Miles de policías se desplegaron este viernes en la capital de Tailandia para desalojar los sitios ocupados desde hace semanas por los manifestantes, que reclaman la renuncia de la primera ministra, Yingluck Shinawatra.
Esta intervención marca un cambio inesperado en la estrategia del Gobierno, que había prefirido, hasta el momento, evitar los enfrentamientos entre la policía y los manifestantes durante esta crisis, que se saldó con al menos diez muertos en tres meses.
Los policías antidisturbios ocuparon este viernes por la mañana las zonas próximas a la sede del Gobierno, donde los manifestantes no opusieron mayor resistencia, según unos periodistas de la AFP.
El resultado del operativo no estaba claro. Tras la marcha de los agentes, los manifestantes volvieron a la zona para reconstruir las barricadas desmontadas por la policía.
Sin embargo, el ministro de Trabajo, Chalerm Yubamrung, que supervisaba la operación, aseguró que los funcionarios retomarían a partir del lunes el trabajo en la sede gubernamental, después de dos meses sin poder utilizarla. “Manifestantes, deberíais volver a casa”, indicó el ministro en una declaración en la televisión, y señaló que la primera ministra instó a la policía a no usar la fuerza.
La intervención policial se saldó únicamente con dos personas heridas leves por una explosión de lo que parecía un petardo gigante, en una breve confrontación entre agentes y manifestantes.
Las fuerzas del orden también prevén desalojar otros tres lugares, entre ellos el ministerio del Interior, según el jefe del Consejo de Seguridad Nacional, Paradorn Pattanatabut.
“Los recuperaremos donde podamos hacerlo y detendremos a los líderes de las manifestaciones”, prometió el responsable, quien aseguró que se negociaría primero con los manifestantes. “No se trata de reprimir a los manifestantes sino de la aplicación estricta de la ley”, añadió.
Los manifestantes convocaron nuevas manifestaciones a partir de este viernes para pedir la renuncia de la primera ministra, Shinawatra, quien se enfrenta desde el pasado otoño a un movimiento callejero que la considera una marioneta de su hermano, Thaksin, exjefe del gobierno derrocado por un golpe de Estado en 2006.
El multimillonario, acusado de seguir gobernando el país a través de su hermana, continúa siendo el principal factor de división del país pese a su exilio.
Las masas rurales y urbanas desfavorecidas del norte y noreste son fieles a Thaksin, mientras que las élites de Bangkok lo ven como una amenaza para la monarquía.
Para intentar resolver la crisis, Yingluck convocó elecciones anticipadas el pasado 2 de febrero. Pero los manifestantes, que quieren sustituir el gobierno por un “consejo del pueblo” no electo, impidieron la votación en el 10% de los colegios electorales.
Los 28 diputados que no pudieron ser elegidos a causa de las protestas impiden que el Parlamento pueda disponer del quórum necesario del 95% para poder reunirse.
En estas condiciones, todavía no se ha anunciado ningún resultado, lo que prolonga el mandato de un gobierno con poderes limitados y vulnerable a una intervención de la justicia que, según los analistas, podría llevar a un “golpe de Estado judicial”.