Recibido con honores

Embriagado de su hazaña, sus palabras convocaban a un mundo paralelo, el del ilusionismo, donde lo grandioso no era más que una situación real. Óscar Duarte llegó al país que lo vio nacer hace 25 años. El muchacho que pateaba la pelota diariamente como un fiel de una religión, está sintiendo el éxito como un invitado recurrente, no se siente como el actor de reparto sino como el verdadero protagonista de la histórica actuación de Costa Rica en el Mundial de Futbol de Brasil.

“Tengo que decir que me impresionó el recibimiento que me hicieron los nicaragüenses, aunque en el aeropuerto fue muy desordenado, mi mamá estaba por un lado, no sabía si la golpeaban o si se caía, me decían que los saludara pero no podía porque estaba desorientado”, indicó Duarte.

Más calmo, con su semblante relajado del tumultuoso recibimiento por parte de los hijos pródigos del Gobierno, la Juventud Sandinista, Duarte tiene un gran aprecio por Nicaragua. “Si bien es cierto Costa Rica me abrió la puerta, tengo que agradecer a mucha gente de acá y a toda Nicaragua por el apoyo”.

Entre la incertidumbre del sentimiento dividido de los aficionados del futbol, sobre si realmente Duarte representaba al terruño aseguró que “Nicaragua ocupa un lugar importante porque tengo a mi familia. Siempre a donde esté voy a tenerlos en ese pedacito de mi corazón porque es parte de mi vida y esté donde esté acá van a estar ellos conmigo”, aclaró el futbolista, nombrado como el mejor de Costa Rica en la fase de grupos.

Duarte es el ejemplo del triunfo, de la esperanza sobre la experiencia. El espíritu inquieto de infante lo convirtió en el joven de grandes proyecciones en la defensa. “Tenía que pelear el doble para quedar en el equipo cuando por primera vez Ricardo La Volpe me llamó, trató de renovar la selección y esa fue una emoción enorme, cuando supe que sería parte de ella”.

DIFÍCIL ADAPTACIÓN

Un muchacho que paseaba en chinelas por Catarina, Masaya, hasta los cinco años, mostraba que su luz potente en el deporte dejaba a todos en la oscuridad, se mudó a Costa Rica, el país el cual le dio una oportunidad de salir del anonimato para convertirse en un astro de su tierra.

“Toda adaptación es difícil porque uno se acostumbra a sus raíces. Adaptarse a una vida nueva todo es diferente, pero tal vez por haber llegado tan pequeño y no saber definir lo que pasaba en el entorno en ese momento fue más complejo para mi mamá que para mí”, puntualizó el defensor de la bandera costarricense.

Duarte nunca se imaginó qué hubiera sido de él si no se hubiesen mudado en 1994 para Costa Rica. Solo tiene en mente la próxima jugada que va a realizar, el posible marcaje a ejecutar. Él es de los creyente cegados en darlo todo por sobresalir, por eso no deja penetrar ni una sola mirada en el camino a los escalones del trono y deja en evidencia su pasión guerrera.

“La verdad que nunca he pensado qué hubiese sido de mí si me hubiera quedado, pero gracias a Dios, siento que a cada uno Dios le manda lo que le tocó y me mandó a eso, ya todo está así y llegué a ser lo que ahora soy”, relató el nuevo ídolo de Catarina.

EL GOLPE MÁS FUERTE

El 31 de diciembre del 2011 el llanto recorrió todo el esplendor de Duarte. Fue un golpe tan duro que hizo que sus sentidos se desvanecieran y su coraza se cristalizara. La muerte de su abuela Vilma Esperanza Gaitán Muñoz le marcó de por vida.

Mientras recuerda, sus ojos denotan tristeza. “El fallecimiento de mi abuelita, que era mi segunda mamá, fue lo más difícil y el golpe más duro para mí”.

“CUMPLÍ MI SUEÑO”

De niño no soñaba con ser Batman o tener la capa de Supermán. Su sueño era algo menos ambicioso que el de Pelé, cuando escuchó por la radio que Brasil había perdido en el famoso Maracanazo y prometió ganar la Copa. Duarte con sus ambiciones más limitadas era la de jugar una vez en una Copa del Mundo.

“Cumplí mi sueño que era jugar un Mundial y tener este reconocimiento para uno es importante y más cuando no había participado en todos los partidos de las eliminatorias. Desde niño vivía siempre con un balón y me decía que tenía que llegar a ser alguien”, contó el prominente jugador del Brujas de Bélgica.

“NO FUE PLANEADO”

El papá de Óscar Duarte, llamado de la misma forma, admira a su hijo por lo que ha alcanzado y rememora la etapa en que tuvieron que partir, aunque dice que no fue algo planeado.

“Nuestra llegada a Costa Rica ocurrió porque su mamá se fue a pasear y se quedó, y de pronto a los meses decidimos irnos, los dos trabajábamos aquí y vivíamos decentes”, rememoró.

“Duarte es lo que es porque desde que entró al futbol pasa entrenando, llueve o truene o caiga sol, él siempre ha trabajado y por eso ha llegado hasta donde está”, indicó su papá.

Con su actuar el talentoso joven que estuvo pisándole los talones a Mario Ballotelli, estrella del futbol italiano, ha mostrado una dramática pedagogía de que el talento se hace más prominente cuando surge del dolor o de la pobreza.

Aunque Duarte vive un momento de triunfo, fama y gloria en su carrera deportiva por la catapulta del Mundial, cuando habla o se le pide una entrevista muestra que su pasión y las memorias del niño que corría por las calles de Catarina, que jugaba con sus primos y tíos en una cancha de polvo apostando una Coca Cola por diversión, como mencionó, todavía está presente.

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