Carlos R. Flores (*)
Este tipo de percance tiene una de las tasas más altas de fatalidad entre la fuerza laboral, principalmente entre el personal contratista, entre quienes existe la tendencia de no realizar los análisis de riesgos con el mismo rigor que el personal de la empresa contratante.
Frecuentemente existe también un relajamiento por parte de la contratante en no asegurarse que las prácticas operacionales de la contratista sigan enérgicamente los mismos protocolos de seguridad.
No es inusual que la mayoría de contratos que se realizan entre la contratante y la contratista sean meramente administrativos, protocolarios y machoteros, que no contemplan ningún tipo de mecanismo específico de verificación y cumplimiento, incluyendo sanciones y hasta cláusulas de rescisión de contrato en caso de violaciones a la seguridad operacional.
Se incluye vagamente en los contratos, como si fuera una fórmula mágica, la cajonera cláusula “el contratista será responsable de cualquier accidente que le ocurra a su personal”, siendo esta más bien una postura de un iletrado o de un desconocedor de nuestra Ley 618 de Higiene y Seguridad, ya que en el Arto. 18 numeral 9 y en el Arto 35, la contratante debe exigir (no como un simple requerimiento sino bajo mecanismos explícitos de verificación técnica) que los contratistas y subcontratistas cumplan con los requerimientos de seguridad operacional, so pena de ser la contratante responsable solidaria (incluyendo personas específicas con eventual imputación penal) por los perjuicios y daños ocasionados a los trabajadores.
¿Cómo se llega entonces a estas fatalidades eléctricas? Generalmente, este tipo de actividades, denominadas como trabajos con riesgos especiales, llevan aparejadas herramientas de identificación y control de peligros como el conocido permiso de trabajo, que es por definición un verdadero análisis de riesgo de la labor a realizar que debe ser efectuado en el campo, entre la persona que instruye el trabajo y quienes lo ejecutarán, haciendo un recorrido de todos los aspectos de riesgo y verificando que se encuentra en práctica una medida preventiva o mitigante para evitar un accidente, siendo también un documento prelegal que contiene una declaración de alcance, conocimiento y responsabilidad de los riesgos laborales entre las partes.
Otra herramienta poderosa es el análisis de trabajo seguro, el cual desglosa en tres columnas los pasos de riesgo de cada tarea a realizar, identificando debidamente los peligros presentes y necesariamente, ejecutando la medida específica que evita el accidente.
Con frecuencia las empresas contratantes no transmiten, no verifican y no imponen agresivamente a los contratistas estos protocolos de actuación, pensando de buena fe (o ingenuamente) que cada quien velará por lo suyo, siendo esta una omisión crasa de la necesidad de seguimiento y administración de los trabajos realizados por terceros a cuenta de la empresa principal.
No es extraño que ciertos niveles gerenciales vean de soslayo o con desprecio las capacitaciones sobre las normativas vigentes y las herramientas que previenen estas tragedias, pensando que es un tema demasiado operativo, pero al fin y al cabo, la dura realidad se encarga siempre de imponer su versión final.
(*) Consultor en Seguridad Industrial.
www.noalosaccidentes.wordpress.com
Ver en la versión impresa las páginas: 3 C
