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Universidad histórica

Joaquín Absalón Pastora


Efímera fue la existencia académica de la primera Universidad Central de Nicaragua (1941-1946) pero permanente hasta nuestros días y con superado movimiento cuando optó por ser factor de lucha para salvar a Nicaragua. La integraron ilustres figuras tanto docentes como estudiantiles en años conflictivos.   

De ahí que la actual Universidad Central haya tomado su nombre, identificada con la acuciosa disciplina de la investigación, requisito primario para honrar la credibilidad. Se afanó en presentarla como era. Y lo ha hecho valiéndose del profesor José Salomón Delgado, quien ha ejercido la docencia en varias universidades nuestras, autor de ensayos históricos. Es el autor del libro: Universidad Central de Nicaragua, en el centro de la historia. Desfilan por sus 467 páginas los ideales de héroes que al margen de la vanidad figurativa se inscribieron en el empeño del rescate.   

No habían aparecido las letras moldeadas para la lectura pública, páginas que deberían leer con interés las nuevas generaciones, muchas de las cuales no han pulsado el destino patriarcal de una antecedencia que sí demostró con hechos y no con la coloración discursiva, la búsqueda de la concordia nacional.   

Termino de leer el libro con la sensación de haberme trasladado —viviéndola, sufriéndola— a la época expuesta. El contenido está en sintonía cronológica con los acontecimientos desde que se abrieron las puertas de un alma madre y por tanto amada que tuvo el privilegio de producir muchos valores en poco tiempo, un lustro sin sosiego en que era cerrada y luego reabierta, hasta que finalmente desapareció del plano de la enseñanza superior —por decreto— el 28 de junio de 1946, siendo rector el militar Benjamín Argüello. La ira tenía una brava quintaesencia: impedir la reelección de Anastasio Somoza García, un tipo salido de las mangas de la nada. Ambicionó hacer de Nicaragua su feudo personal-familiar hasta el extremo de haberle dado portada de finca en el sarcástico humor internacional.   

Desde la apertura de la universidad el 15 de septiembre de 1941 pudo notarse el fraccionamiento del Partido Liberal Nacionalista y el advenimiento del Partido Liberal Independiente y del Partido Socialista.   

El doctor Salvador Mendieta, paradigma en la lucha por la integración centroamericana, fue su primer rector. Tuvo a otros más, mereciendo mención dentro de los que lo secundaron, el pedagogo Modesto Armijo. El objetivo era “la formación profesional”, pero esta no podía lograrse en un ambiente hostil donde la principal ultrajada era la diosa razón. Según Mollet,  Somoza era hábil, amoral y mentiroso. Siempre manifestó a los nicaragüenses “que las obras del canal pronto se iniciarían”, globo que inflaba las veces que le convenía. Jamás se hizo el canal. Semejante proyecto estará sujeto a mantener la jerarquía nubosa de un sueño en concomitancia con las ansias del poder.   

Cuando se abrió esta universidad fue “un faro de luz”, cuando definitivamente se cerró fue “un foco subversivo”. Formaron parte de su patronato, Enoc Aguado y Enrique Lacayo Farfán, Fernando Agüero Rocha y Pedro Joaquín Chamorro Cardenal. Otros personajes aparecen implícitos, Mariano Fiallos Gil, Hernán Robleto, Sofonías Salvatierra y tantos otros notables. Eran los tiempos en que la sangre de Orlando Montenegro mojó el rústico pavimento en que José Coronel Urtecho proclamaba: “Si no hay reelección, Nicaragua se hunde”.   

La misión de la actual Universidad Central es consolidar la memoria de los personajes que la pusieron en el centro de la historia.     

El autor es periodista.

Opinión histórica obras Universidad archivo
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