Vi el video en youtube, y se puede deducir que la gente tiene terror cuando ven una situacion de este tipo, aqui se aplica el: salvese quien pueda. Incluso, ya cuando los maleantes se van, nadie se detiene a socorrer al policia, los carros pasan por el lado. Si bien es cierto que existe corrupcion policial, eso no les da derecho a los bandoleros de matar a quien les plazca. Leyes mas duras contra los criminales! Ejercito y Policia depurada a las calles!

  4. Alejandro
    Hace 10 años

    Esto tiene muchos nombre pero lo primero que se me viene es la desigualdad social que se vive en latinoamerica. Mientras unos ganan 2000 dolares al mes y van a galerias, compran camionetas, van a Temple bar… hay otros que no tienen nada y no es porque no han estudiado, es por el sistema social. Trabaja que yo te pago lo que quiera, ese es el sistema de aqui.

  5. Tomas Martin
    Hace 10 años

    Que se pudra en la carcel!!!!!!

  6. ramos
    Hace 10 años

    Ese tipo no penso dos veces en disparar a un padre de famlia, a un servidor de la comunidad, ahora este tipo que desea que le hagan justicia ya se hizo desde el primer golpe que le propinaron el que mata debe morir, el policia no pidio que este individuo lo matara o si_

  7. informese a la poblacion hay muchas cosa positivas
    Hace 10 años

    Lo q el gobierno tiene q hacer es poner megate corto a los juveniles y si no estudian q los pongan a trabajar de gratis en la calle o tienen q asistir en un centro donde estudien para ser buenos ciudadanos y ahi q chear si tiene padres y madres pq la educacion comienza en la casa despues en la escuela.Un pais sin educacion es un pais pobre con muchos problemas y alguien como la iglesias y gobierno tienen q ayudar poreso todos pagamos impuestos q lo use para educar a la poblacion atraves d tele.

  8. sociologo
    Hace 10 años

    Las libertadesy y la democracia que se estila en ciertos paises no son suficientes para costruir sociedades justas. La distribucion de la riqueza en pocas menos es el problema del libre mercado donde los oligarcas manejan la masa monetaria dejando poco para los pobres. EL sistema impositivo podria ser una solucion para recaudar fondos y potenciar la educacion de los ninos y adolecentes. Hay familias que aun nacidas en su propia tierra no ni un pedazo de tierra donde sean enterrados.

  9. El q no lucha,sera victimas del mal,use la mente.
    Hace 10 años

    Aprendamos del planeta tierra todos los dias tiene su baja y su altura,eso quiere decir q tenemos q luchar para sobrevivir haciendo buenas obras y no males la opciones es nuestra.Si ese muchacho opto por obedecer a su madre comiendo arroz y frijoles salteado y estudiando estoy seguro en 5 o 10 años serian alguien,pero si quiere las cosa a la brava y con amigos malos y mas,poreso hay q luchar luchar es gratis y luego saldras bien pero seguro.La lucha diria es trabajar en el patio,en la educacion

  10. kiawa
    Hace 10 años

    honduras nunca es un pais comunista ni mucho menos capitalista, jamas existio democracia, los corruptos que han impuesto la ley marcial han generado el caos que impera a este empobrecido pais y
    el crimen organizado de los catrachos esta afectando a los paises vecinos, en el rio coco fueron muertos 4 miskitos nicas, instaurar la pena capital en ese pais es la unica opcion.

  11. lector
    Hace 10 años

    moraleja: el que mal anda, mal acaba…

  12. chavez carlos
    Hace 10 años

    en mi parecer no es bueno quitarle la vida a un ser humano pero estos parias de la sociedad creada por un gobierno que no vive por el interes de los cuidadanos ahi la muestra la juventud matando para drogas para cosas que si el gobierno se preocupara en darle educacion trabajo pero bueno tenemos mas criminales y ladrones de corbata en los poderes del estado. que ejemplo se le da a nuestra juventud ninez..vamos por mas victorias cristianismo solidaridad tamos jodidos…

  13. melissa
    Hace 10 años

    la policia no puede llegar a tiempo

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