Terminaba mi primaria cuando leí un libro titulado El verdadero Sandino o el Calvario de Las Segovias, escrito supuestamente por Anastasio Somoza García, fundador de la dinastía y fue en el que supe que a Augusto Nicolás Calderón Sandino lo llamaban bandido y bandolero.
Lo creí, hasta que años después mi profesor de literatura me dio a leer El pequeño ejército loco, de Gregorio Selser, bautizado realmente como “Pequeño ejército loco de voluntad de sacrificio” por la chilena, maestra, poetisa y premio Nobel de Literatura, Lucila Godoy, conocida universalmente como Gabriela Mistral cuando el presidente Herbert Hoover llamó a Calderón Sandino “bandido” y el The New York Times lo calificó de “insignificante jefe desequilibrado”, a lo que Mistral respondió: “Para mí Sandino es todo un héroe”, refutando lo dicho por Hoover, ya que el apodo de “bandolero” lo aplica Charles C. Hanna, embajador USA en Nicaragua, en una carta fechada el 3 de noviembre de 1932 al candidato Sacasa.
Luego, en 1967 cuando un grupo autotitulado Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) hace sus pininos como guerrilleros en Pancasán, los Tachos los llaman bandoleros y bandidos aniquilándolos.
El asesinato del doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal hace que el pueblo de Nicaragua haga su catarsis y se agrupe alrededor del FSLN que es el único que tiene algo de organización. Los “muchachos” se apoderan de la rebelión y se autotitulan “vanguardia de la revolución” hasta 1990 cuando pierden las elecciones y sacan a relucir su verdadero espíritu de bandoleros y ladrones apoderándose de las propiedades de los Tachos, de los somocistas, venden helicópteros y otras “cositas” de ipegüe.
Hoy, en nuestros días surgen grupos armados al norte del país y un general de cañada (lo llamo así porque no se conoce la escuela militar donde obtuvo su primer rango, ni sus méritos en combate o de guerrillero para escalar la jefatura del Ejército y una novicia rebelde que se cree la mejor jefe de Policía del mundo) los llaman bandoleros, delincuentes y maleantes sin una sola prueba de estas aseveraciones.
Bandoleros que se precien no atacan una caravana de autobuses donde hieren y asesinan a varias personas y no les roban ni las carteras por lo cual el principal motivo para llamarlos así no existe y nuestro general y comisionada necesitan de almohada el diccionario de la Real Academia de la Lengua.
Si Calderón Sandino no fue bandolero, así lo demostró, los que se autollamaron sus hijos demostraron lo contrario con excepción de los que murieron y no reclamaron ni un palmo de tierra para descansar sus restos y la mayoría yacen en tumbas desconocidas en valles, montañas y barrios de nuestras ciudades, tal como lo hicieron Calderón Sandino, Umanzor y Estrada.
Al general y la comisionada les aconsejo leer un librito que me regaló mi maestro de filosofía y literatura, el doctor Rodrigo Hernández Vallecillo cuando me bachilleré hace más de cincuenta años titulado El Discurso del Método de René Descartes, donde encontrarán una frase que les ayudará mucho a meditar, conocerse mejor y saber distinguir el bien del mal: La Duda Metódica: “Puedo dudar de las cosas exteriores a mí porque mis sentidos me pueden engañar, puedo dudar de mis percepciones porque pueden ser sueños, pero de lo que no dudo es de mi duda y dudo porque pienso y pienso porque existo”; Cogito ergo sum. El autor fue Auditor General del Banco Central de Nicaragua y Consultor de la Superintendencia de Pensiones
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