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Jack Ryan: Código sombra

Jack Ryan, personaje insignia del escritor norteamericano Tom Clancy, lleva cuatro encarnaciones en el cine. Alec Baldwin estrenó en La Cacería del Octubre Rojo (John McTiernan, 1990). Las negociaciones para una secuela resultaron infructuosas y los productores cedieron el papel a Harrison Ford en Juegos de Patriotas (Phillip Noyce, 1992), manteniéndose para Peligro Inminente (Noyce, 1994). La Suma de Todos los Miedos (Phil Alden Robinson, 2002) pretendió apelar a un público más joven, con Ben Affleck en el rol protagónico. El resultado no prendió en la taquilla como se esperaba, y Ryan salió de circulación. Ahora, Chris Pine asume al personaje para reiniciar la franquicia con una “historia de origen”.

Jack Ryan, personaje insignia del escritor norteamericano Tom Clancy, lleva cuatro encarnaciones en el cine. Alec Baldwin estrenó en La Cacería del Octubre Rojo (John McTiernan, 1990). Las negociaciones para una secuela resultaron infructuosas y los productores cedieron el papel a Harrison Ford en Juegos de Patriotas (Phillip Noyce, 1992), manteniéndose para Peligro Inminente (Noyce, 1994). La Suma de Todos los Miedos (Phil Alden Robinson, 2002) pretendió apelar a un público más joven, con Ben Affleck en el rol protagónico. El resultado no prendió en la taquilla como se esperaba, y Ryan salió de circulación. Ahora, Chris Pine asume al personaje para reiniciar la franquicia con una “historia de origen”.

Las novelas de Clancy se etiquetaban como “techno-thrillers” por su fascinación con la tecnología empleada por militares y servicios de seguridad. Se convirtieron en best-sellers en la década de los ochenta. La ideología ultraconservadora del escritor lo mantuvo en sintonía con el ánimo imperante en Estados Unidos bajo la administración de Ronald Reagan. Fuera de ese contexto, las películas han luchado por encontrar consecuencia y razón de ser. Afortunadamente, las tres primeras funcionaban independientes de ideología como excelentes piezas de acción y suspenso. En el mundo post-11 de septiembre, las aventuras fílmicas de Ryan tratan de utilizar la amenaza terrorista como un dispositivo dramático. El truco se siente oportunista, y la manufactura del producto es de menor calibre. Jack Ryan: Código de Sombras parece armada por un comité de ejecutivos, empecinados en apelar al público masculino y femenino —al menos, según los anquilosados perfiles de los departamentos de mercadeo—. En teoría, a los hombres le gustará la acción, a las mujeres el romance. El resultado, sin embargo, no complacerá a nadie.

Jack (Chris Pine) es un joven universitario que se une al ejército tras el ataque a las Torres Gemelas. Como soldado, sobrevive a un ataque antiaéreo en zona de guerra. Reclutado como analista de la CIA e infiltrado en el mundo corporativo, detecta extraños movimientos monetarios en una empresa financiera rusa, conectados con una inminente amenaza terrorista. Es despachado a Moscú para indagar en los registros del siniestro magnate financiero Viktor Cherevin (Kenneth Branagh). El burócrata se convierte sorpresivamente en hombre de acción cuando tratan de asesinarlo. Para mayor complicación, su esposa Cathy (Keira Knightley) aparece de sorpresa para salvar el matrimonio que cree en peligro.

Kenneth Branagh se inscribe en la escuela de directores que mueven mucho la cámara y cortan a la velocidad del rayo para ocultar el hecho de que no puede dirigir secuencias de acción. Estamos a años luz del clasicismo de McTiernan y Noyce. También da rienda suelta a instintos megalómanos al asignarse a sí mismo el papel del villano. Pero lo peor de todo es el guion, haciendo que los personajes renuncien al sentido común solo para crear situaciones límites. La pobre Keira Knightley sucumbe a la misógina concepción de la mujer que por querer satisfacer sus necesidades emocionales, previene inadvertidamente que su hombre salve el mundo. Lo único rescatable de la película es el actor Chris Pine. En escenas de lucha, fuga y enfrentamiento, es notable como demuestra desgaste físico y emocional. Más allá de replicar la coreografía, actúa creíblemente como su personaje, un hombre común empujado por las circunstancias a llegar a extremos violentos. Kevin Costner, en el papel del mentor, sonríe como zorro ante el espectáculo. Diez años menos, y el papel de Ryan habría sido suyo. Ambos merecen mejores aventuras.

Sección Domingo Harrison Ford Jack Ryan archivo

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