Eduardo Cruz
El 20 de junio de 1989, hace exactamente 25 años, se aprobó el reglamento de la Unión Nacional Opositora (UNO), mediante el cual los 14 partidos políticos que conformaban esa alianza se comprometieron a apoyar a un candidato único para enfrentar al Frente Sandinista (FSLN) en las elecciones del 25 de febrero de 1990.
En ese momento todavía no existía un candidato presidencial, cuya designación se disputaban principalmente el líder empresarial Enrique Bolaños, el dirigente liberal independiente Virgilio Godoy y doña Violeta Barrios de Chamorro, por ese entonces directora de LA PRENSA y quien finalmente fue la escogida.
Los 14 partidos que conformaban la UNO tenían serias diferencias ideológicas. Por ejemplo, había comunistas y demócratas y liberales y conservadores, pero ninguno de ellos podía presumir de que era más fuerte que otro porque nunca se habían medido en una contienda electoral, recuerda Luis Sánchez Sancho, quien fungió como encargado de prensa de la unión opositora.
La UNO es en la historia del país el mayor ejemplo de unidad entre la oposición y tenía como principal precedente a la UNO de 1966, conformada por cinco partidos bajo el liderazgo del conservador Fernando Agüero y de Pedro Joaquín Chamorro, principales dirigentes opositores a la dinastía de los Somoza.
Conformar la UNO de 1989 no fue una tarea fácil. Fue difícil armar eso, dice Mauricio Díaz, quien militaba en el Partido Popular Socialcristiano (PPSC).
Las reuniones entre los dirigentes de los 14 partidos eran agotadoras. A veces se llevaban hasta cinco horas deliberando en las oficinas que estaban ubicadas en el costado oeste del Estadio Nacional. Nadie salía de ahí hasta que no se lograba consenso en las discusiones y tampoco nadie filtraba nada sobre las reuniones. Aun así, la desconfianza reinaban entre los opositores.
UN PAÍS DETERIORADO
Las condiciones en que se produjo la conformación de la UNO eran muy difíciles para los nicaragüenses.
El país se desangraba en una guerra civil. Aunque el gobierno sandinista se había comprometido a cesar la guerra, aún había emboscadas y amenazas en contra de quienes no comulgaban con la revolución. Según Sánchez Sancho, la guerra estaba estancada porque no la estaba ganando ninguno de los dos bandos.
Apenas un año antes, el 14 de febrero de 1988, se había producido la devaluación más grande que se conoce en Nicaragua, en la que mediante un decreto el Gobierno estableció que por cada 1,000 córdobas viejos que entregara la población, se le iba a devolver un córdoba nuevo.
La guerra fría entre Estados Unidos y Rusia estaba por llegar a su fin y los rusos ya no estaban brindando la ayuda que los sandinistas requerían, recuerda Sánchez Sancho.
Además, la producción agrícola era muy pobre y no había infraestructura adecuada para levantarla y el racionamiento de alimentos tenía desesperada a la población.
En esas circunstancias, el país estaba urgido de soluciones políticas, no quería más balas, dice Mauricio Díaz.
ORTEGA IMPULSÓ LA UNO
Los conflictos armados en Nicaragua y en El Salvador hicieron que los cinco presidentes centroamericanos se reunieran para conseguir la paz en la región y así surgieron los acuerdos de Esquipulas I y II, de los cuales fue firmante el presidente Daniel Ortega.
Principalmente con Esquipulas II se acordó que debían cesar las hostilidades y debían realizarse elecciones libres en Nicaragua.
Sánchez Sancho explica que Esquipulas II se firmó el 7 de agosto de 1987 y cuatro días después, el 11 de agosto, Daniel Ortega convocó a los líderes de los partidos opositores para decirles que no iba a dialogar con ninguno de ellos por separado, obligándolos a unirse. Los cálculos de Ortega, según Sánchez Sancho, era que los opositores no iban a ponerse de acuerdo, pero más bien los obligó a alcanzar la unidad.
Y es que los partidos de oposición estaban divididos en dos bloques: los que estaban aglutinados en la Coordinadora Democrática Nicaragüense Ramiro Sacasa y los que estaban en el Frente Patriótico de la Revolución, explica Sánchez Sancho.
Los de la Coordinadora eran los opositores más radicales contra el FSLN, de los cuales se suponía que apoyaban a la Contra. Y los del Frente Patriótico eran opositores que habían participado en las elecciones de 1984 y se desconfiaba de ellos porque en algún momento supuestamente habían tenido cierto entendimiento con el sandinismo.
Las grandes desconfianzas entre ambos bandos se evidenciaron en el hecho de que no fue sino hasta dos años después, en 1989, que se logró la unidad opositora con la conformación de la UNO, asegura Sánchez Sancho.
Un obstáculo que los opositores debieron superar era la conformación de la Comisión Nacional de Reconciliación (CNR), la cual debía estar conformada por cuatro personas: una del Gobierno, una de la Iglesia católica, una de la oposición y una persona notable. Las diferencias entre los dos bloques de opositores eran tan grandes que cada uno propuso sus candidatos por separado para esa comisión. La comisión, elegida por Ortega, fue conformada por Mauricio Díaz, el vicepresidente Sergio Ramírez, el cardenal Miguel Obando y el pastor Gustavo Parajón.
Al inicio, Estados Unidos no estaba muy convencido de la viabilidad de la UNO, pero después fue aceptando poco a poco la alianza, aunque Sánchez Sancho asegura que el país norteamericano tuvo poca incidencia en que se concretara la unidad opositora.
El 25 de febrero de 1990 se realizaron las esperadas elecciones, después de que el FSLN había aceptado observación electoral y algunos cambios en el Consejo Supremo Electoral (CSE). En la madrugada del 26 de febrero, doña Violeta Barrios de Chamorro era felicitada como la nueva presidenta de los nicaragüenses. Finalmente la UNO obtuvo el 54.8 por ciento de los votos y el FSLN el 40.8 por ciento.
Barrios de Chamorro fue la candidata única que aceptaron los 14 partidos de la UNO un día como hoy 20 de junio, pero de 1989.
14 fueron los partidos que conformaron la UNO: PLI, PLC, Pali, ANC, PNC, APC, PPSC, PDCN, PAN, MDN, PSD, PSN, PCdeN y PIAC.
i en 1989 fue difícil alcanzar la unidad de las fuerzas opositoras, hoy sería más complicado, opina Mauricio Díaz, uno de los que trabajaron en pos de la conformación de la Unión Nacional Opositora (UNO). Primero, dice Díaz, hay que aclararle a la población quién está de verdad en la oposición. Según Díaz, la población nicaragüense vive una incertidumbre sobre quiénes realmente son opositores. Además, el político cree que aún sigue vivo el pacto de Arnoldo Alemán y Daniel Ortega y eso complica más el escenario. Díaz asegura que la historia se repite y que al igual que en 1989 estamos llegando a una etapa en la que hace falta trabajar en función de una unidad opositora, pero ahora es más complejo. El analista político Luis Sánchez Sancho indica que las alianzas opositoras se dan principalmente por necesidades históricas y en la actualidad existe esa necesidad histórica, solo que el escenario es diferente, porque antes Estados Unidos estaba en contra del gobierno sandinista, el empresariado militaba en la oposición y había una guerra. Todas esas circunstancias hoy son diferentes.
Además, añade Sánchez Sancho, en aquel momento no había señalamientos de corrupción entre ninguno de los miembros de los 14 partidos que conformaban la alianza.
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