Alina Lorío L.
Es un panorama triste y desolador: niños, mujeres y ancianos en harapos, desnutridos, en condiciones paupérrimas, absolutamente sin nada qué comer en sus cocinas, las cuales lucen desoladas con sus fogones apagados hasta por 15 días consecutivos.
Además, los jefes de familia están sin empleo y el panorama se agrava con la prolongada sequía que solo les ha causado pérdidas.
UNA TRISTE REALIDAD
El escenario no es en tierras lejanas. A seis kilómetros del poblado de Santa María, cabecera municipal con el mismo nombre y a unos dos kilómetros de la frontera con Honduras, se encuentra la comunidad de El Tule, donde unas 25 familias están viviendo una triste realidad en la que sus habitantes no encuentran salida.
Las madres, muchas abandonadas por sus maridos, han enseñado a sus hijos a conformarse con un tiempo de comida, agua de masa o tortilla con sal antes de irse diario a la escuelita de la comunidad, y a acostarse sin comer.
Ni siquiera la merienda escolar les había llegado desde el 4 de agosto. Era el 11 de agosto y nadie se preocupaba por conseguirla en el pueblo.
Según el secretario general de la CST, Roberto González, la propuesta se basa en la creación de un plan de emergencia financiera a la producción alimentaria, seguido de mayores importaciones de alimentos básicos y estabilización de los precios de estos productos.
Por otra parte, plantea que ni el Gobierno, ni el sector privado tomen como medidas de ahorro, despedir a trabajadores.
“En este momento que se requiere ajustar, el llamado es a establecer las prioridades al presupuesto de las instituciones públicas”, dijo González.
Al ser consultado sobre si entre las medidas a priorizar por parte del Gobierno sería reducir gastos en publicidad o propaganda política, González dijo: “No puedo afirmar si ese derroche existe, lo que sí puedo decir es que la prioridad es el empleo, por lo tanto si hay gastos en otros aspectos, eso no es el primer orden”.
También propone que se revise el costo de la energía y el combustible en aquellos sectores que se dedican a la producción de alimentos y por último que la revisión al ajuste del salario mínimo sea basada en la realidad económica de Nicaragua.
Yohany López
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NIÑOS EN LAS ESCUELAS
Muchos padres de familia están pensando seriamente no enviar más a clases a sus hijos, “no voy a arriesgarme que mis niñas se me desmayen de hambre en la escuela”, exclamó con profunda preocupación Sonia Vallecillo González, quien regresaba a pie del pueblo (cabecera municipal de Santa María) sin haber logrado su propósito de conseguirle unas vitaminas a su marido enfermo.
“Estamos resignados a morirnos de hambre o vivir, para dónde vamos a agarrar?”, insistió.
TIEMBLAN POR HAMBRE
Yadira López Hernández, comiéndose un mango por almuerzo, dio gracias a Dios porque el agua les llega al menos dos horas cada tres días.
Ella, una mujer en harapos y desnutrida, se conforma con quitarle “un puñito de arroz cuando les manda la abuela a los chavalos, pero a veces ni para una poleada tenemos y tenemos que acostarnos con una agüita de azúcar o un puño de sal en el estómago. Los chavalos no pierden clases aunque vengan temblando del hambre y lo peor, eso va a seguir ( ). Vamos a sufrir”.
PAQUETE ALIMENTICIO NO LLEGÓ A ALGUNAS FAMILIAS
Para la comunidad fue una bendición, después de 15 días con hambre, haber recibido la ración alimenticia del Gobierno (arroz, aceite, maíz y frijoles), pero no todos fueron beneficiados, pues unas tres familias se quedaron sin el paquete de alimentos.
“¿Usted cree que no me dio tristeza ver cómo mis hijos y mi mujer con hambre hayan visto que en el patio de mi casa se repartía la comida a la mayoría de las familias de la comunidad y que al final me hayan dicho que no había para mi familia, que no aparecía en la lista?”, expresó Hugo Ismael López Hernández, exlíder comunitario.
Y peor aún, los líderes de la comunidad de El Tule le dijeron que fuera a traer su ración a Santa María, pero igual lo regresaron con las manos vacías porque ya habían repartido todos los alimentos.
“Solo me queda el gusto de mirar y no renegar, ¿para qué? Seguramente creen que porque soy liberal mi familia no tiene hambre”, relató López Hernández, con los ojos humedecidos producto de su tristeza.
Para doña Bertilia López Hernández, una mujer de 37 años, de diminuta figura acelerada por su estado de desnutrición, la ración de alimentos que el Gobierno les entregó el lunes recién pasado resuelve, pero a su familia, conformada por tres hijos y su papá, podría durarle cinco días como máximo, “después no sabemos qué va a pasar”.
SEQUÍA Y EXTREMA POBREZA
La comunidad de El Tule, como la de El Aguacate, El Hato, Calpule, El Guayabal y otras en Santa María, considerado municipio del Corredor Seco, ha sufrido desde hace muchos años los estragos de las sequías, que lo han sumergido en una extrema pobreza.
Si el clima les permite sembrar es solo para la subsistencia o consumo familiar en un período no mayor a los cinco meses y sus habitantes —sobre todo los varones— son jornaleros en las fincas ganaderas y viajan para cortar café a la montaña en temporadas libres de siembra y cosecha, pero “este año ni eso les favoreció”.
En 2014 la sequía no les permitió a los productores y campesinos del municipio de Santa María cosechar un solo grano de maíz, ni de frijol. Las pérdidas fueron totales. La gente empieza a emigrar y al menos unos treinta hombres han abandonado el pueblo en busca de nuevos horizontes.
El Gobierno municipal de Santa María reformó recientemente su presupuesto con la intención de destinar medio millón de córdobas para comida, que entregaría a las familias campesinas donde el hambre azota con mayor intensidad.
El concejal liberal Ignacio Zepeda Ordóñez manifestó que todos firmaron la reforma al presupuesto municipal, pero “estamos claros que es muy poco y en lo personal me parece que la sequía nos ha golpeado a todos por igual. La crisis es pareja y la comida estamos necesitándola todos, estamos obligados a buscar alternativas, de lo contrario, todos aquí vamos a morir de hambre”.
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