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Nicaragua: entre el pasado y el futuro

El presente del país está condicionado por las decisiones que se adoptaron en el pasado, y el futuro estará condicionado por las decisiones que se adopten —o se dejen de adoptar— hoy. En las décadas pasadas, cuando las tasas de fecundidad comenzaron a reducirse, esto presagiaba el futuro incremento de la población en edad de trabajar.

Adolfo Acevedo Vogl *

El presente del país está condicionado por las decisiones que se adoptaron en el pasado, y el futuro estará condicionado por las decisiones que se adopten —o se dejen de adoptar— hoy. En las décadas pasadas, cuando las tasas de fecundidad comenzaron a reducirse, esto presagiaba el futuro incremento de la población en edad de trabajar.

Como la población en edad escolar todavía estaba creciendo, resultaba fundamental incrementar de manera considerable el esfuerzo educativo y, puesto que la población en edad de trabajar comenzaría a crecer con fuerza, resultaba de crucial importancia promover la diversificación de la estructura productiva, para que esta comenzase a absorber a la creciente población activa en empleos de cada vez mayor calidad y remuneración.

Sin embargo, en aquel momento el régimen de políticas económicas imposibilitaba incrementar la inversión pública en capital humano a los niveles requeridos, y cualquier política orientada a promover de manera activa la transformación dinámica de la estructura productiva se encontraba completamente fuera de la mesa de opciones.

Como resultado, el país arribó a la fase cimera del bono demográfico con niveles de escolaridad sumamente bajos, y con un sistema educativo que no logra remontar la rémora de la pobre calidad, mientras la creciente población económicamente activa —resultante del efecto combinado de los bonos demográfico y de género—, continúa encontrando ocupación, predominantemente, en actividades de muy baja productividad. Al mismo tiempo, Nicaragua se ha adentrado en una nueva transición. Debido a la continua disminución en las tasas de fecundidad y el aumento en la longevidad, en las próximas décadas el país completará la transición desde una sociedad en la cual todavía predomina la población joven hacia una en la cual habrá cada vez menos jóvenes, y cada vez más adultos mayores.

Este cambio fundamental se reflejará en la rápida disminución del denominado coeficiente de soporte, es decir, en la acelerada disminución en el número de personas en edades económicamente activas, capaces de contribuir —de manera directa o indirecta— al soporte de cada adulto mayor. La única manera de hacer frente a semejante desafío en mejores condiciones, es si el país efectúa un esfuerzo extraordinario por diversificar su estructura productiva, hacia actividades caracterizadas por rendimientos crecientes, elevada densidad de encadenamientos y capacidad de difundir el conocimiento y la tecnología y significativa elasticidad ingreso de la demanda.

Pero ello implicaría empeñar un esfuerzo paralelo, igualmente extraordinario, por desarrollar la indispensable plataforma de recursos humanos y por comenzar a remontar el enorme rezago de la sociedad nicaragüense respecto a la frontera tecnológica. De lo contrario, el país continuará siendo capaz de producir competitivamente solo un número limitado de bienes, de escasa complejidad tecnológica, y condenado a generar predominantemente empleos de una baja productividad promedio.

En tres décadas se puede hacer el esfuerzo necesario para cambiar el futuro al cual parece encadenarnos el presente. Es muy difícil lograrlo, pero otros países lo han hecho, empeñando en ello el esfuerzo que se necesita. Sin embargo, a veces resulta descorazonador apreciar el pobrísimo esfuerzo que se continúa empeñando en el desarrollo de las capacidades humanas y tecnológicas, y en la promoción la diversificación de la estructura productiva del país, y el hecho de que los prospectos de empleos futuros parecen limitarse al ensamblado de zonas francas, empleos en hoteles y centros turísticos, y como siempre, ante todo en una agricultura y servicios de baja productividad.

Por supuesto, todo empleo es digno, pero ese no es el punto cuando se discuten las perspectivas de transformación estructural de la economía. Desde este punto de vista, el tipo de actividades y de empleos que se promuevan y generen, resulta fundamental.

(*) Economista

[email protected]

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