Rezaye Álvarez M. y José Adán Silva
Cuando los mayangnas, en el inicio de los tiempos, prefirieron obedecer a Sawahbin por sobre la voluntad de Asangba, marcaron su destino y su historia como grupo indígena. Las narraciones orales cuentan que la desobediencia a Asangba, Dios de las Montañas, les ha hecho cargar el peso de la culpa durante el paso de los siglos y que las invasiones y cacerías que han sufrido a manos de españoles, ingleses, miskitos y ahora mestizos, han sido parte de los castigos que les ha tocado vivir por aquella ofensa divina.
Cuentan los compiladores de la historia mayangna que estos vinieron a Nicaragua desde Asia hace al menos dos milenios, huyendo de los chinos, filipinos, japoneses y otras tribus, cruzando el congelado Estrecho de Bering.
Esta parte de la historia la conoce, porque la ha oído de generación en generación, el líder indígena Alicio Genaro, presidente de la nación indígena mayangna.
Guerra descarnada
Los primeros siglos antes de la llegada de los extranjeros fueron los años felices de su historia. Luego vinieron los conquistadores, españoles e ingleses, quienes crearon castas étnicas locales para defender sus intereses a sangre y cuchillo y desde hace más de 500 años, hasta nuestros tiempos, el reino mayangna ha vivido huyendo, peleando, sobreviviendo, agonizando contra ingleses y españoles.
Luego los miskitos los persiguieron y cazaron como esclavos, los dispersaron de sus territorios y los hicieron huir hacia las profundidades de las montañas, donde se asentaron y sobrevivieron hasta hoy.
Sin embargo, aquellos años de persecución, invasión y defensa de sus territorios, no han desaparecido.
Alicio Genaro ha venido a Managua al menos 20 veces desde el año 2010, a denunciar ante quien quiera oír, la destrucción de sus territorios, la invasión de mestizos colonos a sus tribus y la violencia generada en las montañas por tratar de preservar sus tierras, sus costumbres y sus medios de vida.
El presidente de la nación indígena mayangna narró que la lucha de los pueblos autóctonos por sus territorios, en la plena reserva de biosfera Bosawas, se intensificó a partir de 2010 ante el incremento de la presencia de campesinos proveniente del este y centro del país.
Genaro asegura que la invasión se ha tornado violenta y descarnada contra los recursos naturales y la propia comunidad aborigen, estimada en unos 30,000 integrantes. Sus registros hasta 2013 indicaban que 13 indígenas habían muerto desde 2009 en defensa del territorio.
[/doap_box][doap_box title=”La batalla legal por el reinado” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]
En una serie de talleres que realizó el Ipade, con el aval académico de la UNAN-Managua, se logró capacitar a más de 440 indígenas mayangnas en Estrategia de Protección Territorial.
[/doap_box][doap_box title=”Adaptándose a la época” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]
El tuno es una fibra que se extrae de la corteza del árbol de tuno o yashkuta (castilla tuno). Además de usar taparrabos, los mayangnas caminaban descalzos, se pintaban la cara, usaban collares de dientes de animales y aretes hechos de plumas.
Los grandes líderes de las comunidades se hacían orificios en la nariz, se ponían plumas, se ponían como argollas en las manos y en los brazos y un brazalete de tuno.
En la actualidad los mayangnas visten ropas iguales a las de los mestizos del Pacífico. Aunque el tuno sigue siento trabajado para la producción de objetos, como sombreros, bolsos, lienzos para pinturas, cobertores y morrales.
[/doap_box]
Genaro sabe que con la muerte del bosque se muere lo que queda del antiguo reino.
Más indígenas, menos tierras
Según compiladores de la cultura mayangna, antes de la llegada de los piratas y colonizadores ingleses, la nación mayangna estaba conformada por familias consanguíneas y una federación de ocho tribus de la misma familia , de las cuales actualmente sobreviven tres, que se han distribuido en nueve territorios, mismos que conforman la actual nación mayangna.
Actualmente se estima una población de aproximadamente 30,000 mayangnas que han conservado la pureza de su raza, pero han perdido la mayoría de las costumbres y tradiciones de sus ancestros.
Para el presidente de la nación mayangna, Alicio Genaro, el gran problema de la sobrevivencia del reino no es el crecimiento de la población, sino la disminución de sus territorios.
En 1987 ellos contaban con un territorio de 1,170,210 hectáreas de bosques vírgenes para una población estimada en menos de 7,000 indígenas.
Para 2010, con un pueblo de aproximadamente 25,000 personas, el bosque se había reducido a 832,237 hectáreas de territorios y la invasión de 5,000 colonos mestizos en sus dominios en 1990, se había disparado a más de 40,000 hasta 2013.
“Disparan a todo, queman todo, envenenan el agua de los ríos y botan los árboles gigantes que por años nos han dado sombra y protección, y luego avanzan más y nada los detiene”, denuncia Genaro a los colonos.
“El danto (tapir) ya no se mira, los pumas y los tigrillos han huido de la zona y ya no se oye cantar a los miles de pájaros que nos daban señales de lluvia. Ni los peces grandes se ven en los ríos; todo está desapareciendo”, detalló.
Relación con la tierra
Al establecerse en Nicaragua, los mayangnas, hombres y mujeres de contextura media, cabello negro y liso, ojos rasgados y tez morena, desarrollaron un modo de vida en convivencia con los recursos naturales abundantes que habían aquí siglos antes de la conquista española.
Una frase oral que aún perdura de aquellos tiempos es: “Sauni sangnika bitik adika sangnika didawan duwi”, que traducida al español significa: “La naturaleza está poblada de espíritus”.
“Siempre hemos vivido de lo que nos provee la naturaleza”, dice un anciano citado por el Cuaderno Cultural Sumu-Mayangna, realizado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Gloria Juwith, una anciana mayangna del territorio Sauni Arungka, narra que en el tiempo de sus abuelos vivían de la caza, pesca y recolección de frutas, ella recuerda que antes abundaban los árboles frutales.
A lo largo de la historia las comunidades mayangnas han implementado una filosofía de uso de la tierra clasificada en tres áreas principales: zona de agricultura, zona de güirisería y zona de conservación.
A su vez, la zona de conservación está subdividida en cuatro partes: zona de cacería y recolección frecuente, zona de historia y cultura, zona de cacería y recolección infrecuente y zona de reproducción de plantas y animales.
El Cuaderno Cultural Sumu-Mayangna afirma que la economía mayangna es comunal y tiene dos líneas, la economía de subsistencia que consiste en la agricultura, pesca y recolección de frutos y la economía monetaria que se desarrolla con el fin de obtener ingresos en efectivo para las familias.
Existen registros históricos que sostienen la práctica de la economía monetaria, ya que desde el siglo XVI los mayangnas han sostenido relaciones comerciales con los miskitos, a los que proveían de materia prima para que a su vez estos la vendieran a los ingleses.
Sobre la economía comunal, Historia oral del pueblo mayangna menciona que estos indígenas “se alimentaban de frutas de diferentes árboles, semillas, carrizo, zapotes silvestres, tuna, todo era cogollo de árboles y especie de palmeras, llamados maquengue, cangrejos que los agarraban en los ríos, chanchos de monte, sahinos, pavones, gallinas, pescados, todo esto lo cazaban con flechas”.
Cambio de modo de vida
Al preguntarle a Juwith sobre cómo es la situación ahora, su tono de voz cambia y se escucha molesta: “Yo como madre me pregunto dónde van a ir a quedarse mis hijos, mis nietos, si los colonos siguen invadiendo nuestros territorios. ¿De qué van a vivir? La tierra es lo principal. Nosotros de la tierra cultivamos, aprovechamos la recolección de frutos silvestres que nuestros ancianos habían practicado. Ahora en este tiempo casi no tenemos a dónde ir a buscar frutos. Con esa invasión están afectando nuestros ríos, los dejan contaminados porque hacen potreros, los animales en el potrero van aumentando y nos siguen quitando nuestras tierras”.
Según la antropóloga Esther Melba McLean, coordinadora del Centro de Investigaciones y Desarrollo de la Costa Atlántica de la Bluefields Indian and Caribbean University (CIDCA-BICU), “la presencia de terceros afecta grandemente porque ocupan tierras en gran escala para potreros y otros para vender tierra”.
Para McLean “es triste porque primero se están desapareciendo los caños, ríos, árboles donde se situaban las aves como el pavón, y otros. Asimismo se están desapareciendo los animales como chancho de monte, venados, dantos y otros más. Esto también afectará grandemente en el cambio de la dieta, en la economía familiar, en la cultura, ya que las personas están consumiendo otros tipos de alimentos”.
Según datos de la Cooperación Alemana en Nicaragua (GIZ), entre el 2005 y 2010, Bosawas avanzó 40 kilómetros hacia la zona núcleo de esta reserva de biosfera declarada por la Unesco en 1997.
Según el ambientalista Jaime Incer Barquero, si no se detiene el avance de la destrucción del territorio indígena “se requerirán de 24.4 años para no tener bosques en Bosawas y de 13.3 años para no disponer de zona de amortiguamiento en la Reserva”.
Ver en la versión impresa las páginas: 6 A