Hace un siglo y casi dos meses, el 28 de junio de 1914, con el asesinato en Sarajevo del heredero al trono del imperio austrohúngaro, archiduque Francisco Fernando de Austria y la posterior invasión austrohúngara a Serbia, se desencadenó una guerra que, involucrando a todas las potencias mundiales, duraría de 1914 a 1918, la cual por su magnitud y destrucción, consecuencia de las nuevas tecnologías utilizadas, sus contemporáneos la llamaron la “Guerra que acabaría con todas las guerras”, pero solo veinte años después pasó a llamarse Primera Guerra Mundial al ser superada en destrucción por el conflicto conocido como Segunda Guerra Mundial. Por sus enormes implicaciones y cambios en los órdenes políticos, económicos, tecnológicos y sociales, ambas guerras, la Primera y la Segunda Guerra Mundial se consideran hitos que modelaron al mundo actual.
Parece que el ser humano no se detiene en su ambición y capacidad destructiva y hoy nuevamente estamos asomándonos peligrosamente a conflictos de orden militar, económico y social que podrían desencadenar una conflagración con capacidad de destruir no solo a la civilización, sino hasta la misma humanidad. Las premoniciones de Rubén Darío: “un soplo milenario trae amagos de peste”… “la tierra está preñada de dolor tan profundo” expresadas en su poema “Canto de Esperanza” escrito en los preludios de la Primera Guerra Mundial parecen repetirse. Darío invocó al Señor por la Paz, vino la guerra. Si un siglo después no predomina la cordura, podría acontecer una catástrofe inmensamente mayor.
Centrándonos en nuestro terruño, Nicaragua “participó” en la Primera Guerra Mundial. El 18 de mayo de 1917, el entonces Presidente Emiliano Chamorro declaró la guerra a los Imperios Alemanes y Austrohúngaros, la medida fue tomada adhiriéndose a la política bélica de los Estados Unidos, que un mes antes habían declarado la guerra a Alemania. Como recordaremos, desde 1912 Nicaragua se encontraba militarmente intervenida por los Estados Unidos.
Con todo, en Nicaragua, tanto en los sectores opositores al Gobierno, como dentro del mismo Gobierno de Chamorro hubo rechazo a la “declaración’ de guerra. En sus memorias, Emiliano relata que dos de sus ministros, Rafael Cabrera y Eduardo Lacayo, renunciaron por estar en desacuerdo; en el congreso también se presentó oposición, como se evidencia en el voto razonado publicado en el diario La Tribuna por el diputado Fernando Ignacio Martínez; en el mismo diario, su director el abogado Salvador Buitrago, cuestiona duramente al Gobierno de Chamorro por haber roto relaciones con Alemania, país de quien dice Buitrago, Nicaragua no ha recibido ofensas, al contrario de lo que acontece con los Estados Unidos y denuncia que la ruptura de relaciones se produjo bajo la amenaza de ponerle al presidente un interventor norteamericano si no lo hacía y que por tanto habría más justificación de romper relaciones con Estados Unidos que con Alemania; denuncia también que para esta decisión no se “toma en cuenta la justicia del paso que se da, ni el honor nacional, ni lo que es más caro en los países republicanos, la voluntad popular”.
Hay una curiosa anécdota comparativa, Chamorro narra que el Gobierno de los Estados Unidos le pidió que se embargaran los bienes de los alemanes y sus aliados residentes en Nicaragua, dice Emiliano que se negó por considerarlo injusto, ya que conocía a muchos de ellos, quienes honradamente se habían ganado sus fortunas; el hecho contrasta con lo actuado por el presidente Somoza García, cuando en la Segunda Guerra Mundial, Nicaragua vuelve a ser aliado “beligerante” de los Estados Unidos, lo que es aprovechado por Somoza para embargar y apropiarse en amañada subasta de valiosas propiedades de los “enemigos”
Sin glorias, pero con pena, pasamos por las guerras. El autor es sociólogo
Ver en la versión impresa las páginas: 11 A
