El conflicto sirio entra en su cuarto año sin visos de solución diplomática o militar: el presidente del país, Bashar Al Asad, sigue en el poder, la oposición se halla gangrenada por grupos 'yihadistas' y las potencias internacionales carecen de estrategia clara.
El balance de tres años de conflicto es terrorífico: más de 140.000 muertos, millones de desplazados y una región sensible del planeta desestabilizada… Al igual que Sudán o Somalia, Siria da la impresión de ser un “conflicto imposible de solucionar”, según Christopher Phillips, investigador asociado del centro Chatham House de Londres.
Y la comunidad internacional está ahora más pendiente de Ucrania, escenario de la peor crisis en más de dos décadas entre occidentales y rusos, que también están divididos sobre la situación en Siria. “Es una tragedia para Siria que haya estallado ahora la crisis ucraniana”, destaca Phillips.
Según él, la degradación de la relación entre occidentales y rusos no va a animar a Moscú a flexibilizar su apoyo al régimen de Asad.
Los esfuerzos diplomáticos sufrieron un importante revés con el fracaso de las negociaciones de Ginebra en enero y febrero, en las que por primera vez en tres años se reunieron representantes del Gobierno sirio y opositores, aunque del lado occidental se relativiza este fracaso.
El secretario de Estado estadounidense, John Kerry, se preguntó: “¿Cuánto tiempo duraron las negociaciones de paz de Vietnam? ¿Y los acuerdos de Dayton (para la exYugoslavia)? Estas cosas no se resuelven en un mes”.
“Ni Bashar ni islamistas”
La influencia creciente de los grupos 'yihadistas' entre los rebeldes, sumada a a la división y la pérdida de credibilidad de la oposición “moderada”, ha enfriado la simpatía por la oposición en Occidente, que no quieren “a Bashar ni a los islamistas”, según resume una fuente europea.
“Durante dos años se ha considerado que lo de Siria era una crisis política, por lo que el discurso era que Bashar había perdido su legitimidad y debía irse. Pero al continuar la guerra, hemos visto la emergencia de grupos aliados a Al Qaeda y Siria se ha convertido más en una preocupación en términos de seguridad”, explica Phillips.
Al comienzo del conflicto las potencias occidentales no dejaban de exigir la dimisión del presidente sirio, que en el año 2000 sucedió a su padre Hafez, en el poder durante tres décadas. Ahora esta partida no figura claramente en el orden del día.
El acuerdo sobre la destrucción del arsenal químico sirio, negociado en septiembre entre norteamericanos y rusos para evitar una inminente intervención occidental contra el régimen, le ha dado legitimidad a Asad.
El presidente ha anunciado incluso que probablemente será candidato a un tercer mandato en junio. “Ahora es evidente que la caída de Asad no es tan inevitable como mucho especialistas creían hace un año”, declaró a principios de mes el experto Daveed Gartenstein-Ross ante una comisión del Congreso norteamericano.
Militarmente, ni el régimen -apoyado firmemente por Rusia e Irán- ni la oposición -armada por Arabia Saudí y Catar- parecen imponerse. “Y el escenario más probable es que la guerra dure otros diez años o más”, según Gartenstein-Ross.
“Dado el fracaso, a día de hoy, de la diplomacia y de la guerra, es de prever que Siria siga dividida durante años entre una parte controlada por el régimen y otra en manos de facciones rebeldes rivales”, escribe Anthony Cordesman en una nota del Center for Strategic and International Studies.
El menor interés de los occidentales, que han dejado lo esencial del conflicto a los actores de la región, tendrá un precio, advierte Adam Baczko, investigador del centro internacional Noria en París. Baczko subraya además el efecto desestabilizador de los millones de refugiados sirios diseminados por los países vecinos (Jordania, Líbano, Turquía) y de los jóvenes europeos o residentes en Europa que se van a hacer la 'yihad' a Siria junto a los grupos islamistas que combaten a Asad.
“Si para Estados Unidos Siria está lejos, para los europeos es nuestra frontera”, recuerda. “Incluso viendo las cosas con cinismo, si razonamos en términos de intereses estratégicos, es irracional dejar que la situación siga así”, añade.
