Nuevamente el inconstitucional presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, reafirma su voracidad sin límites por adueñarse del control político, económico, social, militar y policial de Nicaragua, con las “reformas constitucionales” que no son más que una farsa para fortalecer la dictadura del millonario dictador, su familia y su grupo de allegados. Esto no es ninguna sorpresa porque es algo esperado desde hace un tiempo. borrego.
Para esto cuenta con una Asamblea Nacional que de independiente no le queda nada al estar sometidos a la voluntad del tirano de turno, quien utiliza a los llamados “padres de la Patria” como si fueran un pedazo de papel que se usa y luego se bota, especialmente con la blandengue “oposición” nicaragüense. Recientemente, la bancada oficialista, en su totalidad de 63 diputados, introdujo lo que su jefe y emperador en el poder ejecutivo les ordenó y dócilmente todos, sin excepción, le están dando su bendición, temerosos de perder sus privilegios y ser castigados como les pasó a Agustín Jarquín y Xochilt Ocampo. Estas diputadas y diputados actúan gustosos como “borregos” oficialistas. Es penoso ver cómo estas personas carecen de criterio propio y solo saben decir “sí señor, sí señor”, sin el mínimo de respeto, dignidad humana hacia ellos mismos y la población del país, la cual no es únicamente la que ellos representan. Todo lo que hacen en el recinto parlamentario es un “show” político del que tanto se enjuaga la boca su jefe de bancada, el tristemente célebre Edwin Castro, apretando el botón para bendecir todo lo enviado y ordenado por Ortega, clásico ejemplo de por qué la política de Nicaragua es un desastre.
La “profesional oposición” no se queda atrás. Recientemente, tuve la oportunidad de mirar en un programa televisivo una entrevista a los dos representantes de la autollamada “Bancada Democrática”, quienes formaron parte de la Comisión Especial para dictaminar la propuesta de reformas a nuestra Carta Magna. Al observarlos en su comparecencia tuve la impresión de que viven en otro planeta, alejados de la realidad nacional, sin real comprensión de lo que los nicaragüenses pensamos sobre el tópico. Desafortunadamente, cada día estos sujetos se desprestigian más haciéndole el juego al “orteguismo”, buscando cualquier justificación para explicar su lógica política. La historia de nuestra nación está llena de pactos manifestados de diferente manera, donde el pueblo siempre es perjudicado mientras quienes ostentan el poder se enriquecen más. Esto no lo logran captar los opositores, quienes se están convirtiendo ante los ojos de muchos nicaragüenses en una versión moderna de los llamados “zancudos” de antaño.
En el programa referido no habían transcurrido ni cinco minutos cuando los dos “ilustres” invitados comenzaron a mencionar a Arnoldo Alemán, echándole la culpa de todo. Lo que no dicen es que sus principales “dirigentes” también han pactado debajo de la mesa en muchas ocasiones y detrás de las cerradas puertas cuando nadie los está mirando y no hay cámaras de televisión. Ya se les olvidó cómo le entregaron al orteguismo el control de la Asamblea en el 2007, cuando el PLC y el grupo de Eduardo Montealegre sumados tenían la mayoría para nombrar a un opositor como el presidente de la Asamblea Nacional. Bien, la bancada de Montealegre, en su desmedido odio hacia sus antiguos amigos de partido, le entregó en bandeja de plata el control legislativo a Ortega. Y ahora se rasgan las vestiduras.
Con estos políticos zancudos las esperanzas de un porvenir próspero y por igual para todos se alejan más. Una vez sean aprobadas estas reformas la situación será peor para la mayoría de nicaragüenses, porque poco a poco los espacios de libertad se irán cerrando. Necesitamos urgentemente líderes de verdad, con moral e integridad tanto en la vida política como personal. El pueblo está cansado de los mismos políticos de siempre sin amor hacia Nicaragua y solo preocupados en las dádivas que el emperador actual les dé. Se busca con desesperación personas que en vez de desunir y excluir, busquen la unión de las llamadas “fuerzas democráticas” y enrumbar el barco a la deriva. Ojalá estos individuos escuchen el clamor del pueblo cansado de lo mismo y reflexionen sobre su actuar actual.
El autor es escritor y politólogo.
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