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¡Es culpa de la persona de Seguridad!

Uno de los factores más perniciosos que existen dentro de la administración de la Seguridad Operacional es la personificación equivocada de este puesto. Cuando la empresa delega la responsabilidad por la Seguridad en una persona visible, si no se hace correctamente, puede haber consecuencias peligrosas.

Carlos R. Flores (*)

Uno de los factores más perniciosos que existen dentro de la administración de la Seguridad Operacional es la personificación equivocada de este puesto. Cuando la empresa delega la responsabilidad por la Seguridad en una persona visible, si no se hace correctamente, puede haber consecuencias peligrosas.

En no pocos casos —cuando no se hace una determinación correcta de las funciones y responsabilidades de esta posición, además de su adecuada comunicación a todo el personal— la actuación de ella está condenada irremisiblemente al fracaso.

Frecuentemente las organizaciones crean un puesto de seguridad que supuestamente es la persona encargada de administrar todo lo relacionado con este proceso, como si fuese una labor que descansara sobre los hombros de un solo individuo.

Esta medida es no más que un paliativo, una píldora para el dolor de cabeza, cuando los orígenes de los problemas de una mala administración de la seguridad tienen mucha más profundidad que el simple nombramiento de un “encargado”.

Esta posición es a veces percibida y tomada como un verdadero chivo expiatorio, un necesario culpable para situaciones cuyo arreglo está en un nivel muy superior de pensamiento y de diseño organizacional, degradado al hecho trivial de nombrar a alguien cuyas responsabilidades no deberían ser otras que procurar integralmente, la facilitación de todo el proceso para identificar riesgos y trabajar con las diferentes líneas de negocios de la organización, asesorándolas para reducir la exposición ante un percance operacional.

Es un contrasentido, que a veces se hace en forma muy calculada, hacer responsable de situaciones que escapan a su tramo de control y que están íntimamente ligados a una acción de quien dirige un departamento, proceso o función específica.

Los problemas que se causen debido a esta miopía organizacional son responsabilidad del liderazgo mayor dentro de la empresa, no de la administración inadecuada que realice una persona intitulada con una simple etiqueta de “encargado de seguridad”.

Si no se logra comunicar, difundir y establecer por medio del liderazgo mayor que cada gerencia, supervisor, individuo- tiene responsabilidades personales indelegables con la seguridad, y que estas se encuentran debidamente incorporadas en sus funciones específicas del puesto, sujetas también a evaluación periódica, será entonces una invitación para que todo problema relacionado con accidentes de trabajo sea atribuido a un desempeño ineficiente de un supuesto encargado.

La paradoja es que mientras no existan percances graves que puedan poner en cuestionamiento esta visión distorsionada, los resultados —aunque estos sean magros— serán un triunfo de la cabeza de cada función. En caso que sean malos o pésimos, eso sí, serán responsabilidad del encargado.

Frecuentemente esta posición se llena con alguien extraído de los niveles operativos, pensando en que solamente es un requisito de ley, siendo un error grave el no darle la suficiente categoría, tanto desde el punto de vista académico, experiencia de vida, así como desarrollo y capacitación profesional en el puesto, para que sea capaz de identificar la causalidad entre las acciones y las consecuencias, haciendo recomendaciones efectivas para la mejora continua.

(*) Consultor en Seguridad Industrial.

www.noalosaccidentes.wordpress.com

[email protected]

Economía empresas seguridad archivo

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