Freddy Blandón
En el año 2009 se inició un esquema de trabajo entre el sector privado y el gobierno actual, proceso que por su incidencia en la estabilidad económica y social que experimentamos ha beneficiado no solo al Gobierno sino al país en general. Y por ello, no es difícil entender que se haya instaurado como política de Estado a nivel constitucional en la reciente reforma de la Carta Magna.
Ese esquema se ha sustentado en un modelo de diálogo y consenso que a algunos no les gusta, y por ello, lo descalifican. Hemos leído y escuchado expresiones tan prejuiciadas y desmesuradas, por las cuales se asevera sin mayor límite ético que desde el sector privado se está promoviendo un “Estado corporativo fascista”, que estamos frente a un modelo de co-gobierno y hasta se habla de un sistema caracterizado por la “plutocracia”.
Esas descalificaciones pretenden hacer creer que al haberse optado por el diálogo y el consenso entre Gobierno y sector privado se ha caído por los empresarios en el “irresistible encanto del crecimiento autoritario”, que se ha “olvidado” el Estado democrático de derecho y que esos principios son “adornos prescindibles” para los mismos.
El enjuiciamiento mediático no para ahí, también lo estigmatizan, al señalar que ese diálogo sirve únicamente para “avalar el autoritarismo del Gobierno”. Y se atreven a más y pasan de la descalificación a la presión abierta para exigirle al sector privado que “genere la cuota inevitable de inestabilidad” que ellos consideran es necesario para debilitar al Gobierno; lo cual es un planteamiento temerario e irresponsable, ya que la inestabilidad sabemos todos los nicaragüenses, solamente acarrea atraso, miseria y sufrimiento.
Ahora estos detractores del diálogo, extrañamente han sufrido una metamorfosis. De pasar a revelarnos que el diálogo del sector privado con el Gobierno es malo, a ilustrarnos que hay un diálogo bueno, ético y que no permitirá “cooptación corporativista”. Es decir, han pasado a definir cuáles son los “límites virtuosos” entre uno y otro.
Este nuevo diálogo se plantea no tiene que adentrarse en temas políticos, ya que no se debe sustituir a los partidos políticos de oposición. Este diálogo espera de sus interlocutores “actitudes valientes”. Este diálogo debe exigir “pruebas de sinceridad”. El mismo y la agenda que se desarrolle, se especula puede permitir “construir una nueva Nicaragua”.
Ahora se trata de un hecho de “gran trascendencia” porque nos puede llevar a la sociedad deseable y posible. Y resulta virtuoso que una de las partes haya impuesto límites a temas políticos, económicos e institucionales para no generar “expectativas desmedidas”; las cuales sí eran exigidas para el otro diálogo.
Ahora se valora de positivo que el Gobierno acceda a dialogar, pero advirtiendo que los políticos no deben pretender descargar en los dialogantes, sus propias responsabilidades. Ahora, está bien que se acceda a dialogar con otros interlocutores, pero no debe exagerarse la expectativa; porque los dialogantes no pueden sustituir la presión popular.
No puedo, interpretando estas posiciones, comprender que exista un diálogo bueno y un diálogo malo. Lo que entiendo son dos cosas: La primera, que cada quien tiene un rol como afirma el doctor Emilio Álvarez Montalván. Y la segunda, que seguimos siendo una sociedad disociada donde prevalecen los epitafios morales.
Pero, también advierto otra realidad que sobrepasa las dos anteriores. Y es la necesidad que tenemos como nación de salir de las trampas históricas de enfrentamientos y pactos prebendarios que nos han atrasado por siglos, para evitar en palabras del maestro Serrano, dos extremos: “la confrontación y la confabulación”; los cuales se podrían evitar sin equívoco alguno, respaldando y respetando plenamente el diálogo que cada actor social realice sustentado y desarrollado con visión e interés de nación.
Lo cierto es que no podemos seguir siendo víctimas de la manipulación y simplificación del maniqueísmo del bien y el mal. De un pensamiento simplista, pero complejamente perverso que nos atrasa y envilece. No podemos seguir siendo rehenes de “sofistas” que saben hablarle al público y saben usar los medios.
En ese sentido, cobran vigencia plena las palabras del papa Francisco, quien pondera la importancia del diálogo, al expresar en una reunión con políticos, diplomáticos, líderes comunitarios, intelectuales, empresarios, artistas y líderes de las principales comunidades religiosas de Brasil, que es “fundamental para afrontar el presente, el diálogo constructivo” y enfatizar, que “entre la indiferencia egoísta y la protesta siempre hay una opción posible, el diálogo”. El autor es máster en Derecho Público.