El reportaje de LA PRENSA sobre la reserva de la biosfera de Bosawas, escrito por la periodista Amalia Morales y publicado en tres entregas, del domingo 9 al martes 11 de marzo, ha sido un claro e impactante diagnóstico de la grave devastación que sufre ese gran pulmón natural de Nicaragua y del mundo, que podría morir si no se aplican a tiempo las medidas indispensables para salvarlo.
Las reservas de la biosfera son áreas naturales excepcionales, las cuales son escogidas por la Unesco para que sean protegidas por su importancia vital para la conservación del medioambiente y el desarrollo sostenible. La Unesco comenzó a crear esas áreas protegidas en 1971, y en 1997 incluyó en su registro la reserva de Bosawas, que es la más grande de Centroamérica y la tercera de mayor importancia en el mundo.
Sin embargo las reservas de la biosfera no son protegidas por ningún tratado internacional que obligue a los gobiernos de los países donde han sido creadas, a cumplir su deber de preservar esas maravillas naturales de las cuales depende la vida actual y futura de la humanidad; y que los sancione por su incumplimiento. De manera que, aunque hay en Nicaragua un Sistema Nacional de Áreas Protegidas, creado por decreto ejecutivo supuestamente para proteger las reservas naturales, la de Bosawas está siendo destruida con la mayor impunidad, como lo denuncian a diario los alarmados ambientalistas y los indígenas mayangnas, que son sus vigilantes naturales.
En el mencionados reportaje de LA PRENSA se mencionan datos estremecedores sobre la devastación de Bosawas, como por ejemplo que entre los años de 1987 a 2010 fueron devastadas 373,973 hectáreas del núcleo de la reserva; el 61 por ciento de la deforestación sufrida por el país en todo el territorio nacional, ha ocurrido en Bosawas; la depredación de los bosques de Bosawas se aceleró a partir del año 2000, con la tala y saqueo de la caoba y otras especies de maderas preciosas, y no ha parado desde entonces; en el tráfico de tierras de Bosawas están involucradas autoridades locales, regionales y nacionales, junto a terratenientes y notarios inescrupulosos. Inclusive, es tan voraz el apetito depredador que los invasores de la reserva ya no son solo nicaragüenses, sino también hondureños, salvadoreños y colombianos.
Se menciona también que la invasión de colonos no solo ha asolado gran parte de Bosawas, sino que también ha propiciado la penetración de la violencia, el tráfico ilegal de madera y el narcotráfico. Y a pesar de que el Ejército formó en 2010 un Batallón Ecológico (Beco) para impedir que siguiera la destrucción de la reserva mediante la expansión agrícola y ganadera y la deforestación, en la práctica esa fuerza militar ha sido muy poco efectiva.
En realidad, la protección oficial de la reserva de Bosawas es más que todo de palabra, pero su destrucción es de hecho. Y la verdad es que sin una acción enérgica de la autoridad estatal y sin el apoyo real a los indígenas, que son los defensores naturales de Bosawas, ellos no pueden resistir la presión de los invasores y colonos detrás de los cuales se mueven poderosas e influyentes mafias de depredadores, que a todas luces cuentan con la tolerancia y la protección de hecho del régimen orteguista.
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