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Alejandro Serrano Caldera

Nicaragua: integración y fragmentación

 

Entre las múltiples expresiones de la vida nicaragüense, hay dos que resaltan por su proyección contradictoria: la cultura y la política. Ambas tienen una presencia en amplios sectores del país y manifiestan diferentes formas de asumir las prácticas y valores de la vida colectiva. Mientras la creación cultural contribuye a tender lazos de comunicación, la política, y sobre todo la forma de su ejercicio, influye en la separación y contradicción entre diferentes sectores de la sociedad nicaragüense.

 

Es significativa la intensidad de la actividad cultural en nuestro medio. Casi a diario observamos la realización de eventos de considerable importancia, los que podrían suponerse ausentes en un medio político y social como el nuestro. Sin embargo, y pese a las contradicciones y fragmentaciones que este conlleva, la actividad cultural se desarrolla con singular frecuencia y entusiasmo.

 

Con solo referirnos a los primeros meses del presente año, podemos señalar, entre otros, algunos eventos que han suscitado mucho interés, tales como el “XII Simposio Internacional Dariano”, celebrado en León en el mes de enero; el “X Festival Internacional de Poesía de Granada”, dedicado también a Rubén Darío, en febrero; exposiciones de pintura como las realizadas en el Teatro Nacional, “Sandino 80 años de Luz”; y la exposición “Mujer y Arte 2014”, realizada en el Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica (INCH); además de presentaciones de libros, recitales de poesía, conciertos, documentales, y foros-debates sobre el pensamiento crítico, estos últimos programados para los próximos días.

 

Junto a este espacio de arte y cultura, se producen los más recientes acontecimientos políticos, que pese a su impacto en el país, son la continuación de una estrategia de consolidación del poder en todas las esferas de la vida nacional, y que consiste, básicamente, en adoptar decisiones de facto al margen de la ley, las que paulatinamente van siendo vistas con normalidad, a medida en que el impacto inicial se desvanece, o produce reacciones que, en algunos casos, el Gobierno toma en consideración para introducir los cambios que tranquilicen a los sectores que reaccionaron ante las disposiciones adoptadas.

 

Posteriormente, las medidas de facto se van transformando en disposiciones constitucionales o legales, tal como ha ocurrido con las recientes reformas a la Constitución. Las acciones de hecho que violentan la Constitución y la ley, son un anuncio de lo que será el cambio en el marco jurídico nacional, a la vez que son también un balón de ensayo para medir los niveles de reacción de la ciudadanía y sus diferentes organizaciones.

 

La construcción paulatina pero sistemática de un poder casi total, por un lado, contrasta con la fragmentación de la sociedad, por el otro. Esta situación, es expresión de causas que subyacen a los fenómenos más visibles e inmediatos a través de los cuales se expresa la ruptura del tejido social, la sociedad disociada. Si nos representamos en forma geométrica a la sociedad nicaragüense como una pirámide, el primer signo que observamos en ella es el progresivo distanciamiento que se da entre el vértice que forman los sectores gubernamentales, políticos y económicos, con el resto de la pirámide compuesto por los otros sectores de la sociedad. En la cúpula política se vive la experiencia de problemas que, en buena parte, conciernen a la concentración del poder, pero que, en muchos casos, resultan indiferentes para la mayoría de la población, agobiada por el desempleo, el hambre y la falta de servicios básicos como la salud y la educación.

 

En el cuerpo de la pirámide, en la sociedad en general, se produce también un fenómeno de disociación y fragmentación, no solo entre los grupos políticos, sino además entre las diferentes organizaciones que en conjunto forman el tejido social, como consecuencia de la pérdida de un sentido de pertenencia a un todo unitario en el que converjan las diversidades de cada uno de los componentes.

 

El sentido de unidad se pierde, cuando cada uno de los factores que debería integrarlo, confunde la parte con el todo y asume que su sector, gremio o asociación, es el único y exclusivo representante de los intereses nacionales. La debilidad del cuerpo social en nuestro país se evidencia, principalmente, a través de tres manifestaciones: la incomunicación, la fragmentación y la abstención o falta de participación de la mayoría de los componentes de la sociedad civil en la búsqueda de soluciones comunes.

 

Se requiere de auténtica voluntad política para superar los problemas estructurales que se enfrentan actualmente. Si no existe decisión de superar la indiferencia, el país se deslizará en los terrenos de la apatía, además de que como sombra premonitoria, estará el peligro de la violencia que ocupa, y de qué manera, el vacío que deja la ausencia de participación.

 

El mensaje que nos envía el arte y la cultura en general nos permite reflexionar desde él sobre la política. Conservando y respetando, obviamente, el espacio que a cada uno corresponde, la identidad que encontramos y sentimos en la pintura, la poesía, la literatura cuando nuestra sensibilidad converge en la estética, nos invita a buscarla en el plano de la política, en donde falta la identificación de valores y principios que podríamos considerar comunes, sin perjuicio de las diferencias que deben respetarse en tanto expresiones de la individualidad y libertad de cada quien.

 

De la misma manera que a través del arte nos damos el mundo que la realidad nos niega, la política tendría que ser la conjunción de pensamiento y realidad, teoría y práctica, reflexión y acción para construir el proyecto de país que deseamos y necesitamos y para abandonar todas las actitudes que impiden la libertad y creatividad de la persona.

 

Es imprescindible buscar los valores y principios que nos permitan un acuerdo integral, para construir la sociedad que queremos. Un acuerdo integral que logre el consenso sobre la democracia, el rechazo a la violencia y la reafirmación de la cultura de paz, al tiempo que consolide una política estratégica en lo económico, lo social y lo que corresponde a la naturaleza, estructura y función del Estado y sus instituciones. Un proyecto de Estado-nación que reconozca el papel de la sociedad civil y en el que sea posible la participación de los nicaragüenses en la construcción del presente y futuro del país.

 

Debemos ser capaces de encontrar un plano de coincidencias mínimas, aún y cuando nuestras diferencias existan, o quizás precisamente por eso. El hecho de pensar diferente, no es razón para justificar esa práctica cotidiana de destrucción moral. El nuevo contrato social debe orientarse a la formación de una ética de la solidaridad y de una conducta de respeto recíproco en una verdadera democracia y un auténtico Estado de Derecho.  

 

El autor es Jurista, filósofo y escritor nicaragüense

 

 

Editorial fragmentación integración archivo

COMENTARIOS

  1. Un lector
    Hace 10 años

    El problema no es pensar diferente, el problema es la oligarquia que trabaja en contra de los intereses de Nicaragua y historicamente se ha alidado al imperio USA para beneficiarse y dejar al bota de hule sin Tierra y en la calle. Los oligarcas son los que piden invasiones del yanki, los que crearon la guerra contra y hoy tratando de deligitimizar al gobierno electo por el pueblo. Ese el el problema. No respeten la democracia ni la voluntad del pueblo. Quieren poder por la fuerza

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