La superficie del lago Poyang, el mayor de agua dulce en China, ha descendido de 4,500 kilómetros cuadrados a menos de 1,500 kilómetros cuadrados, por la sequía y el impacto medioambiental causado por la gigantesca represa de las Tres Gargantas.
En China, donde no se cuestionan las decisiones gubernamentales, el macroproyecto hidroeléctrico más grande y caro del mundo no fue aceptado por unanimidad, hubo votos en contra y abstenciones por el impacto negativo que tendría en el medioambiente.
Las Tres Gargantas es una especie de enorme tapón en el curso medio del río Yangtsé, el más largo de China. Esta interferencia en la fluidez natural del río causa caprichosos cambios en su caudal, oscilando entre inundaciones y sequías, que desestabilizan la zona más fértil y rica en biodiversidad del país, causando contaminación, sedimentación, y cambios en los ecosistemas.
La construcción de la represa significó una destrucción social, cultural y ambiental, al desplazar a más de 1.2 millones de personas, en su mayoría pescadores y agricultores pobres. Se perdieron campos agrícolas, carreteras, fábricas, yacimientos arqueológicos, reliquias históricas, tesoros monumentales y obras de las dinastías Ming y Qing. Se extinguió el baiji o delfín chino.
En la actualidad, el estancamiento de las aguas residuales de los desechos humanos e industriales vertidos en el río Yangtsé pueden convertir al embalse en una inmensa cloaca, y la sedimentación ejerce una peligrosa presión sobre la presa. Los lagos Poyang y Dongting, los más grandes del país, podrían secarse. El agua dulce está tan contaminada que en las ciudades de China solo el tres por ciento del agua es potable.
Sin ser ingenieros o lumbreras, a quienes todavía nos queda el sentido común, hemos entendido con harta claridad las detalladas explicaciones de los expertos en cuanto a las nefastas consecuencias que traería para el medioambiente, si la ruta del proyectado Canal Interoceánico atravesase nuestro lago Cocibolca. De llegarse a dar, la culpa del desastre será del presidente inconstitucional Daniel Ortega y todos aquellos que otorgaron o callaron a sabiendas del daño. Sin pretender pintar un escenario apocalíptico, si nuestras reservas de agua potable se contaminan, llegará el día que todos los nicaragüenses padezcamos sed y empecemos a morir deshidratados, por fallas renales y otras complicaciones. Sobrevivirán aquellos que puedan comprar agua purificada importada.
Los entendidos en el aspecto económico y los beneficios para el país han dicho que el costo-beneficio de la inmensa inversión, comparado con el retorno económico, no sería lo que pregona el Gobierno, pues atravesar el Canal de Panamá seguirá siendo más rápido, más seguro y más barato. Porque la distancia a recorrer es menor, por la experiencia en el manejo y seguridad de la carga, y por las leyes que facilitan y agilizan los trámites en vez de entorpecerlos como sucede aquí.
Ante este escenario me pregunto: ¿Quiénes estarían interesados en usar el Canal de Nicaragua? La respuesta es fácil: Todos aquellos que transporten mercaderías ilegales. La razón para usar una vía más larga, más costosa y más riesgosa, tiene que ser, la certeza de poder abrir las puertas de las aduanas con dinero y burlar la justicia. Nicaragua se volvería el pasadizo de todos los maleantes del planeta.
Veámonos en el espejo de China, en enero 2013 la contaminación del aire en Beijing era tal que no se podía ver el sol ni respirar. El irrespeto a la madre naturaleza siempre tiene un alto costo que ningún dinero puede remediar.
Si el impacto medioambiental de un Canal seco es grande, la pérdida de un reservorio de agua dulce es injustificable. A mis compatriotas les recuerdo, que no todo lo que brilla es oro y que una mentira repetida mil veces no se vuelve verdad, aunque lo parezca.
La autora es tecnóloga médica
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