Abraham Lincoln decía: “No puedes fortalecer al débil, debilitando al fuerte”; “No puedes hacer crecer la hermandad del hombre, alentando al odio de clases”; “No puedes crear carácter y valor, eliminando la iniciativa y la libertad del hombre”; “No puedes ayudar permanentemente a los hombres, haciendo por ellos lo que deben y pueden hacer por sí mismos”.
Meditando las sabias palabras de Lincoln, reflexiono en que no se puede terminar con la violencia y el femicidio solamente encarcelando a los violentos y femicidas, o alentando una lucha de mujeres contra hombres.
Los hombres y mujeres más ilustres de la historia, han salido del seno de una familia, igualmente lo han hecho los más violentos y criminales asesinos o femicidas. ¿Qué es lo que ha hecho la diferencia? Los estilos de crianza. Educación no es solo un nivel académico, porque letras sin principios cristianos, valores morales y éticos, puede crear “burros con letras” como decía un sabio anciano iletrado.
Preguntémonos ¿cuáles son las bases sobre las que está sustentada nuestra familia y por ende la sociedad? Tenemos que educar en sabiduría y con sabiduría; la Biblia nos dice que “el principio de la sabiduría es el temor de Dios”, no un temor que implica miedo a Dios, sino un santo temor que por amor a Dios dejamos de obrar el mal.
La sabiduría también nos enseña el sentido común (del cual carecemos mucho en la actualidad), que es aquel sentido que le dice a toda persona qué es lo que le conviene o no conviene hacer en cada momento de la vida, y por tanto nos ayuda a determinar nuestras decisiones como adultos, y sabiendo que los niños y adolescentes carecen de este sentido común como lo dice el neurocientífico y psiquiatra infantil Jay Gedd: “El cerebro sigue formándose hasta los veinte años los lóbulos frontales, donde se generan la resistencia y lo impulsos se desarrolla la intuición, se enlazan las causas con los efectos y se establece el sentido común que caracteriza a la edad adulta”.
Por tanto somos los adultos, sus padres, los maestros, los abuelos, los que debemos ayudar a niños y jóvenes a que conduzcan su vida correctamente. No podemos permitir ni dejar que los jóvenes sigan echando a perder su vida, porque la vida del adulto va a depender directamente de cómo nos desarrollamos en nuestra niñez, adolescencia y juventud y las decisiones que tomamos. No podemos continuar enseñándoles violencia de género, porque los jóvenes lo verán como algo natural en el seno de la familia.
Recordemos que el amor a Dios y al prójimo es la enseñanza principal que debemos dar a nuestros hijos e hijas, porque el que ama a Dios y a su prójimo, no maltrata a su esposo o esposa que es su prójimo más cercano.
No podemos ni debemos postergar las enseñanzas espirituales hasta que cumplan veintiún años y decidan entonces a su libre albedrío, porque será muy tarde. Instruye en la sabiduría a tu hijo desde niño y cuando sea grande no se apartará de ella, nos dicen las sagradas escrituras. Desde niño llevémoslos en familia a la Iglesia, a misa, a la escucha de la palabra de Dios.
La autora es docente de primaria de San Marcos
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