Elízabeth Romero
El paso del tiempo aún no cura las heridas que dejó entre familiares y feligreses de la parroquia Concepción de María, del municipio de La Concepción, Masaya, el crimen perpetrado en 2011 contra el sacerdote Marlon Ernesto Pupiro.
El recuerdo del párroco aún provoca llanto entre familiares y amigos.
De eso, ella deduce que esto es parte de la “persecución de la Iglesia, porque el padre no se metía en nada”.
“Nosotros hemos dicho: esa no es la verdad… que hay más cosas que la Policía puede hacer para esclarecer este crimen”, señala por su parte Janeth Gómez, cuñada del sacerdote.
Los recuerdos sobre su cuñado hacen que sendas lágrimas corran por las mejillas de Gómez, quien apunta: “Si bien es cierto que Dios nos manda a perdonar, hemos perdonado(…), pero a ellos como autoridad les compete hacer justicia, no debe ser a medias”.
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Frente a la tumba en el cementerio San Pedro, donde reposan los restos del cura, está su tía y madre de crianza, Elvira García: “Yo le pido a Dios que me lo tenga en el cielo”, solloza, al tiempo que comenta que después de los acontecimientos sus vidas fueron alteradas de forma inesperada y le atribuye a ese hecho que ahora le hayan detectado diabetes.
Afirma que le ha dejado a Dios la justicia “porque Él sí sabe”, dice refiriéndose a que hubo otros implicados en el asesinato, pues ella, al igual que el resto de la familia, no ha creído en la versión ofrecida en su momento por los operadores de justicia de que Jazker Blandón, el único detenido, actuara solo.
“Ahí hay más gente”, dice convencida la madre de crianza de la víctima.
“Él fue torturado, dicen que hasta sus testículos los tenía golpeados. Algo le pedían a él y no aceptó, algo no aceptó, algo que no podemos saber, que por qué le hicieron eso”, apunta García. La tía de crianza disiente en las investigaciones que en su momento ubicaron a su sobrino como visitante del centro recreativo La Borgoña y donde fue visto con vida por última vez al amanecer del 20 de agosto.
“¡MENTIRAS!”
En el expediente hay declaraciones de meseros e incluso del dueño de La Borgoña, Aníbal Ballesteros, quien aseveran que cuando el padre llegaba a ese establecimiento lo hacía con otras personas y sin referirse directamente a esto García sostuvo: “¡Es mentira! ”.
Igual que su tía Lesbia Pupiro, hermana de la víctima, demanda saber la verdad de lo ocurrido al amanecer del fatídico 20 de agosto del 2011. El cuerpo del sacerdote de 40 años fue encontrado el 23 de agosto en un basurero en el kilómetro 16 de la Carretera Vieja a León.
La juez Tercero de Distrito Penal de Audiencia de Managua, Henryette Casco, fijó la pena máxima (treinta años) por los delitos de asesinato y robo con violencia contra Jazker Blandón, quien se declaró confeso. Y aunque su defensor apeló, en enero de 2012, el Tribunal de Apelaciones confirmó la condena y agregó siete años de prisión por el robo agravado del vehículo.
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