Gloria Picón / Luis E. Martínez
I ENTREGA
“No tengás cuidado que hoy regreso”, le dijo Juan José Torres a su esposa Esperanza Salgado cuando salió de su casa a las 7:00 a.m., del 19 de julio, para celebrar el 35 aniversario de la Revolución Popular Sandinista en la Plaza la Fe, como lo había hecho otros años, pero la única imagen que ha vuelto a ver de su marido es en la televisión donde él dice que estuvo en Tipitapa el 17 de julio “para hacer una tragedia, tirar piedras”.
Torres es acusado junto a su hermano Gregorio Torres y su cuñado Erick Salgado, por “conspiración y proposición en la comisión de los delitos de crimen organizado en concurso real con los delitos de asesinato y lesiones gravísimas” en la masacre que dejó cuatro muertos en el kilómetro 76 de la carretera panamericana el 19 de julio.
Salgado dice que esa mañana ella estaba preocupada porque de la comunidad Las Pilas, Ciudad Darío, no salió vehículo para ir a la celebración, pero él le dijo que se iría con Walter Balmaceda, a quien le estaba excavando un pozo en su finca.
Salgado y Torres tienen cuatro hijos, el menor de apenas cuatro meses y la mayor de 14 años. La mujer cuenta que su esposo ganaba cien córdobas al día y cuando salió de la casa, lo único que llevaba eran 30 córdobas.
MEDIO COMEN POR LOS VECINOS
“Me dejó sin nada, solo tenía 30 pesos, con eso salió, yo lo esperé, pero no volvió”, dice la mujer que durante días ha podido medio comer junto a sus hijos gracias a la solidaridad de los vecinos.
Salgado no ha podido ver a su esposo, no tiene dinero para movilizarse. “Yo escuché la declaración que él dio, mienta (menciona) la gallera, pero no es así, lo que yo creo que quiso decir es que fuimos a retirar esa malla y tres hojas de zinc para hacer el gallinero, para diez gallinas que me dio el Gobierno y una bolsa de cemento que ahí está”, dice Salgado mientras muestra el pequeño gallinero que construyeron con las tres hojas de zinc y la bolsa de cemento que aún permanece dentro de la humilde vivienda.
Sin embargo, en Las Pilas, los vecinos saben que la tarde del miércoles, la Policía encontró las armas presuntamente usadas en el atentado ocurrido en El Carmen, kilómetro 76 de la carretera Panamericana. Las armas; dos escopetas y un fusil AK, estaban en un saco junto a un árbol en la finca conocida como San Mateo, a poca distancia del sitio del ataque contra la caravana, confirmó José Ignacio Berríos Mendoza, quien cuida esa propiedad.
Carlos Baltodano, defensor de los procesados, calificó como “raro” el hallazgo de las armas porque desde el día de los hechos llegaron policías y militares con todo tipo de técnicas, incluyendo detectores de metales “Y no encontraron en no sé cuántos kilómetros a la redonda, pero ahora olímpicamente encuentran las armas más de diez días después”.
Baltodano se quejó porque esta semana hizo cuatro solicitudes al suplente del Juzgado Único de Distrito Penal de Audiencias de Matagalpa, Wilford Bustamante, para poder entrevistarse con los cuatro procesados y ese derecho le ha sido negado.
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Además se preguntan por qué los que narraron la tragedia no mencionaron piedras. En la acusación de la Fiscalía mencionan entre las pruebas y evidencia materiales encontradas en el lugar, 12 casquillos de fusil AK, un cartucho de fusil AK, 21 casquillos de escopeta y un cartucho de escopeta.
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“Él dice que fue en Tipitapa, pero no es Tipitapa, es Darío, aquí tengo testigos, ahí está la gente que anduvo conmigo, Missael (Suárez) que nos llevó en el camión, eso es la aclaración que él quiere hacer creo yo, pero no puede, él se traba, no sé que le estarán haciendo ahí donde está”, dice la mujer.
TORRES SEÑALÓ A VECINOS
Rubén Loáisiga, vecino de los hermanos Torres, también estuvo en Darío el 16 de julio y expresa que en el poblado todo mundo está confuso, “los quieren culpar, pero ellos no son capaces de hacer ese crimen que les quieren inculpar, si no les hayan nada concreto no es para que estén detenidos”.
El 24 de julio Juan José Torres al ser acusado por la Fiscalía, negó los hechos, pero después ante los medios de comunicación dijo que había ido a Tipitapa a reunirse con “Pichinga, Lucio y El Alacrán” para “hacer una tragedia, tirar piedras a los buses”.
Loáisiga es del criterio de que esa confesión la hizo por los nervios. “Una persona que nunca ha estado detenida, el mismo nervio puede hacer que diga cualquier cosa, metió a unos muchachos que se había reunido en la gallera de Tipitapa, pero es falso”, dice.
TODOS SON SANDINISTAS
Según Loáisiga, las tres personas que Torres menciona son vecinos, ya que el que es conocido como “El Alacrán” es su hijo Carlos Rubén y el que identifica como “Lucio” es uno de los apodos de Marvin Ríos, el coordinador del Frente Sandinista en el lugar.
“En su shock él se acuerda de la gente, todos los que mencionó son vecinos”, dice Loáisiga, quien agrega que la Policía llegó a hablar con su hijo (El Alacrán) que es secretario de la Juventud Sandinista de la comunidad y que la misma Policía creía que se refería a otro personaje.
LA PRENSA quiso conocer la opinión de Ríos, el líder sandinista del sector, pero este dijo que lo que tenía que decir se lo había dicho a las autoridades y a los altos mandos del Frente Sandinista.
Carlos Rubén Loáisiga Martínez negó haberse reunido con los Torres o con alguno de los acusados y sostiene que Juan José fue a Darío el 16 de julio porque su esposa fue beneficiada con el bono de patio que un técnico del Ministerio Agropecuario y Forestal, a quien identifican como Mauricio Ruiz, les entregó.
Las Pilas, un lugar seguro
Los vecinos dicen que no están acostumbrados a que la Policía esté entrando al lugar, pero que durante días han estado llegando para hablar con los pobladores. A Salgado (esposa de Juan José Torres) le llegaron a preguntar, qué había visto. “Le dije (a la Policía) que el sábado (19 de julio) pasó una camioneta roja, ese chofer no iba manejando, iba volando, me levanté a ver porque estaba a la espera de él (Torres), les dije a los niños: tu papá no volvió, ¿será que le pasó algo?. pasaron dos buses, pero nada”, dice la mujer que no ha vuelto a ver al marido.
Las Pilas queda a unos seis kilómetros del lugar donde ocurrió la masacre, es un poblado de unas 50 casas entre el sector uno y el dos, los lugareños aseguran que ahí no hay robos, ni abigeato y describen el lugar como un sector sano. La hija de Torres que tiene 14 años dice que ahí todos pueden decir cómo es su padre. “Es humilde, solo miren la casa en que vivimos, ¿creen que si fuera criminal nos tendría así?”, dice la niña mientras chinea a su hermanito menor.
Missael Suárez Bracamonte es vecino de los Torres, se dedica al comercio, dice que en el lugar nunca se ha perdido nada, no hay abigeato y confiesa que deja su camión cargado con frijol o abono y nunca se le ha perdido nada, también asegura que los hermanos Torres han sido trabajadores suyos y sabe muy bien que “son gente humilde incapaces de hacer algo como lo ocurrido el 19 de julio”.
Suárez también es el dueño del camión en que Juan José Torres junto a su esposa y cuatro familias más viajaron a Darío el pasado 16 de julio a traer las tres hojas de zinc para construir el gallinero y asegura que en la Alcaldía saben que eso fue así y que ahí estuvieron desde la una de la tarde que salieron de sus casas hasta las cinco de la tarde.
La esposa de Juan José y los vecinos aseguran que el 17 de julio, día en que la Fiscalía dice que Torres se reunió en Tipitapa con otros hombres, estuvo hasta caer la tarde excavando un pozo en la finca de Walter Balmaceda, el otro hombre a quien la Fiscalía acusó de ser el coautor de los hechos por ser el conductor del autobus que los dejó en la entrada Las Pilas cuando venían de la Plaza la Fe.
Martha Castro, esposa de Balmaceda tiene más de dos mil firmas de la población que dan fe de la buena conducta de su esposo y señala que la acusación es por puro odio político, ya que la población sabe que él “es hombre trabajador que nunca se ha dedicado a hacer crímenes, ni nada malo”.
Después de 15 días de detención de los Torres, la familia de Juan José tiene el fogón apagado. “Me dejaron renca, mi papá está viejito, mi suegro está viejito, estamos medio comiendo de lo que la comunidad nos da; unos, arroz, otros frijoles”, dice la mujer que no puede detener las lágrimas y defiende la inocencia de su marido. “Ante mi Dios le digo, él no es culpable de eso, que agarren a los que lo hicieron, porque no pueden andar matando gente, pero ante Dios le digo que él no hizo eso”.
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