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Sobre los puestos en seguridad

En uno de aquellos días tenía apenas un año y medio en la empresa. El gerente de la planta en ese entonces me mandó a llamar a su oficina. Había con él tres personas más; un par de gerentes funcionales y otro ingeniero joven, con quien llegaría a cultivar una gran amistad que aún conservamos con aprecio mutuo. El ambiente era como de pésame, un velorio, para ser más específico.

Carlos R. Flores (*)

En uno de aquellos días tenía apenas un año y medio en la empresa. El gerente de la planta en ese entonces me mandó a llamar a su oficina. Había con él tres personas más; un par de gerentes funcionales y otro ingeniero joven, con quien llegaría a cultivar una gran amistad que aún conservamos con aprecio mutuo. El ambiente era como de pésame, un velorio, para ser más específico.

El ejecutivo apenas hacía eventual contacto visual conmigo, concentrado al parecer en revisarse las uñas, un recurso que era más que todo una excusa no verbal para comunicarme lo que a juicio general, menos de mi propio criterio ingenuo, era una noticia devastadora: Me estaban transfiriendo al área de Seguridad.

“Hemos decidido moverte a otro puesto”, me dice en un tono impersonal, como quien transmite una noticia atroz. “Pensamos que es una buena oportunidad para vos”, acotó.

Los demás acompañantes en la rápida reunión en donde se me comunicó la noticia, no atinaban más que a verme con un aire de conmiseración, como a alguien a quien acaban de detectarle cáncer, pero le quedan unos meses de vida para ordenar sus asuntos.

“En todo caso —continuó el gerente— te vamos a dar un vehículo asignado y vas a tener también una cuenta de gastos de representación”, finalizó, como dando un tono de compensación ante lo que se consideraba entonces una desgracia en tu carrera.

Al salir de la junta la confusión para mí era inabarcable. Lo que consideraba para mis adentros como un reto y una oportunidad de desarrollo, los signos externos la aparentaban como un fracaso en ascender en la escalera ejecutiva.

“Te arruinaste joven”, me manifestó el joven ingeniero amigo mío. “A los que le ponen la camiseta de seguridad están condenados. Ya una vez que entrás a esa área, despedite de cualquier oportunidad de crecimiento; bueno, en todo caso, al menos tenés un trabajo”.

—¿Cómo puede ser? —respondí.— ¿Qué acaso la Seguridad no es el primer valor corporativo?

“Pues por esa misma razón. Como es precisamente eso, ya vas a ver lo que se te viene encima cuando tengás que lidiar con las contradicciones y los pañales más gorditos”, finalizó.

Afortunadamente, de ese punto en adelante puedo decir que empezó mi verdadera carrera: el mayor aprendizaje y aprovechamiento profesional. Algunas personas con una visión limitada y a veces deformada, consideran los puestos en esta área como males necesarios, chivos expiatorios, o lugares en donde se destina a personas que no tienen otra posición útil en la empresa.

Son planteamientos absolutamente equivocados y escribo para alentar positivamente a aquellos profesionales que están trabajando en esta área tan importante: no hay posición donde usted pueda aprender más que en las de seguridad; no solamente aprovechará una carrera, sino que aprenderá una profesión para el resto de su vida, incluso, como un verdadero seguro contra el desempleo, puesto que a tantos años de distancia, sigo creciendo profesionalmente en esta disciplina a pesar que la empresa donde me inicié, ya nadie quiere ni acordarse.

(*) Consultor en Seguridad Industrial.

[email protected]

@carflom

Economía empresas seguridad archivo

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