A este pueblo le duele, y mucho, que le tiren las cédulas en la letrina, y tantos otros delitos electorales de Ortega. No es que el pueblo nicaragüense desprecie la democracia, que no posea aquellas cualidades o virtudes como ciudadanos. Este pueblo ha hablado por las urnas cuando lo han dejado.
Después de la Guerra Nacional contra Walker, el Pacto Providencial permitió treinta años de república en la cual tuvimos seis presidentes que se sucedieron en paz y desarrollaron el país en forma sostenida.
Luego de la guerra civil contra Somoza, pusimos una junta nacional de gobierno que era la esperanza de Nicaragua, traicionada por Ortega.
Y luego de la guerra civil de la Contra y la paz de Esquipulas, el pueblo habló por las urnas y eligió a Violeta Barrios de Chamorro, a Alemán, Bolaños y al mismo Ortega.
Si Ortega insiste en mandar “a la letrina” la institucionalidad democrática de Nicaragua, en hacer fraude y sus múltiples delitos electorales, en usurpar la Constitución y la autoridad moral de su reina y su rey, que son la democracia y el Estado de derecho, se repetirá la trágica historia de Nicaragua. Porque si ves nuestra historia, hemos probado ya todas las formas de política que se han podido: la conquista trajo la civilización, pero después fue genocidio, la monarquía colonial trajo dos siglos y medio de paz, pero se dejó la riqueza de Nicaragua. La oligarquía dejó buenos gobiernos y probidad, pero los beneficios eran vistos por pocos. Zelaya, el caudillo liberal, trajo la modernidad, pero dejó a los otros en la quiebra. El dictador de Somoza fue el que más desarrolló el sector privado, pero después fue el gran verdugo de su pueblo. Y la dictadura sandinista habló por los marginados, pero todo se robó, dejando más pobreza, guerra civil y el exilio.
Si tuviéramos la luna de la democracia y el sol del Estado de derecho, tendríamos, cada vez que hay elecciones, el poder de elegir a nuestros gobernantes, y de quitarlos. Y esa competencia entre partidos por realizar avances para el pueblo es lo único que nos garantiza la paz y el desarrollo.
Si no estás de acuerdo, regresa entonces con pasos retrógrados a nuestra trágica historia. Como en el Eclesiastés, mira todas las iniquidades hechas bajo el Sol, y mira cómo corremos en círculos como potros salvajes, galopando sin un futuro promisorio. Y si aún no estás de acuerdo mira al Sur, a Costa Rica, esa segunda patria que acoge un millón de nicaragüenses. Costa Rica decidió fortalecer su democracia hace un siglo, y hoy los costarricenses, sin ejército, canal, ni dictadores, son verdaderamente prósperos y viven en paz y han educado a su pueblo. Así, ese pueblo recibe el bien de cada partido, porque es verdad que cada uno hace el bien en su primer gobierno, pero cuando va por el tercero hacen los males naturales de corromperse. Y el pueblo costarricense llama alternancia, en una fiesta de voto democrático, lo que aquí parece que debemos lograr por la guerra civil.
Es ineludible el camino de fortalecer la institucionalidad democrática y la calidad del Estado de derecho. Nuestros más queridos héroes nacionales, entre ellos Sandino, Chamorro y López ofrendaron sus vidas por la institucionalidad de la paz y democracia de Nicaragua.
Es como una ley de Dios para nuestro pueblo, vivir en paz y democracia. Solo así podremos avanzar con desarrollo sostenido para nuestro pueblo. El autor es ingeniero
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